29 de septiembre, Día Nacional del Maíz.

No se trata de una fecha conmemorativa más, sino del reconocimiento de una planta de la que estamos hechas las mexicanas y los mexicanos: el maíz, nuestro cereal, la gramínea que nos ha dado sustento e identidad, al ser únicos en medio de una magnífica diversidad cultural, con un sentido cósmico que nos conecta con el universo.

Pilar de la alimentación mexicana y una manifestación cultural de origen ancestral, el maíz tiene a partir de este día una festiva celebración en todos los rincones del país y en todos los estratos sociales, y más aún en los pueblos originarios que desde distantes épocas emprendieron el proceso de mejoramiento genético del silvestre teocintle mediante técnicas de auto-polinización, para bien del Sistema Alimentario Mundial que hoy conocemos.

Lo anterior lo probaron científicos de los institutos Nacional de Antropología e Historia y Politécnico Nacional tras analizar muestras de maíz con más de 5 mil años de antigüedad hallados en la cueva de San Marcos, en Tehuacán, Puebla, donde obtuvieron tres fragmentos de olote de menos de 20 miligramos, con una edad aproximada de entre 5 mil 100 y 5 mil 300 años.

Este día simboliza también la tenaz lucha ciudadana por la defensa de una planta de valor cultural, alimentario y económico nacional que sin embargo, o por lo mismo, ha enfrentado la embestida de poderosas compañías biotecnológicas que por casi dos décadas han pretendido la siembra de maíz transgénico en nuestro territorio, pasando por alto los acuerdos internacionales que prohíben la introducción de organismos genéticamente modificados en aquellas áreas donde la especie se originó y diversificó.

La intentona de esas multinacionales ha sido calificada como inmoral, ya que la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad ha demostrado contundentemente, con 21 mil registros de campo, que todo México es lugar de origen del maíz. Esta Comisión señala que “pocas especies como el maíz tienen un lugar tan importante en la alimentación, sociedad, cultura y economía de México“.

Por otra parte, se ha demostrado que sembrar maíz transgénico no incrementa los rendimientos, y que existe una gama de posibilidades de la genética convencional y de la agroecología para incrementar la producción maicera.

El tema del impacto del maíz transgénico en la salud humana lo aclaró en 2012 el microbiólogo francés G. E. Seralini que, tras años de controversia, sacudió al mundo al revelar estudios realizados en ratas que se alimentaron durante dos años con maíz transgénico y desarrollaron enormes tumores cancerígenos en riñones e hígado. 

Ante ese panorama, el Senado de la República hizo eco de las resistencias ciudadanas hoy representadas por decenas de comunidades campesinas e indígenas, y de miles de científicos nacionales y de otros países, grupos ambientalistas, organizaciones rurales y de jóvenes, y aprobó en comisiones la Ley de Fomento y Producción del Maíz, que pasó ya a la Cámara de Diputados para su análisis y eventual aprobación.

En el Senado se argumenta que a pesar de que en las comunidades se mantienen las tradiciones de selección y conservación, el mercado llega con sus propios estándares de medición, selección y acaparamiento de la producción, lo que genera el “abaratamiento de las cosechas locales y el incremento de precios de las semillas genéticamente modificadas”.

Afirman los legisladores que México se ubica en el quinto lugar de producción mundial del grano, con 2.2%, o sea, 21.6 millones de toneladas anuales en promedio y una tasa de crecimiento de 2.0 por ciento. De ese total, 57% se destina al consumo humano, 29% al consumo animal y 20% a la industria.

Es ineludible entonces rescatar la autosuficiencia alimentaria y al maíz como el principal alimento de la población y parte de su cultura e historia, ya que México tiene registro de 300 variedades de maíz derivadas de 64 razas de maíces nativos, así como de 2.3 millones de productores que lo siembran, principalmente en tierras de temporal, pese a que su actividad por largas décadas ha sido discriminada de programas o presupuestos.

Somos mujeres y hombres de maíz, por lo que este patrimonio natural y domesticado por nuestros ancestros debemos preservarlo y mejorarlo.

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