Más que dos colores distintos, Black Friday y Green Friday son dos enfoques sobre el consumo de productos. La primera expresión alude al cuarto viernes de noviembre, que en Estados Unidos es después del Día de Acción de Gracias, y consiste en una jornada de ventas pre navideñas con significativas rebajas tanto en el pequeño comercio como en los grandes almacenes. La segunda combate la fiebre consumista que genera la primera y tiene un sentido ecologista.

El término Black Friday surgió alrededor de 1961 en Filadelfia, Estados Unidos, para describir el denso tráfico de gente y vehículos que abarrotaba las calles al día siguiente de Acción de Gracias. Pero también alude a las cuentas de los comercios que por el volumen de ventas pasaban en esa fecha de números rojos a números negros, o sea, de pérdidas a ganancias. Se popularizó hacia 1966, y se extendió al resto de ese país en 1975.

En contraparte, el artista plástico Ted Daved fundó en septiembre de 1992 el Buy Nothing Day en Vancouver, Canadá, ahora conocido como Green Friday, y en 1997 lo promovió la revista Adbusters, también en Canadá, como un día para que la sociedad examine el problema del consumo excesivo. En el año 2000, casi todas las cadenas de televisión importantes, excepto CNN, negaron el tiempo publicitario a algunos anuncios de Adbusters que promocionaban el Día de No Comprar.

Pronto comenzaron a aparecer campañas en Estados Unidos, Reino Unido, Israel, Austria, Alemania, Nueva Zelanda, Japón, Países Bajos, Francia, Noruega, Finlandia y Suecia. Hoy participan al menos 65 países en el Green Friday. Este año se conmemora el 25 de noviembre, una semana después del inicio del Buen Fin en México.

El Black Friday se propagó allende las fronteras estadounidenses como una temporada de intensa actividad comercial, y llegó a México a fines de noviembre de 2011 con duración de 4 días o más con el nombre de Buen Fin, impulsado por organizaciones empresariales y banqueros.

Los mensajes y acciones de los ecologistas son claros y contundentes en defensa del medio ambiente, pero también de los derechos laborales de los trabajadores. Promueven campañas para exigir productos sin colorantes, sin transgénicos, sin grasas trans y sin trabajo precario. Protestan porque los países ricos, que constituyen el 20% de la población mundial, consumen el 80% de los recursos naturales del planeta, lo que genera daño ambiental y una injusta distribución de la abundancia.

Fundación Aquae puntualiza: el Día Internacional Nothing Buy es de protesta contra el consumismo. En América del Norte, el Reino Unido, Finlandia y Suecia, el Día de No Comprar Nada es simultáneo al Viernes Negro; en otros lugares, se realiza al día siguiente, el último sábado de noviembre.

Explica que las organizaciones ambientalistas buscan que se haga un consumo responsable, frente al modelo de consumo despilfarrador e individualista que contribuye cada día más a la contaminación y destrucción del medio ambiente. El concepto del día internacional de no comprar nada se basa en el valor que se les da a las cosas, y recuerda a los consumidores que un objeto nunca nos hará felices.

En el artículoLos daños ambientales que deja el consumismo en México”, Greenpeace México reflexiona sobre “La práctica de comprar más de lo que en verdad necesitamos”, porque está pasando una factura muy cara al planeta, y se pregunta: ¿De qué tamaño es el impacto ambiental del consumo en México?

Según la investigación “El consumo en México y sus impactos en el cambio climático: ¿Cómo avanzar hacia el consumo responsable?”, realizada por el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), la Universidad Jesuita de Guadalajara (UJG) y Greenpeace, en promedio un hogar mexicano gasta al mes poco más de 10 mil pesos mensuales para la adquisición de bienes y servicios, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2018 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía.

Sin embargo, agrega el documento, no todas las personas gastan igual: en México los hogares con más recursos tienen 18 veces más ingresos que destinan al consumo, respecto de los más pobres, lo que se relaciona con las emisiones de gases de efecto invernadero y otros impactos ambientales según el nivel de ingreso de las personas.

Carnes y cereales; transporte y adquisiciones de artículos y servicios para automóviles; educación y gastos de esparcimiento; así como vivienda, servicios de conservación, electricidad y combustibles, son los cuatro rubros en los que más gastan estas familias

En México, la huella ecológica creció de 1.86 hectáreas por persona en 1961 a 2.55 para 2014. De 173 países, México ocupa el lugar 58 de consumo total de carne (64.8 kg por persona al año, cuatro veces más que lo recomendado para un consumo sostenible), con dos consecuencias negativas de esta actividad: la deforestación y el consumo excesivo de agua, pues se utiliza el 38.3% de la superficie nacional para alimentar al ganado mexicano y, por otro lado, la agricultura y la ganadería desperdician 57% del agua que utilizan.

La lista de los impactos ambientales crece. México forma parte del grupo de países que más produce y vierte plásticos no esenciales al océano, entre 250 mil a casi el millón de toneladas, de acuerdo con datos de la Semarnat analizados por la organización Oceana en México, indica el mismo texto del ITESO, la UJG y Greenpeace.

Por si faltara algo, nuestro país es el cuarto productor de envases PET desechables y produce más de 7 millones de toneladas de plástico al año; el 48% es destinado a envases y embalajes que no necesariamente terminarán siendo reciclados. En consecuencia, entre el 60% y 80% de los residuos marinos son microplásticos, indica otra investigación de Greenpeace.

Este 25 de noviembre, Día de No Comprar Nada o Green Friday, es conveniente para todos y todas, pero principalmente para la naturaleza, renunciar a la compulsión consumista y analizar con serenidad los mensajes del bombardeo publicitario que llama a comprar de todo y en abundancia, aunque no lo necesitemos.