Bolsas para basura, para ropa, para el lunch; de camiseta, resellables, antiestáticas, en rollo, con cierre, con cierre deslizable, con fuelle, planas de polietileno, de polietileno tubular, de protección liviana para almacenamiento temporal, para envíos de partes, para transportar alimentos; de protección especial para pequeñas partes y tornillería; de mayor protección para partes y herramientas industriales; para proteger perforaciones y roturas; muy gruesas para máxima protección… de un galón de capacidad, de 10, de 20, de 60 galones…

Por su ligereza e insignificante volumen, las bolsas de plástico fabricadas principalmente con polietileno de alta densidad han representado una gran solución para diversas actividades mercantiles e incluso domésticas. Pese a ser elaboradas con un plástico de muy baja calidad, ofrecen resistencia e higiene y su producción ha sido económica desde que comenzaron a utilizarse en Estados Unidos en 1957.

Pero a lo largo de su existencia, toneladas de bolsas plásticas se han ido dispersando en calles citadinas, caminos rurales, tiraderos clandestinos y confinamientos autorizados, lo mismo que en playas, bosques, montañas, ríos, mares, lagunas, océanos, cuevas y barrancas, donde su presencia revela que estamos en la Era del Plástico.

En el Día Internacional Sin Bolsas de Plástico, este 3 de julio, viene a la memoria el estudio de Jan Zalasiewicz y otros, El ciclo geológico de los plásticos y su uso como indicador estratigráfico del Antropoceno, publicado en Anthropocene, donde se afirma que desde mediados del siglo XX hemos producido tanto plástico que, si fuera microfilm, podríamos cubrir todo el planeta con una capa de ese material.

Diversos estudios indican que las sociedades hemos generado y utilizado en ese periodo un promedio de 200 bolsas por persona al año, aunque en 60 años nadie planteó qué disposición final se les debía dar y, gradualmente, ya desgarradas, se integraban cada vez más al paisaje. 

Recientemente se descubrió también que tardan entre 100 y 400 años en degradarse y, al paso del tiempo, con lluvias torrenciales y atípicas cada vez más frecuentes, las bolsas salieron a flote: se les identificó en los taponamientos de drenajes y alcantarillas como causantes de inundaciones y, al convertirse en un problema creciente, tomaron lugar en la agenda internacional del cambio climático.

Precisamente las inundaciones llevaron a Bangladesh a ser el primer país en legislar contra su uso y a establecer una prohibición total de la producción y distribución de las mismas a partir de marzo del 2002, primero en la capital, Dhaka, y luego a todas las ciudades del país.

Organizaciones locales e internacionales han llamado la atención sobre la amenaza que significan las bolsas de plástico en muchos ámbitos, ya que ensucian el paisaje y se convierten en parte del suelo, a menudo terminan en el mar y son consumidos por el plancton, los peces y las aves marinas. Pueden viajar miles de kilómetros y convertirse en grandes manchas de basura oceánica, ser lanzados a playas lejanas o hundirse en el fondo marino para convertirse en los estratos del futuro.

En océanos y tierras quedan sepultadas capas cada vez mayores de desechos plásticos y la superficie terrestre se ve notablemente alterada ya que la vida útil promedio de estas bolsas es de 15 minutos en la mayoría de los casos, y su incorrecta disposición final no sólo produce contaminación visual, sino genera también impactos ambientales, principalmente en los ecosistemas acuáticos, tales como la foto-degradación y la asfixia e inanición de la fauna.

Según algunas fuentes, la producción global de bolsas plásticas suma 500 billones de unidades, la mitad de las cuales se utilizan una sola vez. Los más mesurados dicen que anualmente se fabrican de 0.5 a 1 billón de estos objetos.

Por todo lo anterior, varias naciones han tomado la determinación de descontinuar paulatinamente la producción y uso de este tipo de producto. Estados Unidos optó por una política de acuerdos y programas voluntarios de educación y concientización sobre la problemática derivada de su uso y otros materiales de empaque, mientras Irlanda aplicó un impuesto al uso de estas bolsas lo que se tradujo en una baja en su consumo por persona de 328 a 21.

En nuestro país, algunos gobiernos locales, como el de la Ciudad de México, han adoptado la prohibición del uso de bolsas plásticas, lo que inhibe el uso indiscriminado de las mismas en el sector comercial que, ante la pandemia del COVID-19, ha pedido su retorno.