Cual fiera herida de muerte, el bosque brama su dolor derribado por el fuego, y cada árbol,  como una bestia gigantesca, desgajado por el calor, derrama trementina como espesas lágrimas que escurren por su tronco.  

Benito García, Felipe Camacho, Fernando Navarro, Ernesto Huertas, José Manuel García y José de Jesús Camacho, brigadistas de Combate y Control de Incendios de la Conafor, han vivido la angustia entre las llamas, y narran como “el fuego quiere tragarse el bosque”:

“Apenas cede el verdor al fuego, los árboles partidos desde su centro se precipitan al suelo carbonizados exhalando el estruendo de su último estertor. Es un concierto macabro.

“Apagar el fuego forestal para impedir que la arboleda se consuma es una carrera contra el tiempo. Cuando no se detienen las llamas, sino crecen, los peligros aumentan también para nosotros. Entonces debemos no solo cuidar la vida de los árboles sino también la nuestra. Cunde el temor y nos invade la desesperación por nuestra propia seguridad.

“Instintivamente buscamos hacia dónde correr en caso de que el viento gire y nos encierre. El fuego se convierte en un ser vivo, una fiera enorme que amenaza devorarnos.

“Debemos acercarnos para combatirlo pero las llamas se multiplican y toman fuerza con el aire. Es el momento más crítico. Dueño de sí, el fuego ya no necesita del oxígeno para avanzar. Sus lenguas ardientes de 120 metros de alto o más y los remolinos que forma hacen temblar las piernas porque nos reta a acercarnos más; nos torea.

“De los tres tipos de incendio forestal que combatimos --pedregoso, de pastizal y de copa o aéreo--, todos comienzan de manera superficial, luego se vuelven subterráneos y después aéreos. Los más peligrosos son los de bosque de oyamel, por la resina.

“A metro y medio del suelo es fácil combatir el fuego; a mayor altura la radiación es tal que resulta prácticamente imposible acercarse, y a más de 100º C el agua hierve; el cuerpo humano no resiste esa temperatura.

“En incendio es de copa el calor alcanza hasta 800º C. Nadie se puede acercar a cinco km; es necesario usar helicópteros o aviones cisterna e incluso pedir ayuda internacional. Se usan polvos retardantes diluidos en el agua o, dolorosamente, se quema vegetación sana y al chocar un fuego contra otro, se apagan ambos tras una explosión.

“Apagar el fuego forestal es una actitud de amor a la vida, a la naturaleza. Él quiere tragarse el bosque y nosotros intentamos detenerlo. Al trabajar juntos contra el incendio debemos tratarnos con respeto y hacer acopio de condición física, temple, convicción de hacer algo en beneficio de todos. Tenemos amor a nuestro trabajo.”

/cms/uploads/image/file/372636/BOTON_2_10_revista.jpg

Consulta nuestra revista digital