Hace 30 años, el aire limpio en la Ciudad de México era un bien escaso. En ese entonces, la Organización Mundial de la Salud la consideró como la ciudad más contaminada del mundo por sus altos niveles de bióxido de azufre, plomo y partículas suspendidas.

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Hoy en día esos contaminantes han desaparecido o se han podido reducir en más de un 70% y el aire de la ahora Megalópolis ha vuelto a ser respirable la mayor parte del año.

Pero aún no es suficiente. Seguimos teniendo horas del día con altos niveles de ozono (O3) y partículas finas menores a 2.5 micrómetros (PM2.5), que son altamente dañinas a la salud.

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En los últimos tres años, la ciudad ha experimentado más de 90 días por arriba de la norma de ozono, siendo necesario aplicar estrictos planes de contingencia que pueden durar de uno a tres días.

Al día siguiente de aplicadas estas medidas, se logra reducir la concentración máxima de ozono entre 23% y 37%; además, se observan reducciones en contaminantes primarios: hasta un 35% de monóxido de carbono y 30% de óxidos de nitrógeno.

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Estos planes, dirigidos a proteger la salud de la población, requieren de voluntad política y un estricto cumplimiento de las leyes, con lo que se ha logrado reducir 13% la incidencia de días fuera de norma

Por esta situación, el Gobierno de México decidió crear una Comisión Ambiental de la Megalópolis, agrupando a las autoridades locales de los seis estados conurbados al Valle de México.

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Necesitaremos erradicar la quema de combustibles fósiles, incrementando sustancialmente la oferta de transporte masivo, limpio y eficiente, introduciendo energías renovables en nuestros hogares y reinventando la funcionalidad de nuestros espacios urbanos, ya que en muchas ocasiones han quedado alejados de los lugares de empleo y dotación de servicios.

La vida cotidiana en la megalópolis se deberá de ajustar a prácticas más amigables con el ambiente y de baja intensidad de carbono, pues de ello depende nuestra salud y también nuestra competitividad económica.

La coordinación y buena comunicación entre los gobiernos locales de la megalópolis y la Federación es vital para avanzar en el logro de los objetivos de calidad del aire que nos hemos trazado y la población demanda.

Los habitantes del Valle de México deseamos ver todos los días los volcanes que nos rodean, símbolo inequívoco de una atmósfera limpia. Tenemos la capacidad organizativa y los conocimientos técnicos para lograrlo. Contamos con la voluntad expresa de cambio del conjunto de la sociedad. Construyamos cada día nuestro futuro, rescatando “la región más transparente del aire”.