Las vivencias que un virus suscitó en 2020 en todas las sociedades, círculos científicos, académicos y médicos, gobiernos y organismos internacionales, han sacudido conciencias y plantean la necesidad de emprender sin regateos un trabajo de educación ambiental de gran calado con creatividad, compromiso y determinación.

Al conmemorarse este 26 de enero el Día de la Educación Ambiental, proclamado en 1975 en la fecha que se suscribió la Carta de Belgrado, es oportuno reflexionar seriamente sobre la formación de ciudadanos ambientalmente responsables, transitar hacia sociedades sostenibles y sobre qué tan pertinente es mantener un modelo de desarrollo que sólo ha visto la naturaleza como proveedora de bienes para un consumo desbocado.

Atinadamente, los representantes de las 70 naciones que en Yugoslavia firmaron hace 46 años el documento de Belgrado, vislumbraron una transformación hoy más urgente que entonces, y definieron seis puntos capitales de ese anhelo para ayudar a las personas y a los grupos sociales a involucrarse activamente en el logro de esos objetivos.

El primer punto, para generar una toma de conciencia que propicie adquirir mayor sensibilidad y conciencia del medio ambiente en general. El segundo, aportar conocimientos para adquirir una comprensión básica del medio ambiente en su totalidad, de los problemas conexos y de la presencia y función de la humanidad en él, lo que entraña una responsabilidad crítica.

Un tercer punto es propiciar que personas y grupos sociales asuman actitudes fundadas en valores con un profundo interés por el medio ambiente que los impulse a participar activamente en su protección y mejoramiento.

En el cuarto lugar, la Carta de Belgrado plantea apoyar a individuos y colectividades para que desarrollen las aptitudes necesarias para resolver los problemas ambientales y, en quinto sitio, fomentar que puedan adquirir una capacidad de evaluación sobre las medidas y programas de educación ambiental en función de los factores ecológicos, políticos, sociales, estéticos y educativos.

El punto seis se refiere a incentivar la participación, lo que es de gran relevancia para que personas y grupos sociales desarrollen su sentido de responsabilidad y tomen conciencia de la urgente necesidad de prestar atención a los problemas ambientales para asegurar que se adopten medidas adecuadas al respecto.

Bajo el auspicio de la UNESCO, en 1977 la primera Conferencia Intergubernamental de Educación Ambiental celebrada en Georgia (entonces República Socialista de la Unión Soviética), adoptó la Declaración de Tbilisi, en la cual se establecieron tres grandes objetivos para la educación ambiental:

-       Fomentar una clara conciencia y una preocupación por la interdependencia económica, social, política y ecológica en áreas urbanas y rurales.

-       Proporcionar a cada persona las oportunidades para adquirir el conocimiento, valores, actitudes, compromiso y habilidades para proteger y mejorar el medio ambiente.

-       Crear nuevos patrones de comportamiento hacia el medio ambiente.

Lo anterior demuestra que ya desde hace más de cuatro décadas la educación ambiental se observaba como un proceso permanente que debía dar respuesta a la crisis civilizatoria que afecta al planeta, y en la cual deben converger todas las áreas del conocimiento que contribuyen a comprender las relaciones que, a través de su historia, los seres humanos han establecido con su medio ambiente.

La Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, a través del Centro de Capacitación para el Desarrollo Sustentable (Cecadesu), redimensiona los planteamientos de Belgrado y Tbilisi y, en la celebración 2021 del Día de la Educación Ambiental, propone a instituciones de gobierno, organizaciones de la sociedad y público en general ir más allá de producir, difundir y aprender contenidos sobre temas ambientales.

En ese tenor, Cecadesu promovió realizar vía remota conversatorios, talleres, foros, conferencias magistrales y actividades artísticas durante la Semana de la Educación Ambiental, del 25 al 29 de enero del año en curso, con la participación de expertos en distintas áreas del conocimiento, la gobernanza, el arte y la cultura, dispuestos a contribuir al fortalecimiento de la educación ambiental en México.

Educación formal, educación no formal, educación ambiental y otros enfoques, participación social, artes y cultura ambiental y políticas públicas e institucionalización de la educación ambiental son los temas incluidos en el espacio de reflexión y análisis que habrán de fructificar en  el fortalecimiento de la educación ambiental en este país, en el reconocimiento de los avances y las tareas pendientes de este campo y en la vinculación de aspectos teóricos y prácticos mediante el trabajo colaborativo.

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