Por: Rafael Pacchiano Alamán 

Al mar, se dice, hay que tenerle respeto, por lo peligroso que puede ser si no se toman precauciones. Su oleaje, sin embargo, puede ser divertido y su paisaje un regalo inolvidable.

El mar es la entrada a los océanos, esas grandes extensiones de agua que separan a los continentes y que están fuera de nuestro horizonte visual. Su dimensión nos rebasa y, por lo mismo, muchas veces le restamos importancia a su conservación. Erróneamente se ha creído que siempre serán proveedores y a la vez los mejores lugares para deshacerse de algo.

Los océanos sí son una fuente de proteínas para más de tres mil millones de personas y han sido nuestro mejor aliado frente al cambio climático, al absorber una gran parte de sus consecuencias. Pero sus recursos no son infinitos y tampoco son invencibles.

El cambio climático ha dejado afectaciones claras, en gran parte, provocadas por la actividad humana. Por ejemplo, el incremento en la temperatura de los océanos y su acidificación ha provocado la pérdida de al menos una quinta parte de los arrecifes de coral del mundo.

Los corales no son un simple objeto de belleza natural, sino ecosistemas llenos de vida. Apenas ocupan menos del 0.1 por ciento de la superficie oceánica mundial y proporcionan un hogar esencial para 25 por ciento de toda la vida marina (ocho mil especies de peces). Además, son cruciales para proteger a las comunidades costeras, ya que actúan como barreras naturales contra los ciclones y el aumento del nivel del mar.

Para poder alimentarse, los corales viven en simbiosis con unas microalgas llamadas  zooxantelas, que les aportan oxígeno y moléculas orgánicas, dándoles hasta el 90 por ciento de la energía que necesitan. Con el aumento de temperatura, la simbiosis se rompe y el coral se blanquea poco a poco hasta morir.

Según la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio), los blanqueamientos de coral han aumentado. En los últimos 30 años se tienen registrado varios eventos drásticos de este fenómeno (1983, 1987, 1991, 1998, 2002 y 2005).

México, a través del Acuerdo de París, se ha comprometido a enfrentar el cambio climático a fin de disminuir el aumento de temperaturas en el planeta. Sin embargo, hemos insistido en la necesidad de incrementar la ambición climática y el cumplimiento de las metas a través de acciones.

El compromiso de los Gobiernos no es suficiente. Cada uno, como individuos, debemos tomar conciencia del daño que estamos provocando y generar un cambio de hábitos en favor del medio ambiente.

Queremos seguir aprovechando los beneficios de los océanos, a nuestros hijos y sus hijos les debemos el placer de disfrutar unas vacaciones en mares limpios.