La morbilidad por accidentes cerebrovasculares, cánceres de pulmón y neumopatías crónicas y agudas, como el asma, así como la mortalidad por esos padecimientos, podrían disminuir en muchos países si se redujeran los índices de contaminación del aire.
Naciones Unidas reconoce que a mediano y largo plazo la salud cardiovascular y respiratoria de la población mejoraría si los niveles de la contaminación del aire fueran menores, ya que esta constituye un importante riesgo medioambiental para la salud, tanto en los países desarrollados como en las naciones en desarrollo.
Políticas e inversiones de apoyo a medios de transporte menos contaminantes, viviendas energéticamente eficientes, generación de electricidad y mejor gestión de residuos industriales y municipales permitirían reducir importantes fuentes de contaminación del aire en las ciudades, sugiere la ONU.
¿Pero cuál o cuáles son los elementos de esa contaminación atmosférica de ciudades y zonas rurales causantes de alrededor de 4,2 millones de muertes prematuras en todo el mundo por año?
La exposición a partículas pequeñas de 2.5 micrones o menos de diámetro (PM2.5), generadoras de enfermedades cardiovasculares y respiratorias, además de cáncer pulmonar, impacta sobre todo a personas que viven en países de ingresos bajos y medianos y que soportan desproporcionadamente la carga de la contaminación del aire de exteriores, según estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) señala que el tamaño de las partículas está directamente vinculado con el potencial para provocar problemas de salud, y son las más pequeñas, de menos de 10 micrómetros de diámetro, las que causan los mayores problemas, no sólo porque pueden llegar a la profundidad de los pulmones, sino porque algunas pueden alcanzar el torrente sanguíneo y afectar tanto a los pulmones como al corazón.
Múltiples estudios científicos, citados por la EPA, vincularon la exposición a la contaminación por partículas a muerte prematura en personas con enfermedades cardíacas o pulmonares, infartos de miocardio no mortales, latidos irregulares, asma agravada, función pulmonar reducida, síntomas respiratorios aumentados, como irritación en las vías respiratorias, tos o dificultad para respirar.
La exposición a la contaminación por partículas tiende a afectar mayormente a personas con enfermedades cardíacas o pulmonares, niños y adultos mayores.
En el libro Importancia de las partículas PM2.5, el Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC) afirma que las políticas en salud pública, en términos de estándares o niveles máximos permisibles de concentración de partículas ambientales, se han enfocado en los últimos años en las partículas finas PM2.5, aunque algunos estándares para partículas gruesas PM10 siguen vigentes.
Esta orientación, precisa, está sustentada en varios estudios y responde a que las partículas PM2.5 tienen un efecto mayor en la salud humana sobre todo por su composición, que puede ser más tóxica y se caracteriza principalmente por la presencia de sulfatos, nitratos, ácidos, metales y carbono negro.
El carbono negro por sí solo ofrece una elevada toxicidad, porosidad y amplia superficie de contacto, por lo que puede absorber una gran variedad de químicos durante el proceso de combustión, incluidos los hidrocarburos aromáticos policíclicos, que son carcinogénicos o mutagénicos, expone el estudio del INECC.
Este contaminante se origina en las diferentes categorías de fuentes de emisión que implican la quema incompleta de combustibles y su presencia en las partículas incrementa considerablemente su toxicidad.
Además, las PM2.5 permanecen durante periodos más largos suspendidas en la atmósfera, viajan distancias más largas y penetran en los interiores de las casas, oficinas, etcétera, por lo cual la población está expuesta por más tiempo a ellas.
Esa contaminación atmosférica por partículas suspendidas, agrega el INECC, también puede provocar un efecto negativo en el medioambiente, como la deposición o lluvia ácida, la afectación de la visibilidad, el balance radiactivo de energía que se relaciona con el cambio climático, y la eutrofización, entre otros.
Las Directrices de la OMS sobre la Calidad del Aire publicadas en 2005 –y que se esperaba difundir actualizadas en 2020-- señalan que mediante la reducción de la contaminación con partículas (PM10) de 70 a 20 microgramos por m3 (μg/m) es posible disminuir en un 15% la cifra de decesos relacionados con la contaminación del aire por partículas (PM), ozono (O3), dióxido de nitrógeno (NO2) y dióxido de azufre (SO2), en todas las regiones de la OMS.
Estas partículas, prosigue la OMS, son un indicador representativo común de la contaminación del aire y afectan a más personas que cualquier otro contaminante al ser una compleja mezcla de partículas sólidas y líquidas de sustancias orgánicas e inorgánicas suspendidas en el aire compuestas por sulfatos, nitratos, amoníaco, cloruro de sodio, hollín, polvos minerales y agua.
A su vez, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático señala a las partículas ambientales o aerosoles como uno de los contaminantes atmosféricos de mayor impacto en el clima, a pesar de que tienen una vida media más corta que los gases de efecto invernadero.
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