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Los primeros predios que se destinaron en la actual calle República de Brasil fueron para el capitán general don Cristóbal de Oñate, quien construyó su casa en 1530 sobre la esquina de la calle Luis González Obregón, así como para el señor Gonzalo de Salazar, quien edificó su vivienda en 1525 en la calle de República de Venezuela.

Esta última perteneció después al convento de la Encarnación. Tal vez su último dueño fue el señor Barreiro a fines del siglo XIX y actualmente sólo existe la fachada. El último predio destinado se ubica en la calle República de Brasil, lugar en el que se ubicaban las casas del Marqués de Villamayor.

El primer sitio destinado a la Real Aduana estuvo en las actuales 6ª y 7ª de 5 de febrero. A la 7ª se le llamó 1ª de la Aduana y a la 6ª segunda de la Aduana. Esta permaneció ahí hasta que en 1676 se le trasladó a las casas del Marqués de Villamayor en la Plaza de Santo Domingo, quien la rentaba por 400 pesos anuales aunque él ya vivía en España para entonces.

Si bien la propiedad no se encontraba en buenas condiciones debido a la inundación de 1629, la Real Aduana conitnuó en su ubicación dada su amplitud y por ubicarse frente a una plaza que le permitía a la gente esperar mientras se le atendía, principalmente cuando llegaban las flotas de España y la Nao de China (nombre común de la embarcación llamada el Galeón de Filipinas).

El apoderado del Marqués de Villamayor en España era don Pedro Sarmiento. Este último a su vez dio poder en la Nueva España al oidor don Juan de Aréchega para administrar las propiedades del Marqués. Poco tiempo después de establecida la Aduana, el señor Aréchega solicitó se desocuparan las casas para poder habitarlas con su familia. Ante esta petición, el señor Juan José de Vaitialinaje, contador del Tribunal de Cuentas y Superintendente de las Reales Alcabas, escribió al Rey Carlos II (28 de mayo de 1688) solicitando la adquisición de dicha propiedad, explicándole las ventajas que esta compra implicaba.

El informe fue revisado y aceptado en el Consejo General de Indias. El Rey mandó al Virrey Galve la cédula el 8 de septiembre de 1690 solicitándole a su vez que le informara detalladamente la situación de la Aduana. El Virrey recibió el informe y mandó el expediente al Real Acuerdo el 16 de abril de 1691. El fiscal don Benito Novoa Salgado aprobó la compra sin estar de acuerdo en cuanto a los medios para su adquisición, debido a los altos costos. Se propuso entonces que se compraran a censo perpetuo, es decir, por contrato con el pago de una pensión anual. Después de lo anterior, sólo se sabe que las casas del Marqués de Villamayor se compraron en 29,186.00 pesos.

La primera obra de acondicionamiento inició el 9 de diciembre de 1730. Era tal la necesidad de disponer del nuevo edificio que sin concluir los trabajos se inició nuevamente el despacho en las oficinas. El arreglo en el edificio concluyó hasta el 28 de junio de 1731.

Durante 1777, ante solicitud del señor Miguel Lugo, se realizó una ampliación hacia las casas pertenecientes al convento de la Encarnación. Pocos años después se le solicitó al ingeniero Miguel Constanzó llevar a efecto una nueva e importante remodelación. El reporte de Constanzó indicaba la existencia de cuarteaduras, así como habitaciones, oficinas, escaleras y azoteas afectadas. Esto correspondió a su vez a las cuatro etapas de intervención iniciadas en marzo de 1792 y finalizadas en octubre del siguiente año.

En 1825 se ordenó la redistribución de las oficinas y habitaciones existentes en la Real Aduana. En ella se indicaba con precisión qué personas debían ocuparlas, sobresaliendo las viviendas altas que serían ocupadas por el personal directivo. De éstas, la primera, con frente a la Plaza y a la calle de la Encarnación (actualmente esquina de Luis González Obregón y República de Brasil), así como la segunda, con frente a la calle de la Encarnación, serían ocupadas por don Antonio López de Santa Anna y Pérez de Lebrón. Los entrepisos con fachada a la calle estarían constituidos por 30 habitaciones y los entrepisos interiores, integrados por 20 habitaciones, destinadas al oficial 3º de la Tesorería.

La Aduana funcionó como tal hasta el gobierno de Porfirio Díaz y en 1887 realizó allí un gran banquete y baile para conmemorar su tercer período como Presidente de la República. El edificio fue decorado con alfombras, plantas tropicales, esculturas de bronce, cascadas, fuentes y luces de colores. Poco después de esta celebración se conformó un plan reformador que, entre otras cosas, contemplaba la extinción de todas la Aduanas interiores.

Ante el continuo crecimiento del edificio sede de la SEP, la Real Aduana se anexa a este en 1937 junto con algunas casas contiguas. De esta forma queda integrado totalmente el conjunto que conocemos actualmente.