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¡Un mundo sostenible para ellos!   Sí, será el mejor regalo que logremos ofrecer a los niños, nuestros niños. Las personas adultas, que hemos alcanzado a desarrollar plenamente nuestras capacidades, estamos en condiciones de echar a andar mecanismos y realizar acciones individuales y colectivas para que otra realidad sea posible en el año 2030, o incluso antes. Trece años nos separan de las metas propuestas y adoptadas por las 193 naciones firmantes de los Objetivos del Milenio, así que el tiempo apremia.

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Se tienen referencias de que, recién firmada la “Declaración de Ginebra”, el presidente de la República Álvaro Obregón instauró oficialmente en México el Día del Niño el 30 de abril de 1924 con el fin de velar por el bienestar de la infancia y  establecer garantías para los niños mexicanos.

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Nuestro país se hizo así eco de la Convención de Ginebra, o Primera Declaración de los Derechos del Niño, aprobada ese año por la Liga de las Naciones, a iniciativa de la británica Eglantyne Jebb, quien fundó la organización Save the Children para proteger a millones de infantes víctimas de la Primera Guerra Mundial. Ese compromiso internacional precede a  la actual Convención sobre los Derechos de los Niños, ratificada por la Organización de las Naciones Unidas en 1989.

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Más recientemente, el 25 de septiembre de 2015, México y193 países más se fijaron 17 objetivos que deberán cumplirse antes del año 2030, y cada uno de ellos contiene metas alcanzables mediante el mutuo acuerdo, el esfuerzo y la buena voluntad. De cumplirse, darán bienestar a los más de 2 mil 200 millones de niños y niñas del planeta. 

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Desde sus primeros pasos por la vida, los niños ofrecen receptividad a las enseñanzas y de manera intuitiva se relacionan con el medio ambiente y sus recursos. Es una etapa idónea para que los estados firmantes de la Convención de los Derechos de los Niños “encaminen la educación del niño a inculcarle el respeto al medio ambiente natural”.

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Es oportuno mencionar el ejemplo que nos dan María, Juan Carlos, Jesús y Yeret, niñas y niños del ejido de Santiago Cuaula, Calpulalpan, en el estado de Tlaxcala, con quienes la Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) integró en 2014 la brigada infantil  “Teporingos”, nombre de la especie endémica de conejo de la región central del Eje Neovolcánico de México, catalogada en peligro de extinción.

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En sus días de descanso escolar o en vacaciones los pequeños suben a apoyar a sus padres en las actividades de fomento ambiental y forestal que se realizan en las inmediaciones del “Monte Grande, Pie de la Sierra Nevada”.

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Rodeados de árboles, los pequeños aprenden a cuidar su bosque, a restaurar los suelos y a reforestar esta importante zona. Cuando bajan del monte contribuyen con sus charlas a fomentar la cultura forestal en su comunidad y en los centros educativos donde cursan la educación primaria.

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Estar en el bosque, dicen los “Teporingos”, es el mejor regalo que reciben de la naturaleza, porque disfrutan del paisaje, de observar a los animales en su hábitat y saber que esos ecosistemas aportan servicios ambientales como agua, oxígeno, buen clima, sombra y una gran diversidad de flora y fauna, ya se trate del Parque Nacional La Malinche, las montañas de Tlaxco, Calpulalpan o Nanacamilpa.

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Y mientras el niño aprende a cuidar una mascota, a solazarse con el aleteo de una mariposa sobre una flor y se despeina con el aire que transporta pájaros y nubes a otros cielos, goza del agua cristalina y fresca que corre por un cauce donde moja sus pies, o construye con sus manos una casa de arena, los adultos podemos abocarnos al logro de Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que proponen poner fin a la pobreza que impacta a un importante segmento de la población infantil mundial, especialmente la de los países en desarrollo.

Erradicar la pobreza, señalan los ODM,  exige garantizar la propiedad y el control de la tierra y los recursos naturales, fomentar la resiliencia de los pobres y las personas que se encuentran en situaciones vulnerables y reducir su exposición a los fenómenos extremos relacionados con el clima y otras crisis y desastres económicos, sociales y ambientales. Además, plantean reducir considerablemente el número de muertes y enfermedades causadas por productos químicos peligrosos y por la polución y contaminación del aire, el agua y el suelo.

Los estados firmantes buscan además garantizar que todos los estudiantes adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, mediante una educación con ese enfoque y la adopción de estilos de vida responsables, así como la valoración de la diversidad cultural, entre otros medios.

Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos es otro objetivo común que se prevé lograr con la mejora de la educación, la sensibilización y la capacidad humana e institucional en relación con la mitigación del cambio climático, la adaptación al mismo, la reducción de sus efectos y la alerta temprana.

Preocupa a las 193 naciones firmantes de los ODM la existencia de todas las formas de malnutrición, por lo que plantean abordar las necesidades de mejorar la alimentación de los adolescentes y los lactantes, duplicar la productividad agrícola y los ingresos de los productores de alimentos en pequeña escala, respetando el medio ambiente y la biodiversidad de cada región.

Ofrecer un mundo mejor a los niños demanda proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas marinos y terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de diversidad biológica.

Aún es larga la lista de tareas ambientales que nos conciernen a todos, pero alienta saber que son realizables y que, hacerlas bien, a conciencia, con creatividad y presteza, facilitará el alcance de las metas y objetivos que han planteado las 193 naciones firmantes de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Su cumplimiento hará posible que el 30 de abril de 2030 podamos entregar a los niños un planeta sostenible. Una vez más, recordemos que no se los heredaremos, sino que ellos nos lo dieron en préstamo.