De acuerdo con datos de Naciones Unidas, el 15% de la población mundial que vive en los países de altos ingresos es responsable del 56% del consumo total del mundo, mientras que el 40% más pobre, en los países de bajos ingresos, es responsable del 11%.

Se señala que los niveles actuales de consumo y producción, basados en la superficie productiva media ecológica mundial, superan en un 25% la capacidad ecológica de la Tierra, lo que significa que incluso a los niveles actuales, la humanidad está gastando el capital natural del planeta a un ritmo considerable.

En el Día mundial contra el consumismo, que se conmemora el 25 de noviembre, organizaciones ecologistas, sociales y políticas exhortan a un consumo responsable, un cambio de hábitos que respondan a cubrir las necesidades reales y a optar por un mercado de bienes y servicios que favorezca la conservación del medio ambiente y la igualdad social.

De acuerdo con el libro “En un mar de residuos: el cambio necesario”, publicado en 2015 por la Semarnat con la colaboración de la UNAM, las generaciones nacidas entre los siglos XX y XXI somos responsables de producir la mayor cantidad de residuos en nuestra historia como especie.

Por ejemplo, se estima que un estadounidense nacido en la década de los noventa será responsable, de manera directa o indirecta, de la generación de aproximadamente un millón de kilogramos de desechos atmosféricos, diez millones de kilogramos de desechos líquidos y un millón de kilogramos de desechos sólidos.

El consumo responsable considera las condiciones sociales y laborales del entorno de producción y sus efectos medioambientales. Sigue la ruta del producto final desde la obtención de la materia prima, la elaboración y el ensamblado del producto, el sistema de distribución y su manejo para colocarlo en anaquel.

Los consumidores responsables no pierden de vista el impacto ambiental del producto según su ciclo de vida (duración y tiempo de degradación), proceso de producción, transporte, distribución, consumo y desechos que genera, así como su huella ecológica, resultado del estilo de vida y hábitos de consumo.

Uno de los graves problemas de la degradación ambiental en México lo constituyen los residuos sólidos y la incapacidad de los municipios de llevar a cabo su adecuada gestión, es por ello que la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales busca inducir la adopción de prácticas productivas y de consumo para reducir el uso de los recursos, la degradación y la contaminación a lo largo del ciclo de vida de bienes y servicios, promoviendo la economía circular y una nueva cultura ambiental que impulse la modificación de nuestro estilo de vida.

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