Cada septiembre, las mexicanas y los mexicanos recordamos vivamente la mitología y la historia que nos han ido conformando como nación arraigada en la naturaleza. Dos símbolos patrios --el escudo y la bandera nacional-- constituyen una celebración de la biodiversidad, un himno a la vida.

La Ley sobre el escudo, la bandera y el himno nacionales describe así los dos primeros símbolos: un águila (real) mexicana -- Aquila chrysaetos--  en actitud de combate (…) posada su garra izquierda sobre un nopal florecido que nace en una peña que emerge de un lago, y que sujeta con la derecha y con el pico, en actitud de devorar, a una serpiente –víbora de cascabel-- curvada.

Completan el cuadro varias pencas del nopal que se ramifican a los lados. Dos ramas, una de encino al frente del águila y otra de laurel al lado opuesto, en semicírculo inferior, las cuales se unen por medio de un listón dividido en tres franjas que, cuando se representa el Escudo Nacional en colores naturales, corresponden a los de la Bandera Nacional, prosigue la ley.

El biólogo Matías Domínguez Laso (Quetzalcóatl, un emblema nacional) refiere en el libro Escudo Nacional. Flora, fauna y biodiversidad, Semarnat-Secretaría de Cultura-INAH-Museo Nacional de Antropología, 2017, que el Escudo Nacional encarna el mito fundacional de la ciudad de Tenochtitlan, hoy Ciudad de México.

Sobre la escena en que el águila real posada sobre un nopal sostiene a una víbora de cascabel, explica que simboliza el triunfo del Sol sobre la Tierra, el ciclo diario del día y la noche, y es una metáfora de la invasión de los pueblos nómadas del norte (el fiero Dios Huitzilopochtli, el águila) sobre los pueblos agrícolas de Mesoamérica (el sabio dios Quetzalcóatl: la serpiente).

Esta serpiente de cascabel es --señala Domínguez Laso-- uno de los elementos biológicos más representativos en el Escudo Nacional y se identifica por su sonaja o cascabel al final de la cola, los rombos del dorso del cuerpo y los largos colmillos que sobresalen de sus fauces.

Documenta que si bien estos reptiles existen en todo el Continente Americano, la riqueza de especies se incrementa hacia el sur del territorio nacional y alcanza su máximo valor en el centro-noroeste de Oaxaca, lo que demuestra que la historia de las cascabeles está estrechamente ligada a la historia evolutiva geológica y climática que origina la diversificación del género Crotalus.

En su ensayo “El águila, el nopal, ¿y la serpiente? De la realidad al símbolo, del símbolo a la realidad”, inserto en Escudo Nacional, Flora, fauna y biodiversidad, el antropólogo Eduardo Matos Moctezuma esclarece la presencia de la serpiente de cascabel como elemento de estos pasajes de nuestra historia.

Los tlacuilos (cronistas precortesianos y de la Colonia) plasmaron, según sus tradiciones orales, en los códices Aubin y Mendocino y en el Mapa de Tepechpan al águila sobre el nopal a veces con pájaros en el pico, o con una serpiente, o sin nada. Pero en posteriores documentos siempre apareció la cascabel.

En 1810, al iniciar la lucha armada, Miguel Hidalgo y Costilla porta el pendón con la imagen de la Guadalupana. Al recaer el mando en el generalísimo José María Morelos, este adopta además la efigie del águila parada sobre el tunal, como lo atestigua una bandera de su ejército de 1812, sin que aparezca la serpiente.

Dice Matos: las figuras del águila y el nopal redimían antiguas creencias, con lo cual los insurgentes respondían a la necesidad imperiosa de volver a instaurar el cordón umbilical del México independiente con el México prehispánico, negado y destruido por los españoles, y esta es una de las razones principales por la que el antiguo símbolo de Huitzilopochtli y de la ciudad tenochca fuera elegido para ocupar su sitio en la bandera y el escudo de México.

El 24 de febrero de 1821 aparece, sin el ofidio, la bandera del Ejército Trigarante, de Agustín de Iturbide y Vicente Guerrero, y tampoco figura la serpiente en el pendón tricolor que decreta Iturbide el 2 de noviembre del mismo año.

Por extraño que parezca, fue el emperador Maximiliano de Habsburgo, quien acogió un escudo europeizado que sin embargo ostentaba al centro y en cada esquina el águila de frente devorando a una serpiente y parada sobre un nopal. Benito Juárez le agregó otros elementos naturales: las ramas de olivo y encino, lo que mantuvo Porfirio Díaz aunque con leves cambios en los colores del escudo.

Venustiano Carranza decretó, el 20 de septiembre de 1916, incorporar al águila de perfil con los mismos elementos naturales: águila, nopal y serpiente de cascabel, con un semicírculo inferior de hojas de laurel y encino.

El Escudo Nacional se imprimió por primera vez en la edición original de la Constitución de 1917. Lo realizó Jorge Enciso, artista que se nutrió en el cosmopolitismo de finales del siglo XIX y de los aires nacionales de principios del siglo XX.

En 1973 Luis Echeverría Álvarez ordenó el diseño actual que presenta un ave más esbelta y erguida, de penacho erizado, sosteniendo en el pico una serpiente de cascabel, las alas más juntas y un nopal extendido de manera horizontal enraizado en la tierra que emerge del agua. La guirnalda de encino y laurel unidos con festón tricolor complementan el cuadro estético y simbólico.

Nuestro emblema patrio es reconocido como uno de los más hermosos del mundo por contener distintos elementos naturales: el águila real, la serpiente de cascabel, el nopal, los caracoles, el laurel y el olivo, el agua con su doble sentido de líquido vital y de agua de fuego (atlachinolli o agua de guerra), el aire y la tierra.

La biodiversidad se recrea y enaltece en la Bandera Nacional que en su centro porta el Escudo Nacional que compendia la riqueza y fortaleza de nuestra nación.