Muy buenos días a todas y a todos.
A la distancia, pero siempre, con el afecto de siempre, quiero saludar al Dr. Julio Berdegué Sacristán, amigo, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural; al Dr. Clemens von Goetze, embajador de la República Federal de Alemania; a la Dra. Lina Pohl Alfaro, representante de la FAO en México; a la Mtra. Edna Elena Vega Rangel, secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano; y al Ing. Cuauhtémoc Ramírez Romero, presidente de la Asociación Mexicana de Secretarios de Desarrollo Agropecuario.
Agradezco profundamente la invitación para participar en este diálogo político en el marco del Día Mundial del Suelo, qué importante, porque hoy como cada 5 de diciembre, se conmemora este Día Mundial del Suelo.
Desde el año 2014, la Organización de las Naciones Unidas designó esta fecha al coincidir con el cumpleaños del rey de Tailandia, Bhumibol Adulyadej, monarca fallecido en 2016 y uno de los grandes promotores en conmemorar este día. Sin embargo, los orígenes se remontan al año 2002, gracias al impulso de la Unión Internacional de Ciencias del Suelo.
Los datos no mienten: la supervivencia de nuestro planeta depende de nuestro vínculo con el suelo. Con un suelo rico, con un suelo sano. Más del 95% de nuestros alimentos y 15 de los 18 elementos básicos químicos esenciales para las plantas proceden del suelo. Es más, el principal reservorio de carbono en los ecosistemas terrestres y hábitat del 25% de la biodiversidad son los suelos, son clave también en el ciclo del agua y, aún más, esta es rica en materia orgánica; se considera que el 1% de materia orgánica adicional por hectárea puede aumentar la retención de agua en el suelo en promedio hasta 150,000 litros.
De esta manera, un suelo sano, rico, diverso, tiene mayor capacidad de retención de humedad e infiltración fundamental para la recarga de acuíferos, esto se le denomina agua verde. Sin embargo, debido al acelerado cambio climático y a la abusiva actividad humana, nuestros suelos desafortunadamente se están degradando.
La erosión y una inadecuada gestión de los mismos altera el equilibrio natural de la tierra, desaprovecha nuestros recursos hídricos y se está entonces reduciendo el nivel de vitaminas y nutrientes de los alimentos que producimos.
A nivel nacional, y de acuerdo a los últimos datos registrados, 64% de los suelos presentan algún grado de degradación, 12% de ellos de severo a extremo. En el caso específico de los Distritos de Riego, 20% de la superficie presenta problemas de salinidad, proceso que además se incrementa debido a los devastadores efectos del cambio climático.
Somos conscientes de ello desde la Semarnat y, por eso, trabajamos de la mano con Sader y con Sedatu, impulsando la restauración de los ríos más contaminados del país. Hasta el momento, se trabaja en las cuencas del río Atoyac, Tula y Lerma-Santiago.
La restauración de los ríos, la remediación de los daños, son una prioridad para la política ecológica y ambiental humanista dado que, además de que su nivel de degradación es muy alto, tiene impactos en la salud de las personas que viven cerca de ellas, sobre todo, los grupos sociales más vulnerables.
En el caso particular de la región hidrológica Lerma-Santiago, cuenta con una superficie de 13.4 millones de hectáreas y se encuentra dividida por 12 cuencas y 96 subcuencas. Este territorio es habitado por 23 millones de habitantes, de acuerdo con el Inegi, cantidad que se estima aumentará hasta 27.6 para el 2030, millones. Además, en la cuenca se encuentran 17 Áreas Naturales Protegidas, de carácter federal, que suman una superficie de 2.4 millones de hectáreas.
Por eso, buscamos desarrollar un nuevo modelo de gestión territorial integrado, de ordenamiento territorial, que nos permita articular acciones para lograr la sustentabilidad de la cuenca y garantizar los derechos humanos al agua, al saneamiento y a un medio ambiente sano.
Una de las acciones concretas que contempla este proyecto y que recae en Semarnat, es considerar la emisión de decretos para declarar zonas de restauración ecológica, que incluye los suelos, a regiones sujetas a presión por contaminación, a fin de asegurar que los usos, precisamente del suelo, y generar programas específicos de actuación coordinada para controlar la contaminación de los mismos.
Me gustaría hacer énfasis en la importancia de las alianzas estratégicas para el emprendimiento de soluciones integrales como las que nos convoca en este día. El involucramiento de todos los actores nos ayuda a recorrer una buena parte del camino para alcanzar las metas propuestas.
Celebro el comienzo de este diálogo político abierto que seguramente implica la conformación de una Alianza Mexicana por el Suelo. En esta iniciativa será indispensable la participación del Gobierno en todos sus niveles: Semarnat, Sedatu, Sader; de las empresas, la academia, la sociedad civil organizada y, por supuesto, de las y los productores que basan sus actividades en el aprovechamiento de los suelos.
La restauración de los mismos, su conservación y su manejo sostenible son claves para la estabilidad de los ecosistemas y para la transformación de los sistemas agroalimentarios.
Y por eso, juntas y juntos, podemos y debemos aprovechar de forma sostenible el suelo, cuidando nuestro patrimonio biocultural, conservando este recurso vital para las generaciones presentes y futuras de nuestro querido México.
Muchas gracias y mucho éxito en este evento.