Por su belleza escénica, valor científico, educativo, recreativo e histórico, además de ser reservorios de una gran biodiversidad, tener aptitud para el desarrollo del ecoturismo, entre otras razones análogas de interés general, los parques nacionales merecen la protección más alta, y así lo establece la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección Ambiental (LGEEPA).

Como parte de la protección a esas superficies terrestres y marinas, en los parques nacionales sólo se permiten actividades relacionadas con la preservación de los ecosistemas y sus elementos, la investigación, la recreación, el turismo de naturaleza y la educación ecológica.

Por todo ello, y porque nuestro país cuenta con 67 de esas áreas naturales protegidas (ANP) que en total abarcan 62 millones 952 mil 864 hectáreas, es importante que los mexicanos los celebremos hoy, 24 de agosto, Día Internacional de los Parques Nacionales, y que los visitemos con el propósito de conocerlos, pero también de protegerlos y conservarlos para el disfrute de las generaciones venideras.

A estas extensas áreas llamadas parques nacionales se les define técnicamente como representaciones biogeográficas a nivel nacional donde se encuentra uno o más ecosistemas. Destacan entre las 182 áreas naturales protegidas (ANP) marinas y terrestres de México porque resguardan los más variados ecosistemas de asombrosa riqueza biológica, geográfica, climática y de valor cultural, científico y turístico, y porque la superficie que ocupa cada parque los coloca como la segunda ANP en importancia después de las reservas de la biósfera.

Hace ya 105 años, el bosque de Yellowstone, en Estados Unidos, fue el primero en recibir la denominación de parque nacional como parte del primer sistema de áreas naturales protegidas del mundo. Más tarde, el ejemplo cundió y surgieron ANP en los demás países. Hoy, las 193 naciones adheridas a la Organización de las Naciones Unidas cuentan con áreas naturales protegidas por instancias gubernamentales.

En México, la historia de los parques nacionales es también de larga data. Nuestra primera ANP fue declarada en 1899 por el entonces presidente Porfirio Díaz: el Bosque Nacional Monte Vedado del Mineral del Chico, en Hidalgo, considerada la primera ANP del subcontinente. Muchos años después, en 1982, se decretó como parque nacional con una superficie de 2,739 hectáreas.

De singular belleza escénica por su relieve montañoso, surcado por activo drenaje fluvial y recubierto con exuberante bosque de oyamel (Abies religiosa), el Parque Nacional El Chico conforma un mosaico natural que amalgama sobresalientes y distintivos rasgos físicos y biológicos plasmados en geoformas de gran belleza escénica como peñascos, valles y cañadas.

Densos bosques de pino, encino y oyamel e innumerables formaciones rocosas de gran belleza se encuentran en El Chico, donde la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas cuenta con un albergue alpino, aunque también hay diversos centros turísticos con instalaciones adecuadas para actividades propias del ecoturismo como el campismo, escalada en roca, pesca deportiva, ciclismo de montaña, senderismo y observación de flora y fauna, entre muchas otras.

En 1917, el presidente Venustiano Carranza le confirió el rango de Parque Nacional al Desierto de los Leones, al bosque de coníferas ubicado en terrenos de Santa Fe de la hoy alcaldía de Cuajimalpa. Pero mucho antes se comenzó a tejer la historia de esta ANP que fue sede del convento de los monjes carmelitas descalzos de 1611 a 1814, instalaciones que después fueron campo de maniobras y cuartel del Cuerpo Nacional de Artillería (1845), e incluso abrigó una supuesta fábrica de vidrio que alimentaba sus hornos con madera del bosque, pero donde en realidad se acuñaba moneda falsa.

La política de conservación ambiental de México tiene raíces en el Desierto de los Leones que, siendo un denso bosque de coníferas recibió el nombre de desierto por lo despoblado que se encontraba entonces. Numerosos manantiales de agua pura nacían ahí y abastecían a la Ciudad de México a través del acueducto de Santa Fe, por lo que fue protegido desde 1786, como lo documenta la Cédula Real del 18 de noviembre de 1803 que otorgó a la capital mexicana la propiedad exclusiva de esos manantiales.

En 1876, ante la necesidad de aprovechar los manantiales, el presidente Sebastián Lerdo de Tejada declaró los montes como zona de reserva forestal e interés público y decidió la conservación del Bosque Desierto de los Leones.

/cms/uploads/image/file/667800/Desierto_leones_3.jpg

Miguel Ángel de Quevedo, el “Apóstol del Árbol”, impulsor y donante de los Viveros de Coyoacán, trabajó en 1917 por la protección de las cuencas de ciudades importantes y el establecimiento de parques nacionales y reservas forestales en espacios con valor escénico y ambiental. Fue él quien convenció al presidente Carranza de dar al Desierto de los Leones la categoría de primer Parque Nacional de México, distinción que hoy conserva por constituir un centro ecológico y turístico de acceso público para actividades recreativas, deportivas y culturales, en medio del bosque y una gran biodiversidad.

La LGEEPA clasifica a los parques nacionales en la categoría con la protección más alta porque cada uno de estos sitios abarcan el mayor número de zonas con uno o más ecosistemas de belleza escénica y que además reúnen valor científico, educativo, recreativo e histórico, así como riqueza de biodiversidad y aptitud para el desarrollo del turismo.

Estos sitios conservan poblaciones de especies amenazadas de extinción y otras que podrían llegar a perderse por ser originalmente escasas, por ejemplo, los grandes carnívoros, o especies raras, lo mismo que plantas y animales silvestres con una distribución muy acotada.

Por eso, en las superficies terrestres o marinas denominadas parques nacionales de México sólo están permitidas actividades relacionadas con la preservación de los ecosistemas y de sus elementos, así como con la investigación, recreación, turismo y de educación ecológica.

En los parques nacionales, el visitante encuentra espectaculares escenarios naturales que conforman un valioso patrimonio de los mexicanos. Biólogos, geólogos y otros especialistas tienen ahí un vasto campo de investigación, y los paseantes una oportunidad para conocer la flora y la fauna y estar en contacto con la naturaleza, actividad que mucho aporta a la salud física, mental y espiritual.

Consulta Aquí los Datos Abiertos sobre Reciclaje de residuos peligrosos industriales