En el Día Mundial de la Eficiencia Energética, este 5 de marzo recordamos cómo se han introducido esquemas de eficiencia energética en México y los planes que se tienen a futuro.

La eficiencia energética es la actividad de ahorrar energía respecto a la manera de consumirla. En pocas palabras, hacer más cosas con menos energía.

El concepto surgió como una posibilidad disciplinar, derivada de las crisis petroleras ocurridas en los años 1973 y 1979, cuando el alza en los costos de los insumos energéticos motivó la necesidad de idear maneras de seguir produciendo con menos energía para, al menos, mantener los costos. Este fue el punto de quiebre de una nueva manera de medir la productividad: a menor cantidad de energía por cada producto o servicio obtenido, se es más eficiente, y por lo tanto, más productivo.

A partir de aquel momento crítico convertido en una oportunidad, los países crearon iniciativas que luego se tornaron en instituciones de eficiencia energética, mismas que han evolucionado y perdurado hasta nuestros días. En los últimos años se han multiplicado las organizaciones civiles, empresas y especialistas independientes que se dedican a esta disciplina.

En México, los primeros esfuerzos documentados en este rubro, datan de 1980, cuando la Comisión Federal de Electricidad (CFE) creo el Programa Nacional para el Uso Racional de la Energía Eléctrica (Pronuree) que tenía como propósito difundir información en torno al ahorro de energía y a las alternativas energéticas para diferentes usuarios[1], aunque los resultados no fueron los esperados.

No es sino a partir de la creación de la  Comisión Nacional para el Ahorro de Energía <CONAE>, actualmente Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía <Conuee>) en 1989, el FIDE en 1990 y el Fideicomiso para el Aislamiento Térmico de la Vivienda (Fipaterm) en 1992, que se lograron ahorros de energía representativos en el país.

Hay que destacar que las normas oficiales mexicanas (NOM) de eficiencia energética fueron elaboradas por la Secretaría de Energía (Sener) a través de la Conuee, como el principal instrumento y el más benéfico en cuanto costo/efectividad para ahorrar energía en los diferentes sectores productivos, de manera sostenida y con impacto en productores, comercializadores y usuarios finales.

En la breve historia de la eficiencia energética en México han existido importantes programas federales para la sustitución de equipos convencionales por sus equivalentes de alta eficiencia. Recordemos el de sustitución de focos incandescentes por lámparas fluorescentes compactas, el multicitado “Cambia tu viejo por un nuevo”, en el que se sustituyeron millones de refrigeradores y aires acondicionados, entre otros que han contribuido al salto tecnológico y al ahorro de millones de kWh.

Hoy en día la eficiencia energética ha dejado de ser una opción para las empresas y las naciones y se ha tornado en una necesidad, pues además de aumentar la competitividad y garantizar la sostenibilidad de los recursos energéticos, se ha vuelto vital en el combate al problema global del cambio climático. De hecho, se considera la principal medida de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero, por encima incluso de la aportación de las energías renovables, en lo que se considera el escenario mundial eficiente.

Por ejemplo, en el tema de enfriamiento, hay diversos frentes de abordaje respecto a la eficiencia energética, uno de ellos es el que se trabaja en la Unidad Protocolo de Montreal de la Semarnat, que a través de la Enmienda de Kigali, posibilitará acciones de eficiencia energética en equipos de refrigeración y aire acondicionado para contribuir a su misión principal: la reducción de los hidrofluorocarbonos (HFC), potentes gases de efecto invernadero.

En este contexto, la Enmienda de Kigali abonará al desarrollo de proyectos de mejora con usuarios finales de los equipos mediante proyectos piloto, la actualización de la industria mediante diseños más eficientes y proyectos de reconversión tecnológica para el uso de refrigerantes de bajo GWP, aunado al fortalecimiento de los procesos de recolección y disposición final de los equipos, coadyuvando al acceso de nuevas tecnologías en poblaciones vulnerables.

La eficiencia energética no implica la reducción de los beneficios y comodidades que hasta ahora se han logrado a través de aparatos y procesos que hacen la vida más sencilla y digna; al contrario, esta actividad busca mantener todas esas ganancias producto de la tecnología y el desarrollo científico, pero incorporando el uso eficiente de la energía.

México es un país que tiene grandes oportunidades de ahorro de energía a través de medidas de eficiencia energética en todos sus sectores productivos. Por ello es importante seguir desarrollando capacidades que atiendan esta tarea y contribuyan con mayor fuerza al desafío nacional y global por la sostenibilidad y el combate al cambio climático.