Más de 500 años después de la esclavitud a que fue sometida por los colonizadores de América, la población negra que fue arrancada del continente africano para ser explotada en los trabajos más rudos, como la minería, las plantaciones agrícolas y la ganadería, no se ha librado en este lado del mundo de los estigmas, la discriminación y la pobreza.

Millones de esos seres humanos murieron no sólo al ser trasladados en condiciones infrahumanas por los traficantes que comerciaban con ellos y los extraían de Mozambique, Gambia, Guinea, Congo, Guinea Ecuatorial y Angola, entre otros países, sino por el maltrato que aquí sufrieron a lo largo de cuatro siglos.

La aportación de esa nuestra tercera raíz a México es histórica. Los puertos de Acapulco y Veracruz y sus emblemáticos fuertes fueron construidos por mano de obra africana y afrodescendiente, y también conformaron las 6 milicias, establecieron comercios o trabajaron en ocupaciones marítimas.

En Morelos se encargaron de los trabajos en los ingenios azucareros; en la Ciudad de México, Puebla o Morelia fueron artesanos, herreros, pintores, arquitectos, albañiles o comerciantes, cocheros, mientras las mujeres se ocuparon de los servicios domésticos como lavanderas, cocineras o nodrizas.

Si bien el levantamiento indígena de 1994 en Chiapas hizo recordar a México y al mundo que este es un país pluricultural con más de 60 etnias, y que era necesario modificar la legislación para reconocer sus derechos, la población afromexicana siguió invisibilizada, lo que facilita la violación de sus derechos y libertades, aumenta su vulnerabilidad, fomenta su exclusión y la discriminación que viven para acceder a sus derechos y mejores oportunidades.

La población de ascendencia africana la constituyen 1.4 millones de mexicanos, el 1.2% de la población nacional, quienes se declaran afrodescendientes: 705 mil mujeres y 677 mil hombres, según la Encuesta Intercensal 2015 del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI).

La trágica historia que han padecido produjo el 25 de julio de 1992, el encuentro de 400 mujeres negras de 32 países de América Latina y El Caribe que realizaron en República Dominicana su primer Congreso para tratar temas relacionados con el sexismo, discriminación racial, pobreza, migración y violencia, y proclamaron el Día de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora.

Decidieron entonces conformar una Red de Mujeres para luchar por la dignidad y los derechos de las mujeres negras en su calidad de ciudadanas plenas, pues en pleno siglo XXI enfrentan formas múltiples de discriminación y racismo, se les estereotipa como personas hipersexualizadas, meros objetos de deseo sin voluntad propia, estigma que las denigra y las coloca en situación mayor de vulnerabilidad, pobreza y marginalidad.

Ante tal estigmatización, la Organización de Integración de la República Argentina señala que se les relega por su condición de mujeres, por su fenotipo y color de piel como objetos de placer", por lo que expresan: “No somos objetos sexuales sino seres pensantes", y subrayan que la organización de las mujeres afro es lo indicado para generar conciencia en la población”

En América Latina y El Caribe 200 millones de personas son afrodescendientes, cifra que equivale al 30% de la población total del subcontinente y de ese total reconocen su ascendencia africana 80 millones mujeres.

El ominoso racismo que prevalece en las sociedades modernas impide reconocer los grandes valores de la cultura y sabiduría africanas, pese a que la ciencia descubrió, en 1986, y confirmó luego, mediante análisis de ADN de personas de todos los continentes, que África es la cuna de la humanidad.

Un equipo encabezado por James Wainscoat encontró que ¡todos y todas somos afrodescendientes!, ya que el primer grupo humano vivió en la región oriental de África que es hoy Etiopía, Kenia y Tanzania hace unos 150.000 años, y luego se trasladó a Asia, Europa y las Américas hace unos 50.000 años.

El Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) reconoce la lucha de las mujeres afromexicanas por el respeto a sus derechos fundamentales. Por eso, el reciente 6 de marzo, en Santa María Cortijo, Oaxaca, se abrió la primera Casa para el Desarrollo de las Mujeres Afromexicanas, mientras en Pinotepa Nacional se está creando un Centro Coordinador del Pueblo Afromexicano y se hará lo mismo en el estado de Guerrero.

En Guerrero y Oaxaca, entidades con la mayor población afrodescendiente, nace la necesidad de poner un alto a la lamentable situación de violencia para frenar la historia de muertes y agresiones que han vivido las mujeres afromexicanas. Es tiempo de que todo el país reconozca su verdadera esencia, así como su auténtica naturaleza multicultural y pluricultural.

 

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