Las cactáceas son plantas muy familiares para los mexicanos. ¿Quién no ha probado los deliciosos néctares de sus tunas, ha saboreado algún platillo preparado con los típicos nopales, se ha fascinado al contemplar la delicadeza de sus exquisitas y efímeras flores, o se ha deleitado al escuchar el sonido de una gaita o de un palo de lluvia fabricados con la madera de estos vegetales?

Nopales, cactus columnares y biznagas son celebrados cada 10 de octubre, Día Nacional de las Cactáceas, --efeméride establecida por el Senado de la República-- plantas que de costa a costa y de frontera a frontera están en nuestra memoria colectiva, aunque a veces poco sabemos de estas maravillas naturales de poderosa presencia hasta en sitios insospechados, desde las tierras más áridas, matorrales y pedreras, hasta los bosques no sólo de México, sino de toda América.

Populares en todo el mundo por la belleza de sus tallos, flores, espinas, colores, y sobre todo por su capacidad de sobrevivir mucho tiempo sin agua, las cactáceas se conocieron por primera vez en Europa después de la invasión del siglo XVI al Continente Americano.

Las primeras especies extraídas de estos territorios fueron los nopales, a los que llamaron “higos chumbos” por su semejanza con el higo, inclusive el nombre científico de Opuntia ficus-indica proviene de ficus: planta del higo; indica, de la India, porque se creía que el este Continente era la India, explica el Manual Práctico de Conservación de Cactáceas y otras Suculentas Mexicanas, publicado por la Comisión Nacional Forestal (Conafor).

La Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) clasifica a esta familia de plantas con flores en tres grupos: los nopales, del náhuatl nopalli, de nochtli, tuna, y palli, hoja), y el xoconostle: del náhuatl, xococ, agrio, y nochtl, tuna: tuna agria, de tallos aplanados como raquetas y con frutos conocidos como tunas. También se incluyen las chollas y tencholotes, de tallos cilíndricos delgados cubiertos de espinas.

Los cactos alargados, chaparros y redondos en forma de barril y en forma de candelabros, y que se conocen como órganos, cardonales, candelabros, biznagas, liendrillas, borregos, peyotes, chiotillas, jiotillas, quiotillas, garambullos o padresnuestros, pitayas, pitayo de abuelito, tetechos, cabezas de viejos, viejos y viejitos, algunos de los cuales pueden vivir más de 500 años, agrega.

El tercer grupo incluye pocas especies conocidas como cactos con hojas o árbol del matrimonio, y se consideran las especies más primitivas de la familia, afirma Conabio.

El Manual de Conafor cifra en cerca de 1,500 estas especies nativas de nuestro continente, con distribución desde Canadá hasta la Patagonia, en Argentina, incluidas las Antillas. Pero México alberga la mayor riqueza de ellas, con alrededor de 700 especies, es decir, cerca del 40% de la familia, porcentaje que hace a nuestro país el más rico en diversidad y endemismos, ya que casi el 85% de las mismas no habitan en ningún otro lugar.

El mismo Manual menciona las entidades federativas con mayor número de especies de cactus: Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí y Oaxaca, los cuales albergan igualmente numerosos ejemplos de endemismos.

Ejemplifica: en Coahuila Echinocereus nivosus es una especie muy restringida y con graves problemas que amenazan su pronta extinción, mientras de Mammillaria lenta se cuentan escasos ejemplares en su hábitat natural. Entre más de 20 ejemplos de Nuevo León, Conafor cita “Ariocarpus scaphirostris, cuya población está reducida a una sola localidad con tendencias a la desaparición por la sobrecolecta y otros factores que erosionan el lugar como la ganadería caprina”.

De San Luis Potosí refiere que habitan, entre otros cactus en peligro de extinción: Ariocarpus bravoanus, Pelecyphora aselliformis y Turbinicarpus lophophoroides. En tanto que en Oaxaca Mammillaria hernandezii y Ortegocactus macdougallii son algunas de las especies con menor área de distribución, y en Hidalgo los cactos columnares conocidos como “viejitos” (Cephalocereus senilis), son saqueados para el comercio nacional e internacional.

Conabio indica: “En los desiertos Chihuahuense y Sonorense, así como algunos valles de Hidalgo y Querétaro se encuentra cerca del 60% de los géneros de México, de los cuales, 25% son propios o exclusivos del país. Además cerca del 44% de los cactus mexicanos crecen sólo en esta extensa región, de las cuales posiblemente más de 400 son propios de México (Arias, 1997). También en la región de Tehuacán-Cuicatlán, en los estados de Puebla y Oaxaca existe una gran diversidad de cactos”.

La biología de los cactus muestra la inteligencia de estas plantas, ya que su cuerpo está formado de un tallo columnar, esférico o aplanado y grueso de tejidos de almacenamiento muy desarrollados para almacenar nutrientes como agua y sales minerales, de acuerdo con distintos autores.

Sus hojas muy pequeñas, o modificadas generalmente en espinas, reducen la pérdida de agua y estos punzones las protegen de los depredadores, ayudan a la dispersión cuando se adhieren a la piel de algún animal, producen sombra y dan protección al tallo reflejando los rayos del sol, incluso pueden formar una coraza, la cual condensa la humedad y la dirige hacia las raíces, según Arreola, 1997, citado por el portal de Conabio.

Ecológicamente en las regiones áridas dan protección a gran cantidad de especies. Muchas aves, reptiles y mamíferos utilizan sus ramas, troncos y raíces para hacer sus nidos y madrigueras. Sus hermosas flores y apetitosos frutos alimentan a gran diversidad de insectos, aves y murciélagos. Además, protegen el suelo contra la erosión y captan el agua y la humedad. Muchas especies de cactus crecen bajo la sombra y protección de otros arbustos conocidos como “nodrizas”.

Esta Comisión nos recuerda que los cactus proporcionan cobijo y sustento a muchas especies, incluidos los seres humanos, y llama a no destruirlos. Por el contrario, exhorta a ayudarlos a mantenerse y propagarse, junto con las plantas nodrizas, bajo las cuales crecen y se desarrollan diversas especies de cactáceas.

Muchas especies de cactus están amenazadas a consecuencia de la extracción ilegal para comercializarlos dentro y fuera del país, por lo que comprarlos contribuye a depredar estas especies cuando su procedencia es ilegal.

Es mejor gozar la belleza de estos vegetales erguidos en los variados paisajes del territorio nacional, y disfrutar sus flores, semillas y frutos, lo mismo que la música que emana de instrumentos fabricados con ellos. Si los protegemos y conservamos, la biodiversidad tiene una gran recompensa para todos y todas.