El fervor de los pueblos por la Madre Tierra se pierde en la noche de los tiempos tejido con mitos y leyendas de las antiguas culturas cuyas cosmogonías trascienden hasta la actualidad en rituales y en el pensamiento colectivo.

La Madre Tierra o Diosa Madre aparece representada en figurillas del Paleolítico, y atraviesa la historia de la humanidad como un personaje recurrente en la mitología griega, romana, hindú, celta, nórdica, y también en las culturas mesoamericanas, incluida la azteca.

Los pueblos andinos la conocen como Pachamama, diosa venerada, diosa de la fertilidad. Dadora de vida, la Tierra da vida y es espacio de vida. En ella se origina la existencia de todo ser vivo, en ella nace y se reproduce generación tras generación. Subsistimos gracias a ella. Nos da alimento, nos viste y calza, nos da techo; es nuestra casa.

Milenios de veneración transcurrieron antes de que la Organización de las Naciones Unidas proclamara en 2009 como Día Internacional de la Madre Tierra el 22 de abril, adoptando la expresión común de los pueblos del mundo para referirse al planeta que habitamos los seres vivos: humanos, plantas y animales.

Esta efeméride se celebra desde 1970 con el fin de concientizar a la humanidad sobre los problemas generados por la demanda de bienes y servicios para una población creciente, la contaminación ambiental, la deforestación y la depredación de la biodiversidad, entre otros.

Aunque aún hay un largo trecho que caminar, la toma de conciencia ha llevado a la reflexión a individuos, colectivos y gobiernos. Esto se mostró en Cochabamba, Bolivia, el 22 de abril de 2010, cuando varios países latinoamericanos emitieron la Propuesta de la Declaración Universal de los Derechos de la Madre Tierra.

Años más tarde, en vísperas del Día Internacional de la Madre Tierra, el 21 de abril de 2017, esas naciones instaron en la ONU a aprobar esa Declaración Universal sobre los Derechos de la Madre Tierra, similar a la de los Derechos Humanos, y propusieron un marco jurídico que permitiera proteger los recursos naturales y asegurar el bienestar de la humanidad.

En el texto que proponen se reconoce que “todos somos parte de la Madre Tierra, una comunidad indivisible vital de seres interdependientes e interrelacionados con un destino común, y se expresa gratitud hacia la Madre Tierra por ser fuente de vida, alimento, enseñanza, y proveer todo lo que necesitamos para vivir bien”.

Argumentan que “el sistema capitalista y todas las formas de depredación, explotación, abuso y contaminación han causado gran destrucción, degradación y alteración a la Madre Tierra, colocando en riesgo la vida como hoy la conocemos, producto de fenómenos como el cambio climático”.

Los impulsores de esta Declaración se manifiestan “convencidos de que en una comunidad de vida interdependiente no es posible reconocer derechos solamente a los seres humanos, sin provocar un desequilibrio en la Madre Tierra”, y afirman que “para garantizar los derechos humanos es necesario reconocer y defender los derechos de la Madre Tierra y de todos los seres que la componen, además de existir culturas, prácticas y leyes que lo hacen”.

El término ser incluye los ecosistemas, comunidades naturales, especies y todas las otras entidades naturales que existen como parte de la Madre Tierra, precisan.

En 2017, Naciones Unidas debatió la importancia de una legislación que proteja los derechos del planeta, filosofía que sostiene que el bienestar de las personas depende de la salud de la naturaleza, en contraste con un modelo de consumo y producción insostenibles.

El organismo internacional destacó “el esfuerzo de muchos países para otorgar personería jurídica a la naturaleza y rectificar el deterioro del medio ambiente, y mencionó como buenos ejemplos los casos de Ecuador, Bolivia y la Ciudad de México”.

Parte fundamental de la conservación de la Tierra han sido individuos valientes que a riesgo de su integridad y de su vida defienden a esa Madre Tierra y sus recursos: el suelo, el aire limpio, el agua, la riqueza mineral, su flora y su fauna.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha manifestado que “no es posible preservar el ambiente sin proteger a quienes lo defienden y, en ese contexto, el Acuerdo de Escazú que entrará en vigor este 22 de abril de 2021, el Día de la Madre Tierra, “es también por ellas y ellos y, por encima de todo, busca evitar que nadie más sea amenazado, atacado o asesinado por defender el ambiente en nuestra región”.

A tres años de la adopción del histórico tratado regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, conocido como Acuerdo de Escazú, debemos celebrar su relevancia para un desarrollo más igualitario, justo y sostenible en esta región, y también que sea ejemplo para el mundo en contener disposiciones específicas sobre defensores de derechos humanos en asuntos ambientales.

Han transcurrido los 90 días a partir del 22 de enero de 2021, cuando México y Argentina hicieron el depósito conjunto del primer instrumento regional jurídicamente vinculante que a partir de hoy garantiza los derechos de los defensores del medio ambiente.

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