El venado cola blanca (Odocoileus  virginianus), “un ser vivo que merece nuestro respeto, es “una de las especies de la fauna silvestre mexicana más carismáticas y una de las criaturas mágicas que por su inteligencia, belleza y majestuosidad fueron parte importante de la cosmovisión e inspiración de un sinnúmero de leyendas, mitos y tradiciones de nuestra rica cultura precolombina, y, además, una parte importante del sustento material de los pueblos originarios.”

Así lo describe Jorge Gabriel Villarreal González*, autor del “Código de ética del cazador deportista y titular de UMA del venado cola blanca”, y experto en vida silvestre, quien durante su prolífica carrera profesional aportó grandes conocimientos sobre esta especie de cérvido que se distribuye en la mayor parte del territorio nacional,

En su libro Ganadería diversificada (SAGARPA, 2013), Villarreal González indica que los venados cola blanca se encuentran en el 92.7% del país, a lo largo y ancho de 181.5 millones de hectáreas, excepto en la Península de Baja California.

De este mamífero originario de América, registra 38 subespecies en el continente, de las cuales 14 tienen por hábitat tierras mexicanas, es decir, el 47% de las existentes desde Canadá hasta Ecuador, y ocho son endémicas de México. lo que cobra importancia global.

A nuestros venados cola blanca se les han dado nombres (o apellidos) comunes según la región que habitan: de Acapulco, de la Sierra del Carmen, cola de abanico de Arizona, de las Tierras Altas de México, de Miquihuana, de Chiapas, de Oaxaca, de Sinaloa, de Texas de las Tierras Bajas de México, de las Selvas Lluviosas, de Nicaragua, del Noreste de Veracruz y cola blanca de Yucatán.

Aunque se diferencian entre sí por sus características físicas: color del pelaje, forma y dimensión de la canasta del astado y tamaño corporal, entre otras, la importancia ecológica fue valorada por Villarreal como “un tesoro de la ecología y la cinegética mundial.”

Característica ecológica importante de estos ungulados, indica, es su adaptabilidad, ya que se desarrollan exitosamente en gran diversidad de ecosistemas, climas, topografías, suelos y vegetación, e incluso han podido sobrevivir en zonas afectadas por parásitos y enfermedades, ventaja natural frente a otras especies silvestres.

Adicionalmente, la alta tasa reproductiva de los cola blanca les ha permitido restituir sus poblaciones a corto plazo si encuentran las condiciones adecuadas de protección y hábitat, alimento, cobertura vegetal agua y espacio físico.

Pero una despiadada presión irracional que codicia su carne, piel y astas (estas como trofeo de caza) ha colocado a los venados cola blanca como la especie más codiciada de América. Durante siglos han sufrido la persecución y la cacería, de la que escapan gracias a sus desarrollados sentidos de la vista, olfato y oído.

Por constituir los venados cola blanca un patrimonio biológico relevante de la biodiversidad del país, Villarreal González recomienda evitar el intercambio, transferencia o introducción de subespecies a regiones geográficas-ecológicas ajenas a ellos, en donde se convertirían en especies exóticas silvestres y perderían su potencial genético original; “deben conservarse  puras”, acota.

La eventual pérdida del valor ecológico, biológico y cinegético que tiene cada una de las subespecies de venado cola blanca mexicanas nunca se justificaría por el desarrollo de la actividad cinegética que puede generar importantes beneficios económicos principalmente para los propietarios de los predios rurales, sentenció.