Por una urbanización sostenible, el Día Mundial de las Ciudades 2020 se conmemora en medio de una pandemia que puso a la vista de las más altas instancias internacionales la falta de reconocimiento a la aportación económica, social, cultural y ambiental de las comunidades, las mujeres y los trabajadores informales.

Surgida en 2014 para resaltar asuntos relacionados con la urbanización sostenible, la celebración de este 31 de octubre es inusual. Se guía por el tema Mejor ciudad, mejor vida y el subtema Valorar nuestras comunidades y ciudades, y devela acciones cotidianas de gran valor que, sin embargo, son trivializadas hasta la indiferencia.

El Informe de las Ciudades del Mundo 2020 de ONU-Hábitat llama a reflexionar sobre nuestras ciudades y pensar en su futuro, porque en los últimos 12 meses, la vida en nuestras urbes cambió drásticamente: el impacto en la salud por el COVID-19, junto con los trastornos sociales, políticos y financieros, remodela la vida urbana en todo el mundo de una manera sin precedentes.

Desde Nakuru, Kenia, sede conmemorativa, se transmitirá un video del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, que leerá su Informe de Política sobre el Impacto de COVID-19 en las Mujeres en el que revela que aun antes de la pandemia ellas “ya hacían tres veces más trabajo doméstico y de cuidados no remunerado que los hombres, economía invisible de impactos reales en la economía formal”.

Por tanto, pide que “las estructuras económicas futuras sean más inclusivas y resilientes y reconozcan, reduzcan y redistribuyan el trabajo de cuidados no remunerado de una vez por todas”.

ONU-Hábitat advierte que si bien la urbanización tiene el potencial de crear oportunidades para una vida mejor, proporcionar caminos para salir de la pobreza y actuar como un motor del crecimiento económico, el COVID-19 ha demostrado que la contribución de las diversas comunidades en las ciudades a menudo se reconoce de manera limitada, si es que se reconoce, pese a que las comunidades son el elemento vital de las ciudades y son pilares esenciales que aportan el valor económico, ambiental y social que conduce a una mejor calidad de vida para todas las personas.

El texto, aún sin lanzamiento, indica que “a medida que los gobiernos nacionales y locales adoptan diversas respuestas al COVID-19, sobresale el papel y el valor de las comunidades en los entornos urbanos que obliga a reconsiderar la importancia de las acciones locales para la recuperación y la resiliencia urbana”.

En contraparte, “la pandemia revela la debilidad central de muchos sistemas urbanos, como las economías que dependen demasiado de los mercados mundiales y nacionales, y exhibe un reconocimiento insuficiente de la contribución y la importancia de los actores y redes locales, sociales y económicas”.

Aboga por las comunidades, ya que son “innovadoras, creativas, resilientes y proactivas para encontrar soluciones, especialmente durante las crisis”, y pronostica que la manera en que las ciudades logren movilizar a sus comunidades, en términos de grupos de identidad, ubicación y estado económico para abordar desafíos como la pandemia de COVID-19, el clima y la desigualdad, contribuirá a su éxito”.

Además, las comunidades desempeñan un papel clave en la preservación y restauración del medio ambiente en las ciudades, así como el desarrollo de respuestas innovadoras a los desafíos climáticos y la construcción de resiliencia urbana. Participan en la coproducción de conocimiento y la adopción de acciones concretas que apoyen las agendas climáticas y ambientales desarrollando respuestas innovadoras y específicas del contexto que libran.

La pandemia ha demostrado claramente el papel del trabajo comunitario para hacer que las ciudades sean resilientes y funcionales, pues las comunidades se han organizado para responder a la interrupción de las cadenas de suministro económico y de alimentos, y para apoyar muchas funciones vitales de la ciudad.

En asentamientos informales y barrios marginales, dice, las comunidades están lidiando con las dificultades adicionales creadas por la pandemia, y aportan una contribución significativa a las respuestas locales, mientras los hogares contribuyen al proporcionar un entorno propicio para trabajar y estudiar en casa.

El desafío, plantea, es garantizar que el valor de las comunidades se mantenga más allá del brote del virus, para que estén en el corazón de la construcción de las ciudades sostenibles.

En otro apartado indica que el 90% de los trabajadores en los países en desarrollo se ganan la vida mediante la economía informal que, según el Banco Mundial, representa el 61% del empleo total global. En países desarrollados los trabajadores formales también están realizando actividades laborales de riesgo que los exponen al contagio de COVID-19, mientras los trabajadores a domicilio y los ocasionales, los vendedores ambulantes y las mujeres que realizan labores domésticas, corren grandes riesgos al ayudar al funcionamiento de las economías urbanas.

Pide, por tanto, reconocer que todos estos trabajadores realizan trabajos de alto riesgo, lo que los coloca en la primera línea de exposición al virus.

Con sentido de urgencia, el Informe Ciudades del Mundo 2020 exhorta a repensar radicalmente los paradigmas de gobernanza y planificación urbana hacia aquellos que faciliten la transición de los trabajadores y las unidades económicas de la economía informal a la formal.

Considera necesario que todos los esfuerzos económicos se tengan en cuenta de manera más estratégica en las discusiones sobre el valor económico de las ciudades para trazar un futuro económico más sostenible de las ciudades, en particular, cómo las comunidades y los hogares están contribuyendo al desarrollo sostenible y desempeñan un papel social y económico clave.

 

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