Cada 11 de diciembre, Día Internacional de las Montañas, debe ser motivo de gran celebración en México, ya que el 23% de su territorio es montañoso y en esa porción del suelo nacional existen sitios prioritarios para la conservación, fuentes de agua dulce, culturas originarias y escenarios para la contemplación, un tesoro para la humanidad.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) explica que las montañas proporcionan sustento directo y mejoran el bienestar de 1,100 millones de las personas que viven en elevaciones con más de 700 metros de altitud en todo el mundo, e indirectamente a miles de millones más que viven aguas abajo.

Además, albergan al 15% de la población mundial, de la cual más del 90% corresponde a países en desarrollo, y uno de cada dos habitantes de los mismos se encuentran en situación de inseguridad alimentaria.

Cita una de las grandes bondades de las montañas: proporcionar del 60 al 80% del agua dulce del mundo. De estos ecosistemas la reciben varias de las ciudades más grandes del mundo, como Melbourne, Nairobi, Nueva York, Río de Janeiro y Tokio.

En términos socioeconómicos es conveniente saber que las comunidades de montaña producen importantes cantidades de alimentos con un alto valor nutritivo y de calidad como café, cacao, miel, hierbas y especias, así como artesanías, para mejorar sus medios de subsistencia e impulsar las economías locales.

Asimismo, el turismo de montaña representa del 15 al 20% de la industria del turismo mundial y ofrece a los visitantes una amplia gama de actividades, como esquí, escalada, senderismo y exploración.

También desempeñan un papel clave en el suministro de energía renovable --hidroeléctrica, solar y eólica, así como biogás--, tanto para las comunidades asentadas en ese entorno como para las ciudades aguas abajo. Tan solo de energía hidroeléctrica de todo el mundo, una quinta parte procede de las montañas, y algunos países dependen casi exclusivamente de esas altas regiones para la generación de energía hidroeléctrica.

En cuanto a la biodiversidad, seis de las 20 especies de plantas de las que proviene la mayoría de los alimentos del mundo se originaron en regiones de montaña: el maíz, la papa, la cebada, el sorgo, los tomates y las manzanas.

De estos sitios, muchos reúnen un gran significado cultural y natural, por lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) ha declarado muchas montañas Patrimonio Mundial y Reservas de la Biosfera (RB), y casi el 60% de todas estas RB contienen ecosistemas de montaña.

Es el caso de la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, recientemente nombrada por la Unesco “Bien Mixto del Patrimonio Mundial Valle de Tehuacán-Cuicatlán: hábitat originario de Mesoamérica”, localizado en los estados de Oaxaca y Puebla.

La RBTC ofrece una panorámica espectacular en sus cadenas montañosas pobladas de centenarios cactos columnares y opuntias, además de otras especies de cactus, de arbóreas, arbustivas y herbáceas, así como aves canoras y de presa, mamíferos, anfibios y reptiles que se desarrollan también merced a los ríos que discurren desde las entrañas de estos ecosistemas semiáridos de altura que además son casa de culturas ancestrales como la chocho, mixteca y cuicateca que hace miles de años iniciaron la domesticación del maíz y son guardianas de la biodiversidad y la medicina ancestral.

Por todo lo anterior y mucho más, a propuesta de la República de Kirguisa la Asamblea General de la ONU aprobó celebrar el “Año Internacional del Desarrollo Sostenible de las Montañas, 2022” (resolución A/76/L.28) e invita a los Estados Miembros, organizaciones del sistema de las Naciones Unidas, otras organizaciones internacionales y partes interesadas, sociedad civil, sector privado y mundo académico, a observar esta celebración para aumentar la conciencia sobre la importancia del desarrollo sostenible de las montañas y la conservación y el uso sostenible de estos ecosistemas.

Este año se cumple también el vigésimo aniversario del Año Internacional del Desarrollo Sostenible de las Montañas 2002, así como el vigésimo aniversario de la Alianza para las Montañas.

Pero tan o más importante en este 2022 es el lema que impulsa la ONU: "Las mujeres mueven montañas", que abre la oportunidad de promover la igualdad de género y contribuir así a mejorar la justicia social, los medios de vida y la resiliencia, pues como bien reconoce la FAO, ellas desempeñan un papel fundamental para la protección del medio ambiente y el desarrollo social y económico en las zonas montañosas.

Suelen ser, sostiene la FAO, las principales administradoras de los recursos de las montañas, guardianas de la biodiversidad, custodias de la cultura local y expertas en medicina tradicional.

Explica el organismo que como consecuencia de la variabilidad climática en constante aumento, la falta de inversión en la agricultura de montaña y el desarrollo rural, las mujeres que habitan estos ecosistemas han asumido nuevas funciones, pero frecuentemente sin poder de decisión y con acceso desigual a los recursos, mientras los hombres han emigrado hacia otros lugares en busca de medios de vida alternativos.

Mujeres y niñas de las montañas, en particular en las zonas rurales, tienen el potencial de ser importantes impulsoras del cambio ya como agricultoras, vendedoras del mercado, empresarias, artesanas, emprendedoras y líderes comunitarias, cuando tienen acceso a los recursos, servicios y oportunidades, y se convierten en una herramienta clave contra el hambre, la desnutrición y la pobreza rural en las economías locales.

En México es primordial observar estas potencialidades e impulsarlas, tanto de las mujeres y las niñas como de toda la población de montaña.

Consideremos estudios como el realizado por Pere Sunyer Martín, de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, y Neptalí Monterroso Salvatierra, de la Universidad Autónoma del Estado de México, quienes en Los espacios de montaña de México: del control comunitario al (des) control neoliberal (Scripta Nova, revista electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, 2014) calculan que habitan las montañas entre 12 y 30 millones de personas pertenecientes en su mayoría a las más de 60 etnias del país, muchas de ellas en situaciones de pobreza y pobreza extrema.

Señalan que en estos extraordinarios relieves de alturas promedio por encima de los 3,000 metros se asientan poblaciones organizadas en comunidades, una de las formas de tenencia social de la tierra es, además, una forma de organización social, económica y política que pervive y que controla una parte importante de los bosques de México, y que según varios autores, un 80% de la proporción de las masas forestales está bajo algún tipo de propiedad social, comunidades o ejidos.

Entre esta población sobresale la presencia y el trabajo de las mujeres y las niñas en condiciones de desigualdad.