Por la derrama de aguinaldos, el fin de año se presenta a los ojos de los consumidores como la mejor ocasión para adquirir productos necesarios como ropa, muebles o electrodomésticos, y uno que otro lujo. Sin embargo, abrumadoras campañas publicitarias inducen a un consumismo desatado que distrae los recursos hacia rubros distintos, muchas veces superfluos, costosos e incluso inútiles.

Se trata de un fenómeno mundial con raíz en Estados Unidos donde, el 24 septiembre de 1869, se acuñó el término Black Friday por una disputa financiera en la Bolsa de Valores de Nueva York. Latente en la conciencia colectiva, el Viernes Negro lo institucionalizó en 1941 el Congreso de ese país al establecer el Día de Acción de Gracias el cuarto jueves de noviembre para que, durante una semana, los comerciantes hicieran atractivas ofertas prenavideñas a los consumidores.

Ted Dave, artista canadiense, urdió en septiembre de 1992 adelantarse al frenesí consumista y, antes de que los consumidores incitados por tentadores mensajes corrieran a los centros comerciales de Vancouver, lanzó un llamado a vivir un Día Sin Compras.

Su iniciativa tomó tal fuerza que la revista Adbusters la hizo suya. Cinco años más tarde, en 1997, la jornada se trasladó a un día después del de Acción de Gracias en Estados Unidos y Canadá y, al día siguiente, en el resto del mundo, como un exhorto contra el consumismo tradicional de la temporada prenavideña, para abstenerse de comprar cosa alguna durante 24 horas para exhibir el poder del consumidor.

El creciente manifiesto anticapitalista, anticonsumista y ecologista de Ted Dave generó críticas, porque el abstenerse un día de comprar no garantizaba que al siguiente o los subsecuentes los consumidores se abstuvieran de adquirir cuanto pudieran. Sería eficiente si tampoco se llevara a cabo un consumo desmedido en otras fechas, pues si solo se hace este día, la medida es inútil, dijeron los críticos.

Aun así, el Green Friday que conmemoran hoy, viernes 26 de noviembre, organizaciones no gubernamentales, grupos ecologistas, pequeños productores y movimientos sociales , cumplirá 30 años en 2022 con su sentido simbólico contra el consumismo, por lo que se le llama también Día Mundial Contra el Consumismo, y busca reivindicar un estilo de vida y hábitos de consumo más sostenibles mediante el fomento del cuidado del planeta.

Ante la desbocada carrera de las compras de fin de año los ecologistas se esfuerzan en detener el desenfreno comercial y hacen recomendaciones a los consumidores a evitar el encantamiento publicitario, actuar responsablemente para reducir la huella ecológica y elegir marcas responsables y sostenibles, es decir, las que realicen procesos ecológicamente amigables que no pongan en riesgo al planeta.

La organización Greenpeace México señala que “la práctica de comprar más de lo que en verdad necesitamos está pasando una factura muy cara al planeta”. El estudio “El consumo en México y sus impactos en el cambio climático: ¿Cómo avanzar hacia el consumo responsable?”, realizado junto con el ITESO, la Universidad Jesuita de Guadalajara, indica que el consumismo causa daño ambiental a nuestro país.

Según ese informe, “en promedio un hogar mexicano gasta al mes poco más de 10 mil pesos mensuales para la adquisición de bienes y servicios, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía”.

Por supuesto, la disparidad socioeconómica marca diferencias. Los hogares con más recursos tienen 18 veces más ingresos que destinan al consumo, respecto de los más pobres, e igualmente producen más emisiones de gases de efecto invernadero y otros daños ambientales. Por ejemplo, la producción industrial que satisface el sobreconsumo le significa a México un alto impacto ambiental:

  • La huella ecológica, que determina cuánto espacio terrestre y marino se necesita para producir todos los recursos y bienes que se consumen, así como la superficie para absorber los desechos que se generan, creció de 1.86 hectáreas (has) por persona en 1961, a 2.55 para 2014.
  • De 173 países, México ocupa el lugar 58 de consumo total de carne (con 64.8 kilos por persona al año, 4 veces más que lo recomendado para un consumo sostenible. La deforestación y el consumo excesivo de agua son dos consecuencias negativas de esta actividad: se utiliza el 38.3% de la superficie nacional para alimentar al ganado, y la agricultura y la ganadería desperdician el 57% del agua que utilizan.
  • México se ubica entre los países que más produce y vierte plásticos no esenciales al océano, entre 250 mil y casi un millón de toneladas (tons), según datos analizados por la organización Oceana. Además, nuestro país es el cuarto productor mundial de envases PET y produce más de 7 millones de tons de plástico al año, el 48% destinado a envases y embalajes que no siempre serán reciclados. Consecuentemente, entre el 60% y el 80% de los residuos marinos son microplásticos, afirma Greenpeace.

La temporada prenavideña representa una oportunidad de reponer muebles, enseres domésticos, ropa, calzado, electrodomésticos y electrónicos, entre otros, pero también es una oportunidad de repensar qué impacto tiene nuestro consumo y preguntarnos cómo se produce lo que compramos, si es enteramente necesaria su adquisición o será algo desechable que impactará al clima, a los ecosistemas, a la salud pública y al planeta.

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