Las aguas costeras y marinas de muchas partes del mundo están siendo afectadas por la proliferación de algas y fitoplancton que disparan la creación de zonas muertas por escasa oxigenación, lo que limita la vida marina y destruye actividades económicas esenciales para las poblaciones costeras, como el turismo y la pesca, además de asfixiar la biodiversidad.

Los nutrientes que son liberados al medio ambiente por los procesos agrícolas, principalmente fósforo y nitrógeno, contaminan los cuerpos de agua y los drenajes que llegan al mar, donde favorecen la proliferación anormal de varias especies de algas, fenómeno llamado florecimientos algales nocivos (FAN) que generan eutrofización al expandirse densamente.

Tan o más grave es la hipoxia en los fondos marinos, sitios donde los agroquímicos afectan los ecosistemas, porque al persistir los químicos en el agua, el oxígeno disuelto de forma natural se agota y muy pocos organismos logran sobrevivir en esa zona. Los peces migran a sitios más benignos, pero crustáceos como los cangrejos y mejillones no pueden escapar y mueren por hipoxia.

La muerte de estas zonas puede ser por causas naturales, pero desde la década de los cincuenta se les atribuye procedencia antropogénica. A las aguas abiertas de los océanos llega el calentamiento global, éstas pierden oxígeno y el oxígeno pierde capacidad para alcanzar las profundidades.

En marzo de 2004, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente registraba 146 áreas muertas en los océanos del mundo. Las más pequeñas medían en promedio un kilómetro cuadrado; las más grandes abarcaban 70 000 km².

Las zonas muertas en el mundo pasaron a 405 en 2006 y, nueve años más tarde, en 2015, los expertos habían identificado por lo menos 530 zonas muertas en los océanos, además de 228 sitios con signos de eutrofización marina, cuyas dimensiones y persistencia crecen.

Por su proximidad, es inquietante el hallazgo científico de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) que detectaron en el Golfo de México, frente a Nueva Orléans, primero un área de 13,085 km2 de “agua con poco oxígeno” o hipoxia, que creció a 14,245 km2 en 1972.

A través del río Mississippi, los agroquímicos terminan depositados en el Golfo, y hoy, el área muerta del Golfo de México abarca 10 estados de Estados Unidos y sumaba casi 23 mil km2 en enero de este año, según documentó la Universidad de Duke en un estudio solicitado por la NOAA, según reportó el portal de la BBC.

Nancy Rabalais, del Consorcio de Universidades Marinas de Luisiana, señala que la zona muerta del Golfo de México es la segunda mayor del mundo, lo que representa un desafío para la industria pesquera de Estados Unidos y para la agroindustria una enorme responsabilidad, ya que, según la NOAA, la proliferación de algas representa un costo anual superior a 82 millones de dólares para el turismo y otras áreas económicas.

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