Los monocultivos generaron un sistema alimentario vulnerable
En nuestro país, la agricultura es parte de una cosmovisión, de una forma de relación con la naturaleza, en gran medida porque favoreció a las culturas milenarias con territorios de magnífica biodiversidad que se ubican entre los ocho centros de origen de las especies cultivadas o centros de domesticación, los cuales aportan 15.4% de las especies del Sistema Alimentario Mundial.
Durante el periodo de domesticación de las plantas (8,000 a 10,000 a A.C.) las semillas eran un bien común de la humanidad, y en torno a ellas los pueblos originarios generaron conocimiento. Pero a partir de la Revolución Verde (1930-1960), y principalmente con el uso de la biotecnología moderna (1950-1996), esas semillas se clasifican como mercancías, según se dijo en el taller “México ante la emergencia climática”, organizado por el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC).
Como resultado, se incrementó sustancialmente la contaminación del agua por uso de pesticidas, y de nutrientes como nitratos y fosfatos; la pérdida de biodiversidad; entre 25 y 30% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI); daños a la salud humana por enfermedades bacteriales y virales, y obesidad; pérdida de suelos por erosión y desaparición de humedales, explican Miguel Altieri y Clara Nicholls en Agroecología: única esperanza para la soberanía alimentaria y la resiliencia socioecológica. 2012. SOCLA.
Las estadísticas alimentarias revelan que si bien entre 2017 y 2018 se registraron cosechas récord de maíz, con un 5% más que en años anteriores, eso no significó una mejoría alimentaria, pues precisamente a ese lapso corresponde la mayor hambre de la historia: un billón de personas sin alimentos.
Sin embargo, en el mismo periodo las multinacionales agroindustriales dispararon sus ganancias: Chargil, (86%), General Foods (65%), Monsanto (45%) y ADM (20%), pero propiciaron un sistema alimentario vulnerable, ya que el 91% de la tierra arable se destina a monocultivos de algodón, maíz, soya, arroz y trigo, y es vulnerable a impactos económicos y ambientales.
Adicionalmente, se ha conformado un complejo alimentario controlado por un grupo de muItinacionales, intermediarios y procesadores de granos (ADM, Cargill y Bunge), así como empresas de semillas y de ingeniería genética (Monsanto), lo mismo que supermercados y distribuidores como Walmart y Carrefour.
Durante el taller del INECC se advirtió que el fenómeno climático exacerba la degradación de la tierra, particularmente en áreas costeras bajas, deltas de ríos, tierras secas y áreas de permafrost, zonas con procesos muy ligados y sinergias muy importantes, por lo cual, a mayores efectos del cambio climático, mayor degradación de la tierra, y a mayor degradación de la tierra más contribución al cambio climático.
El Informe Especial sobre Cambio Climático, Desertificación, Degradación de la Tierra, Gestión Sostenible de la Tierra, Seguridad Alimentaria y Flujos de Gases de Efecto Invernadero en Ecosistemas Terrestres, concluyó que la gestión no sustentable de la tierra ha tenido impactos económicos negativos que agravarán el cambio climático.
Por ello se plantea una gestión sostenible que abone en reducir los impactos negativos de múltiples factores estresantes, incluido el cambio climático en los ecosistemas y las sociedades, ya que el crecimiento de la población y los cambios en el consumo han causado, desde 1961, tasas sin precedente de uso de la tierra y del agua, aumento de emisiones de GEI, pérdida de ecosistemas naturales y disminución de la biodiversidad.
El cambio climático y los eventos extremos han afectado la seguridad alimentaria por bajos rendimientos de los cultivos y de productividad del ganado, y también a los ecosistemas terrestres y las especies. Han propiciado también cambios de distribución, abundancia, reproducción, floración y crianza. Además, han contribuido a la degradación de la tierra y a la desertificación.
Por si fuera poco, en la actualidad se pierde o se desecha entre el 25 y 30 % de los alimentos producidos.
Se advierte entonces sobre las diversas consecuencias que traería consigo la inacción ante el fenómeno climático que encamina al aumento de 2°C la temperatura del planeta: serían más costosos los efectos que aplicar medidas de mitigación y adaptación de manera temprana.
En un escenario de inacción son previsibles pérdidas totales en la agricultura. Por ejemplo, en valor presente, pérdida total en cultivo de maíz en 2100; lo que puede evitarse mediante la aplicación de políticas adecuadas, pues acciones tempranas y contundentes son más racionales desde el punto de vista económico.
Evidentemente, es necesaria la coordinación entre las políticas climáticas y las políticas relacionadas con el uso de la tierra, donde existe potencial para ahorrar recursos, aumentar la resiliencia social y ambiental y fomentar el compromiso y la colaboración entre múltiples partes.
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