Convertir a México en pueblo bicicletero dejaría de ser una expresión despectiva y clasista si la conciencia ecológica creciera en todos los estratos sociales y se extendiera el uso masivo y cotidiano de este sencillo medio de transporte.

Bicicletear, como decimos coloquialmente, podría incluso convertirse en motivo de orgullo nacional, como sucede en naciones desarrolladas de Europa, como Dinamarca, Países Bajos, Alemania, Bélgica y España; o de Asia, como Japón, China e India, donde  se tiene un gran aprecio por este medio de locomoción porque la mayoría de los ciudadanos saben muy bien que pedalear mejora su salud y su economía, y contribuye a que todos respiren un aire más limpio.

En Japón las bicicletas abundan y es el tercer país del mundo con más uso de este vehículo, solo superado por los Países Bajos y Dinamarca.

No obstante, entre un amplio sector de la población global se privilegia el culto al automóvil, aun a sabiendas de las atroces consecuencias que padecen la humanidad, los ecosistemas y el planeta, como la elevación de la temperatura global por el uso de los hidrocarburos y los altos índices de contaminación atmosférica que estos producen.

Tal situación parece llevarnos a un punto sin retorno, por lo que instancias multilaterales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y varias de sus agencias, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Meteorológica Mundial y el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, entre otras, lo mismo que gobiernos nacionales y subnacionales, académicos y científicos y organizaciones no gubernamentales buscan hacer frente a esos fenómenos.

En ese sentido, una de las iniciativas que ha prosperado es la conmemoración del Día Mundial de la Bicicleta cada 3 de junio, a partir de 2018, fecha proclamada por la ONU con el fin de darle más protagonismo a este medio de transporte para paliar la crisis causada por la contaminación y el cambio climático planetario.

En 1817 el alemán Karl Freiherr von Drais concibió en madera la primera bicicleta con dos ruedas pero sin pedales, que en su honor fue llamada Draisana. En 1839 el herrero escocés Kirkpatrick Macmillan le colocó ruedas de hierro.

Los pedales para propulsar el vehículo se los incorporó en 1861 a la rueda delantera el francés Pierre Michaux, aunque no logró dar equilibrio a la bicicleta, como parcialmente lo consiguió en 1879 el inglés James Starley, quien decidió hacer la rueda delantera más grande que la trasera.

John Kemp Starley pudo, en 1885, construir una bicicleta más segura, pequeña y cómoda que incluía frenos, llantas con cámara de aire y una cadena con conexión a la rueda trasera. La colocó en el mercado con gran éxito y fue adoptada de inmediato para trasladarse en el campo y la ciudad.

Las bicicletas tuvieron su primer boom en la década de 1890, y luego en las décadas de 1950 y 1970. En nuestros días dos razones colocan a estos vehículos en la preferencia de muchas personas: el alto costo de la gasolina que requiere un automóvil y el afán de los ambientalistas en reducir el uso del automotor e impulsar el de las bicicletas para mejorar el medio ambiente.

Sustituir el automóvil por el vehículo de dos ruedas se observa como una medida esperanzadora. Por ejemplo, el Censo de Población y Vivienda 2020 el Instituto Nacional de Geografía y Estadística reportó que 20% de las casas habitación de la Ciudad de México cuentan con una bicicleta como medio de transporte, porcentaje que representa 550 mil de los 2.7 millones de hogares con disponibilidad de este medio locomotriz.

La OMS sugiere ofrecer una infraestructura segura para caminar o andar en bicicleta, para alcanzar una mayor equidad en materia de salud. Afirma que para los sectores urbanos más pobres, que no pueden permitirse vehículos propios, ir a pie o en bici se puede convertir en su medio de transporte.

Satisfacer las necesidades de las y los ciclistas y peatones sigue siendo crucial para solucionar los problemas de movilidad de las ciudades, para mitigar el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero por el crecimiento de la población y para mejorar la calidad del aire y la seguridad vial.

El Día Mundial de la Bicicleta celebra un medio de transporte simple, asequible, limpio y ambientalmente sostenible, porque este vehículo de dos ruedas contribuye a disfrutar de un aire más limpio y tener menos embotellamientos viales, además de acercar a las personas más vulnerables a la educación, la atención de la salud y otros servicios sociales.

Destaca la OMS que un sistema de transporte sostenible que promueva el crecimiento económico, reduzca las desigualdades y refuerce la lucha contra el cambio climático es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.