Inicio Conoce la Historia del Edificio Sede Murales de la SEP Recorrido Virtual
___________________________________________________________________________________________________________
Presentación El Convento La Real Aduana Nuestra Sede Inauguración Discurso inaugural
Julio 9, 1922
Los
habitantes de la ciudad de México recordarán la montaña de escombros que
llenaban el lote formado por la antigua calle del Relox, hoy 4ª de la
República de Argentina, la 9 ª de la Perpetua, hoy de la República
Venezuela y parte de la calle de San Ildefonso. Se había derruido el
antiguo edificio de la Escuela Normal de Mujeres y no se había logrado
reemplazarlo en los últimos diez años. En el fondo de un gran patio
inconcluso se alojaba la escuela de maestros, sin salida decorosa para
la calle, oculta entre el hacinamiento de los muros derruidos y de la
obra sin comenzar.
La
extensión del sitio era tentadora; todo el que miraba aquello debía
pensar: "¿Por qué no se hará aquí una gran casa, como las que hacían
nuestros mayores en la época de Tolsa, en la época en que se sabía
construir?" Y se reflexionaba en seguida en la ruindad de las
construcciones llamadas modernas, en la arquitectura porfirista que
angostó las puertas señoriales, que redujo el vasto corredor español a
un pasillo con tubos de hierro, en vez de columnas, y lámina acanalada
en lugar de arquería; todo ruin como la época.
Y
contrastando con todo esto veíamos los corredores de la antigua escuela
de jurisprudencia, y pensábamos: "Poder construir ahora una obra así,
con altos arcos y anchas galerías, para que por ella discurran hombres;
construir con amplitud, construir con solidez", y estos pensamientos de
erigir una obra en piedra coincidían con los otros de construir una
organización moral, vasta y compleja: La Secretaría Federal de Educación
Pública; y unos y otros pensamientos se fueron combinando, y a medida
que el proyecto de creación del Ministerio de Educación Pública
cristalizaba en leyes y reformas constitucionales, el proyecto de este
edificio también tomaba cuerpo rápidamente.
En
efecto, era necesario alojar la nueva Secretaría de Estado en alguna
parte, y aunque los ricos de los barrios elegantes de la ciudad,
incitados por el afán de lucro, se apresuraron a ofrecer en venta sus
casas yo las hallé tan inútiles que para deshacerme de importunos dije
una vez a un propietario introduciéndolo al aula mayor de la Universidad
Nacional: "Mire usted, su casa cabe en este salón; no nos sirve".
Así
era, en verdad, puesto que nosotros necesitábamos salas muy amplias para
discurrir libremente, y techos muy altos para que las ideas puedan
expandirse sin estorbo. ¡Sólo las razas que no piensan ponen el techo a
la altura de la cabeza!
Pero
después de tamañas jactancias nos decíamos aterrados: "y cómo vamos a
poder construir un palacio, si estamos padeciendo la miseria de diez
años de guerra; si el porfirismo con todas sus riquezas no pudo dar a la
Secretaría de Educación más que un entresuelo de una casa señorial y
todavía, después el señor Carranza arrojó de ahí a los educadores,
porque ni de un entresuelo los juzgó dignos?".
Y el
peso de esta tradición funesta nos hacía sentirnos tímidos, y
vacilábamos, hasta que el otro polo del entusiasmo, la fuerza del odio,
nos hizo exclamar: "Pues bien, precisamente porque ellos no pudieron,
nosotros, que no somos ellos, sí vamos a poder".
Y
entonces, sin más estímulo que mi confianza en la Revolución, fui a ver
al jefe del Ejército y le hablé de edificar un palacio y recibí la
sorpresa de que el proyecto le pareciera muy sencillo y viable.
De
inmediato, el Secretario de Hacienda, con igual optimismo, puso a mis
órdenes 25 mil pesos semanarios para materiales y rayas. Hay que
advertir que en aquella época la pobre Universidad Nacional casi no
tenía presupuesto propio, y hubo necesidad de violar la ley carrancista
que manda que todas las obras federales las haga la Secretaría de
Comunicaciones, y directamente emprendimos la obra, cargando los gastos a
una partida de la citada Secretaría de Estado; y gracias a la fe de los
revolucionarios y al espíritu de progreso que late en la conciencia
nacional, por los mismos días en que la construcción se reformaba,
comenzamos a escarbar cimientos y el edificio fue creciendo sin
detenerse ni un solo día y sin que careciésemos una sola vez del importe
anticipado de las rayas y la misma Contraloría (ese otro estorbo,
importado de la Unión Americana por extranjeros ignorantes al servicio
del carrancismo), nos ha mostrado en este caso una diligencia y eficacia
que honra a sus actuales jefes.
Además
de los arreglos administrativos fue necesario resolver acerca de la
dirección técnica de la obra, y al efecto hablé con ingenieros de
reputación, que vieron los escombros, hicieron gestos de desaliento y
prometieron estudiar proyectos; pero como no se trataba de estudiar sino
de hacer, busqué un hombre de acción y lo encontré en la persona del
señor ingeniero don Federico Méndez Rivas, autor de este edificio desde
sus cimientos, y de cuyos méritos da fe la obra misma; no pudiendo menos
de agregar que, alguna vez, mirándolo trabajar con ímpetu ordenado y
certero al frente de setecientos hombres que a diario cumplían con
puntualidad y eficacia su labor, me acordé del general Joffre, que
cuando contemplaba el acierto tenaz de algún oficial competente se
llenaba de júbilo y le enviaba un beso de entusiasmo.
Al
practicarse el examen del terreno se vio que la parte libre comprendía
todo lo que hoy ocupa este patio del frente, la fachada principal y el
cuerpo de la derecha son nuevos desde los cimientos y existía ya el
patio grande del fondo, inconcluso, y las dos alas también incompletas
de la Escuela Normal de Varones.
Examinados
los planos antiguos se vio que en aquel tiempo se había pensado dividir
las dos construcciones, la de la antigua Escuela de Jurisprudencia y la
proyectada, con un salón de actos intermedio que hubiera dejado al
nuevo edificio casi sin patio. Se ha corregido este error ligando los
dos patios con la hermosa galería descubierta que hoy miramos y creando
uno nuevo y hermoso.
En el
estilo general de la obra no se pudo proceder con libertad, porque fue
necesario adaptar la nueva construcción a las líneas generales de su
anexo más antiguo.
No se
pudo, por lo mismo, hacer un proyecto totalmente nuevo, pero si se
corrigió en buena parte el antiguo edificio sustituyendo la pesada
cornisa por la que hoy le adorna y levantando todas las ventanas de la
planta baja. Como la línea de la fachada había sido diseñada en forma
irregular, porque anteriormente la manzana estaba ocupada por dos
edificios, el de la Escuela Normal de señoritas y una casa particular, y
se había dejado un saliente en la parte Sudoeste, tuvimos que abrir
nuevas cepas para colocar todo el frente sobre una sola recta. El
corredor Nordeste del patio de Jurisprudencia tuvo que ser destruido
para reconstruirlo en forma más sólida, ligándolo con el nuevo edificio,
y así por el estilo, no sólo se construyó una casa nueva, sino que se
reparó y mejoró la antigua adyacente.
Comenzaron
los trabajos formales el 15 de junio de 1921 y se han concluido al año
casi de comenzados, lo cual establece un verdadero ejemplo de rapidez en
un país tan amante del ocio, que no conforme con las innumerables
fiestas religiosas y civiles tradicionales, todavía exige que cada
partido que llega al poder invente fiestas y lutos que son pretextos
para continuar la holganza.
Sin
embargo, justo es decir que no hubo aquí pereza y justo es también hacer
constar que los planos, los materiales, la ejecución, todo lo que aquí
se ve es obra exclusiva de ingenieros, artistas y operarios mexicanos.
No se aceptaron los servicios de un solo operario extranjero, porque
quisimos que esta casa fuese, a semejanza de la obra espiritual que ella
debe abrigar, una empresa genuinamente nacional en el sentido más
amplio del término -¡nacional, no porque pretende encerrarse
obcecadamente dentro de nuestras fronteras geográficas, sino porque se
propone crear los caracteres de una cultura autóctona hispanoamericana!
Algo
de esto quise expresar en las figuras que decoran los tableros del patio
nuevo, en ellas: Grecia, madre ilustre de la civilización europea de la
que somos vástagos, está representada por una joven que danza y por el
nombre de Platón que encierra toda su alma. España aparece en la
carabela que unió este continente con el resto del mundo, la cruz de su
misión cristiana y el nombre de Las Casas, El civilizador. La figura
azteca recuerda el arte refinado de los indígenas y el mito de
Quetzalcoatl, el primer educador de esta zona del mundo. Finalmente en
el cuarto tablero aparece el Buda envuelto en su flor de loto, como una
sugestión de que en esta tierra y en esta estirpe indoibérica se han de
juntar el Oriente y el Occidente, el Norte y el Sur, no para chocar y
destruirse sino para combinarse y confundirse en una nueva cultura
amorosa y sintética. Una verdadera cultura que sea el florecimiento de
lo nativo dentro de un ambiente universal, la unión de nuestra alma con
todas las vibraciones del universo en ritmo de júbilo semejante al de la
música y con fusión tan alegre como la que vamos a experimentar dentro
de breves instantes cuando se liguen en nuestra conciencia los sones
ingenuos del canto popular entonado por los millares de voces de los
coros infantiles, y las profundas melodías de la música clásica
revividas al conjuro de nuestra Orquesta Sinfónica. Lo popular y lo
clásico unidos sin pasar por el puente de lo mediocre.
La
ejecución de los tableros esculpidos se debe al cincel de Don Manuel
Centurión, que hoy trabaja en concluir una magnífica fuente de cantería
que ha de ornamentar el patio antiguo.
Para
decorar el remate de la fachada se ideó un grupo -ejecutado por Ignacio
Asúnsolo-, de la inteligencia que es Apolo, la pasión que es Dionisio, y
la suprema armonía de la Minerva divina que es la patrona y la antorcha
de esta clara dependencia del Poder Ejecutivo de la República.
Para
la decoración de los lienzos del corredor, nuestro gran artista Diego
Rivera, tiene ya dibujadas figuras de mujeres con trajes típicos de cada
Estado de la República, y para la escalera ha ideado un friso
ascendente que parte del nivel del mar con su vegetación tropical, se
transforma después en el paisaje de la altiplanicie y termina en los
volcanes.
Remata
el conjunto un vitral de Roberto Montenegro, en que la flecha del indio
se lanza a las estrellas. Los salones del interior serán decorados con
dibujos fantásticos de Adolfo Best, y así sucesivamente cada uno de
nuestros artistas contribuirá con algo para hermosear este palacio del
saber y el arte.
Y al
hablar de los artistas que han contribuido a levantar esta obra, sería
injusto no mencionar a los canteros que han labrado las columnas y las
cornisas, las estatuas y las arcadas, puliendo cada piedra con esmero
que da al conjunto una especie de unción como de templo. Y es porque
todos los que aquí laboraron han puesto en la obra su corazón, como si
presintiesen que en esta estructura moderna no se va a fomentar el saber
egoísta que es privilegio de una casta, sino la acción esclarecida que
beneficia a todos los hombres por igual, es decir, con preferencia para
los humildes y necesitados, puesto que sólo con esa preferencia se puede
conseguir una relativa igualdad. Menciono a los canteros que durante un
año han repetido aquí la música discorde y creadora de sus cinceles,
música a cuyo son complejo se levantaron las catedrales y los palacios
que dieron a este país lo que no tiene ningún otro del continente, una
arquitectura poderosa y noble y autóctona.
Recuerdo
también a los albañiles y a los peones y a los carpinteros y a los
útiles plomeros, a todos los seiscientos y tantos hombres que durante un
año han puesto aquí sus manos impregnadas de un ansia creadora y me
parece que sus almas se elevan a la región del espíritu y nos ofrendan
esta obra que ellos ya concluyeron y presentan su ejemplo de tenacidad y
abnegación para que se les imite en esa otra obra de los que van a
trabajar en esta casa, obra también generosa y ardua y que nunca se
podrá decir que está concluida.
Heredamos
unas ruinas y un mal proyecto, y no quisimos hacer ceremonia alguna
cuando se colocó la primera piedra, porque sólo la última piedra es
orgullo de los fuertes y sólo sobre ella levantaremos cantos. Hemos
trabajado procurando responder en cada detalle a la transformación moral
que se ha operado en la República apartándonos del pasado inmediato y
pensando en el destino propicio para poder levantar un edificio símbolo,
como éste que veis ahora de proporciones nobles; sólido y claro como la
conciencia de la revolución madura.
La
casa material está concluida, pero el edificio moral se perfila apenas y
sus lineamientos están ya contenidos en los rasgos de la estructura de
esta casa, cuya distribución corresponde al plan educativo que ha
comenzado a regirnos.
Cada uno de los tres departamentos esenciales en que se subdivide este ministerio ocupa su sitio adecuado.
En el ala derecha está el Departamento Escolar, desde donde van a dirigirse casi todas las escuelas del país.
El
Departamento de Bibliotecas cuenta con sus oficinas y su almacén, y en
los bajos dispone de local para una biblioteca moderna de más de 10 mil
volúmenes, todos realmente útiles, y de sistema eficaz, no como el de
nuestras antiguas instituciones donde sólo la polilla tiene acceso a la
letra impresa. Una sala anexa se dedicará especialmente a biblioteca
infantil de tipo norteamericano, con colecciones de estampas
fotográficas y mapas para la instrucción y el recreo de los niños.
Estarán estos salones abiertos de tarde y noche para todos los que
sufren sed del espíritu y contendrán además colecciones de duplicados
para hacer préstamos a los que gusten de tener por compañero el libro en
la soledad, y todo este servicio será el modelo para las bibliotecas
semejantes que ya se han ido fundando en todo nuestro territorio.
Por
su parte, el Departamento de Bellas Artes dispondrá de las oficinas
necesarias y de una sala de música y un gimnasio con baños, para el
servicio de los empleados del Ministerio, tanto para hombres como para
mujeres, pues es menester que todas las personas que trabajen en esta
Secretaría de Estado se sientan educadores y eduquen con el ejemplo
ajustando sus cuerpos a ejercicios y aseo, y forjando sus almas con
noble conducta y alto pensar. Al hablar de conducta he dicho noble y no
precisamente austera sino generosa y libre, porque no son las
disciplinas severas la norma de los tiempos nuevos, sino la ación
dichosa y audaz.
Gloria en la tierra, mientras se acerca el tránsito. Ya es tiempo mexicanos.
En
cuatro siglos de encogimiento y de mutismo, la raza se ha hecho triste
de tanto refrenarse y de tanto cavilar, y ahora se suelta a las empresas
locas de la acción que es dolor o contento, victoria o yerro, pero
siempre gloria. Hay un ritmo de danza en el tiempo, como si la era del
baile se estuviese anunciando, la humanidad pugna por ser libre, tan
libre y feliz como lo es el alma, sin las trabas que la vida social se
impone, porque no sabe acomodarse a la ley jubilosa del corazón.
En
estos instantes solemnes en que la nación mexicana, en medio de su
pobreza dedica un palacio a las labores de la educación del pueblo,
hagamos votos por la prosperidad de un Ministerio que ya está sagrado
por el esfuerzo creador y que tiene el deber de convertirse en fuente
que mana, en polo que irradia.
Y finalmente que la luz de estos claros muros sea como la aurora de un México nuevo, de un México espléndido.
----------------------------------------------------
Fuente:
Vasconcelos,
José. "Discurso pronunciado en la inauguración del edificio de la
Secretaría de Educación Pública." Boletín de la Secretaría de Educación
Pública, Tomo I Numero 2. p.p. 5-9. Dirección de Talleres Gráficos de la
SEP. México, 1922.
Publicaciones Recientes
2024-04-16 14:21:00 -0600
2024-04-11 18:41:00 -0600
2024-04-08 16:17:00 -0600
2024-04-04 14:57:00 -0600
Discurso inaugural SEP
Discurso Inaugural del Edificio de La Secretaría de Educación Pública
Secretaría de Educación Pública | 13 de noviembre de 2015
Discurso inaugural SEP
Imprime la página completa
La legalidad, veracidad y la calidad de la información es estricta responsabilidad de la dependencia, entidad o empresa productiva del Estado que la proporcionó en virtud de sus atribuciones y/o facultades normativas.