Muy buenos días a todas y a todos en Bakú, Azerbaiyán. Por causas de fuerza mayor, las y los saludo a la distancia, con enorme cariño y con la admiración de siempre.
Estoy siguiendo de forma permanente la COP29 y participando activamente en ella, a través de nuestra delegación de México, encabezada por José Luis Samaniego y Camila Zepeda.
Les extiendo un saludo fraterno de nuestra primera mujer presidenta, la doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Es para mí un gran honor participar en nombre del Gobierno de México en esta cumbre climática, especialmente porque estamos en México decididos y decididas a mostrar, con el ejemplo, nuestro compromiso hacia combatir el cambio climático.
Por ello, me da mucho gusto participar en este importante evento paralelo del NDC Partnership, que abordará la impostergable necesidad de hacer frente a la crisis climática desde uno de los principios más importantes que orienta el quehacer de nuestro gobierno y es: la prosperidad compartida para las generaciones presentes y para las generaciones futuras.
Amigas y amigos:
Nos encaminamos ya a los diez años desde el cambio de paradigma que representó la adopción de la Agenda 2030 y, desde luego, el Acuerdo de París, postulando que las dimensiones ambiental, social y económica del desarrollo son interdependientes y además indivisibles. Es decir, que todos sus objetivos, los 17 objetivos, se complementan entre sí y que el detrimento de uno afecta invariablemente a todos los demás.
No obstante, en la práctica ha sido sumamente complejo para las políticas a nivel nacional y las acciones, sobre todo en los países en vías de desarrollo, poder reconciliar el crecimiento económico con los límites ambientales y con las metas sociales.
En el sur global continuamos buscando crecer a partir de un modelo extractivista que profundiza, por cierto, las desigualdades, un sistema que supone la posibilidad de un crecimiento infinito en un planeta finito.
Seguimos compitiendo en el mercado internacional como proveedores de materias primas, con matrices productivas limitadas, con mano de obra precarizada, no le damos a los trabajadores el lugar que merecen. Continuamos aportando muy poco al valor agregado desde la perspectiva tecnológica y, sobre todo, a productos finales que le den mayor valor y que internalicen, por cierto, los costos ambientales y sociales. A esto, justamente, es a lo que le decimos: ¡No más! No más este modelo extractivista y desigualador.
Por eso, como prioridad de la Administración de la presidenta Sheinbaum, hemos adoptado una política ecológica y ambiental humanista. Creemos firmemente que esta nueva estrategia no debe verse como un obstáculo para el desarrollo económico y para el bienestar, sino como una oportunidad para redireccionar el modelo de desarrollo y el crecimiento hacia la sostenibilidad social, ambiental y económica.
Por eso, hoy, en voz de este México de la transformación, quiero decirles que sí es posible impulsar proyectos productivos e industriales innovadores que nos permitan avanzar hacia la descarbonización de la economía y, en paralelo, hacia la reducción, la verdadera reducción, primero de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por supuesto, de la reducción de las desigualdades.
A esto nos referimos con este concepto de consolidar círculos virtuosos, a esta apuesta decidida por proyectos de infraestructura y de fomento industrial diseñados deliberadamente para crear valor, para generar empleos dignos con derechos y procurar la sostenibilidad ambiental.
Los procesos, por cierto, de descarbonización, pueden y deben ser los motores esenciales del desarrollo. En México, estamos proponiendo parques industriales de economía circular y también parques de ecología circular, es decir, para lograr un fuerte impulso a la transformación de sectores estratégicos, incluyendo, por cierto, la restauración ecológica y ambiental, porque más del 20% de la reducción de emisiones va a provenir de soluciones basadas en la naturaleza.
Así es que, me refiero a sectores que, por cierto, tienen gran potencial de mitigación, como las energías renovables, pero también a aquellos, por ejemplo, de restauración, que son intensivos en empleo, con políticas adecuadas de fomento, por cierto, de un desarrollo industrial distinto, que detone la producción tecnológica con alto contenido nacional.
Sé que hoy vamos a escuchar ejemplos concretos de las intervenciones de diversos sectores cruciales como el forestal, el transporte, la energía. Por eso, considero que estos círculos virtuosos nos deben permitir reducir emisiones, crear trabajos dignos, fortalecer la competitividad de la industria nacional y regional; y pueden ser claves para responder ante la emergencia climática de una manera que verdaderamente beneficie a nuestras comunidades y a nuestros pueblos. No hay más tiempo para la prueba y el error: es la hora crucial de la acción.
El cambio climático nos está haciendo perder décadas de avance en desarrollo, es un multiplicador del flagelo de la desigualdad, está profundizando aún más nuestras brechas sociales, aumentando, por cierto, la frecuencia y la intensidad de los desastres naturales.
Por eso, tenemos por delante la ardua tarea de actualizar nuestros compromisos climáticos, los Compromisos Nacionalmente Determinados, con mayor audacia, como antes nunca vista, pero más necesaria que nunca; porque la distancia entre la trayectoria en la que estamos ahora y la trayectoria que nos permite quedarnos en el 1.5° centígrados de calentamiento global sigue siendo abismal. Ya estamos en 1.2 grados de temperatura. En México aumentó la temperatura este año casi un grado durante el verano.
Por eso, estimo que el éxito de este tipo de intervenciones depende también de la apropiación de estos temas a nivel social, únicamente se pueden lograr estas metas con la participación significativa de los actores involucrados, particularmente de aquellas voces que, históricamente, han sido silenciadas en la toma de decisiones. No puede haber transición ecológica, ni energética, ni agroforestal, sin justicia social y ambiental.
Por otra parte, la posibilidad de reproducir y escalar estos círculos virtuosos, rompiendo con la dependencia de nuestras economías en materia extractiva requiere de un decidido y renovado compromiso de nuestra parte, por cierto, con solidaridad y cooperación, sobre todo a nivel regional y global.
Tenemos que apostar por las innovaciones que nos garanticen una descarbonización drástica y rápida, al tiempo que fortalecemos la resiliencia de nuestras comunidades para enfrentarse a los gravísimos impactos, y cada vez más frecuentes y devastadores, de esta crisis climática. Lo hemos visto en las recientes inundaciones o huracanes que han, realmente, afectado de manera crucial incluso a países desarrollados como España.
Por ello, para concluir con mis palabras, me gustaría despedirme con las que dijo alguna vez Eduardo Galeano. Y cito: “Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un dedo fuera de la mano o un diente fuera de la boca”.
¡Muchas gracias!