Los habitantes del mundo tenemos responsabilidades que asumir ante las especies de flora y fauna del planeta. Sin la presencia humana, muchas de ellas tendrían mayores posibilidades de sobrevivencia. Es el caso de las tortugas marinas, uno de los animales más amenazados del planeta y a su vez uno de los más longevos.

Unos 200 millones de años atrás, estos quelonios convivieron con los dinosaurios, pero en nuestros días, seis de las siete tortugas marinas que existen se encuentran en peligro de extinción, de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, (UICN) que recoge en su lista roja siete especies de tortugas amenazadas, de las cuales México alberga seis.

Estos pacíficos y carismáticos reptiles enfrentan una serie de peligros. Su crecimiento poblacional y conservación han estado amenazados por diversos factores, hasta ser declaradas en peligro crítico, con una alta vulnerabilidad y en riesgo de extinción.

En los océanos las tortugas se encuentran con la contaminación por fuga de combustibles de naves marítimas, con una infinita cantidad de desechos plásticos y basura y con los cambios climáticos ocasionados por las modificaciones de temperatura de mares y océanos que afecta no solo la calidad de vida, sino la movilización de estas especies.

En México hemos sabido que la utilización de redes para la pesca sostenible pueden atrapar a estas especies, herirlas y provocarles la muerte. Además, sufren la presencia de depredadores (seres humanos y otros animales) en la época de desove e incubación de huevos, y también la caza furtiva e indiscriminada para la comercialización de su carne, caparazón y huevos en el mercado ilegal.

Ante esa situación, la UICN impulsa la celebración, cada 16 de junio, del Día Mundial de las Tortugas Marinas, con el propósito de crear conciencia entre la población del peligro que corren y las amenazas que acechan a estos animales, así como involucrar a la humanidad en el cuidado y supervivencia de la especie, para lo cual se cuenta con el apoyo de innumerables organizaciones ecologistas y ambientales.

Archie Carr, un conservacionista de Alabama, Estados Unidos, que se dedicó a las tortugas marinas, nacido el 18 de junio de 1909, dio origen a esta efeméride por haber dedicado una ardua labor a la conservación de las tortugas marinas, tanto en su país de origen como en Costa Rica.

Caracterizadas por el caparazón que forma parte de su esqueleto, el cuerpo de una tortuga se conforma de 50 huesos. Las tortugas marinas son reptiles omnívoros; se alimentan de corales, algas, calamares y medusas, que consumen con una dentadura conformada por picos de queratina ubicados en la parte superior de sus bocas.

En las épocas de reproducción e incubación de huevos suelen volver al lugar donde nacieron. Pueden incubar más de 100 huevos en un lapso de 60 días. Los esfuerzos para su conservación toman relevancia porque su índice de sobrevivencia es muy bajo: se calcula que una de cada 1.000 crías sobrevive y alcanza la edad adulta.

Toma conciencia de la importancia de estas especies marinas. Si observas alguna de estas tortugas saliendo o regresando al mar, avisa a las autoridades de la zona, pero no te acerques a ellas. Si las ves desovar no toques a estos animales y tampoco consumas sus huevos. Si al caminar por la playa encuentras un nido, no lo pises. Evita dejar basura en la playa e, incluso en la ciudad que habites, no arrojes plásticos al medio ambiente, pues con las lluvias son arrastrados al mar y consumidos por las tortugas al confundirlos con alimentos.

Tu ayuda puede ser de enorme importancia para preservar estas especies acercándolas al mar, pues aunque en el mar les asechan tiburones, orcas, cocodrilos, en tierra son devoradas por zorros y tejones, entre otros. Y es que, aunque pueden desarrollar velocidades de entre 27 km/h a 35 km/h, se mueven tan despacio que cuando se ven amenazadas solo retraen su cabeza y su cuello dentro del caparazón para resguardarse de las hostilidades externas dentro de su pequeña fortaleza. Las que se salvan pueden migrar largas distancias y vivir entre 150 y 200 años.

El ser humano es el otro gran depredador de los quelonios marinos. Cuando se quedan atrapadas en las redes de pesca mueren ahogadas, pero también afecta la destrucción de su hábitat, ya que el desarrollo costero destruye sus lugares de anidación y se agrega la contaminación por plásticos, la caza furtiva para aprovechar su carne, los caparazones y los huevos de las tortugas, que son considerados un producto delicioso en algunas culturas, además del cambio climático que incide en la elevación del nivel del mar y la creciente intensidad de las tormentas, son reales amenazas para estas especies de caparazón.

Organizaciones como Wild World Life (WWF) trabajan por la conservación de las tortugas marinas. Uno de sus programas es Adopta una tortuga, en tanto que la Fundación para la Conservación y Recuperación de Animales Marinos invita a apadrinar una tortuga.

Si lo tuyo es la naturaleza, no te pierdas el espectáculo de ver a las tortugas después de la eclosión de los huevos, entre los meses de agosto y diciembre. Puedes programar tus vacaciones para viajar a las playas de Oaxaca, entre Huatulco y Puerto Escondido; La Escobilla y Mazunte son dos sitios relevantes para la anidación y el desove, principalmente de tortuga golfina. Por cierto en Mazunte se ubica el Centro Mexicano de la Tortuga, donde trabajadores de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas realizan grandes esfuerzos para colectar huevos, cuidarlos en incubadoras especiales y, al nacer las tortuguitas, las llevan al mar.

En playas de Akumal, en la Riviera Maya, de noviembre a mayo encontrarás y podrás ayudar a los bebés de las especies prieta, laúd, carey y golfina para que lleguen al mar, pues si bien la distancia en la playa para llegar al mar es corta, para los pequeños quelonios representa todo un desafío lograrlo.