Dar clase, te enamora: profesor Oswaldo Molina Álvarez

  
Es maestro de secundaria y los proyectos ecológicos que realiza con sus alumnos son reconocidos internacionalmente. Es un enamorado de la docencia y lo afirma desde la convicción y de la experiencia.
El profesor Oswaldo Molina Álvarez nació con la vocación docente en cuerpo y espíritu. Vocación que comenzó,  desde niño, cuando enseñaba a sus primas menores operaciones matemáticas para entretenerlas.
Ahora, dedicado de lleno a su escuela, reflexiona: La docencia “es padrísima, te enamoras de dar clase”, y por ello, todo el ciclo escolar está al pie del cañón con sus alumnos, a quienes quiere ver salir adelante.
 
El profesor Oswaldo Molina Álvarez imparte la materia de computación y es el encargado del Aula Digital en la Escuela Secundaria Técnica (EST) 67, ubicada en el Pedregal de Santa Úrsula, en la delegación Coyoacán, en la Ciudad de México.
 
Ser maestro, dice, es una profesión bien remunerada por la satisfacción de ver  a los alumnos cómo crecen  y se desarrollan al aliento del saber y el contacto de sus maestros.
 
Tiene casi 20 años trabajando en el ámbito educativo. Su vida profesional comienza en el área administrativa. De ahí da el paso hacia la docencia en computación con jóvenes y adultos mayores. Hoy, como maestro de secundaria, además de tener a su cargo el Aula Digital de su escuela, realiza un proyecto ambiental que, junto con sus alumnos, le ha valido reconocimientos internacionales.
 
El profesor Molina Álvarez descubrió de pronto que traía “el chip” para dar clases y no para dedicarse a las leyes, pues estudió Derecho debido a un problema familiar, en el que prevaleció la injusticia, recuerda.
 
Originario de la delegación Coyoacán, Oswaldo Molina Álvarez estudió en un Centro de Enseñanza Técnica Industrial (Ceti) y Derecho en la Universidad del Valle de México.
 
Acaba de terminar su jornada docente. Trae bajo el brazo una carpeta llena de papeles que contiene los proyectos ecológicos que le han merecido el reconocimiento en otras latitudes.
 
A sus 37 años de edad, el profesor Oswaldo se dice orgulloso porque está próximo a cumplir 20 años como trabajador en el sector educativo. Primero, en el área administrativa en la Dirección General de Capacitación para el Trabajo de la Secretaría de Educación Pública, donde estuvo 10 años.
 
Luego se le brinda la oportunidad para entrar a un Centro de Capacitación  para el Trabajo Industrial (Cecati), donde se enseñan diversas actividades  a personas mayores y a muchachos que no logran ingresar a preparatoria y secundaria.
 
En su familia sólo un tío se dedica a la docencia en la UNAM. Su madre fue trabajadora social, y tres primos también dan clases en secundaria.
 
Durante cinco años imparte computación en el Cecati, gracias a las carreras técnicas en Programación y Computación que estudió.
 
La mayoría de sus alumnos son personas de la tercera edad, lo que, constituye un reto para él.
 
De entre sus alumnos, el profesor Oswaldo recuerda con emoción a una señora de 72 años que al comenzar el curso no sabía qué era un teclado o un monitor, y a los tres o cuatro meses ya se comunicaba con su hija vía chat a España.
 
En una ocasión su alumna le pidió que se acercara al monitor, para que su hija viera quién le había enseñado a usar la computadora y así poder estar en contacto con sus seres queridos.
 
Con charla pausada pero firme, no deja de emocionarse por los recuerdos: algo muy grato es que cuando te los encuentras afuera de la escuela, te reconocen y te dan las gracias por lo que aprendieron; “es una satisfacción que no se compra”.
 
El profesor Oswaldo Molina ha pasado del derecho al aula digital, y de ahí a las ciencias naturales y la ecología.
 
Desde hace cuatro años tiene a su cargo las clases de computación y de Tecnologías de la Información y la Comunicación a cinco salones de primero de secundaria, de 45 alumnos cada uno.
 
Les enseña también programas como Word, Excel y Power Point para que tengan herramientas básicas para utilizar la computadora.
 
El profesor reconoce que gracias a la iniciativa de la directora de la EST 67, Teresa Luminosa Esquivel Martínez,  ha emprendido los diversos proyectos que, junto con los alumnos, son los que le han generado diversos premios fuera del país.
 
Con ese incentivo moral se ha esforzado por inculcar en sus educandos la preocupación por el cuidado del medio ambiente, con el fin de aportar algo para salvar al planeta.
 
Cuando comenzó a llevar a sus alumnos a las áreas verdes de la escuela se sumaban los muchachos de otros grupos que tal vez por la travesura de no estar en el salón y salirse de las clases. Le preguntaban qué iban a hacer, y les decía que “escarbar y sembrar”, y siempre había uno que decía que eso lo hacía en su casa o con su papá en el pueblo, y lo incorporaba para que le ayudara.
 
Fue así que comenzó a generar esa cultura ecológica en los muchachos, y la comunidad se empezó también a involucrar. Hoy ya son parte de los proyectos más trascendentes. Uno de ellos es Bájale al CO2, impulsado por la Agencia de Cooperación Alemana, y participa en cuatro categorías: energía, gas, agua y residuos.
 
La escuela ha disminuido 37 por ciento el consumo eléctrico con el cambio por focos incandescentes por ahorradores; ya prácticamente no hay basura tirada al término del descanso, y se juntan al mes 16 kilogramos de PET y ocho de cartón, y se han rehabilitado las zonas verdes.
 
Oswaldo Molina Álvarez está convencido que la educación es la mejor herramienta que le puede dar a sus alumnos para salir adelante.
 
Por eso les pide a sus alumnos que se “castiguen” y que  no privilegien las fiestas sobre el estudio porque no es fácil el camino que les espera.
 
Para él, el ejemplo que le dieron sus maestros de primaria y secundaria, “estrictos pero también comprensivos”, es el modelo ideal para salir adelante.
 
Abogado al fin, sentencia: “No es un delito ser taxista ni barrendero, pero quiero verlos (a sus alumnos) como profesionistas”.



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