En la historia antigua y reciente, grandes catástrofes ecológicas han sido piedra de toque para el despertar de la conciencia ambiental. Los tiempos actuales, azuzados por una pandemia y el calentamiento global, exigen acrecentar esa conciencia entre los individuos, sociedades y gobiernos.

Pero ya desde la Edad Media notables médicos del Medio Oriente como Avicena, Príncipe de la Medicina; Alkindus, Costa ben Luca, Rhazes, Ibn Al-Jazzar, Al-Tamimi, Al Masihi, Ali ibn Ridwan, Abd-el-Latif e Ibn al-Nafis despertaron la conciencia ambiental y escribieron tratados sobre la contaminación del aire, el agua y el suelo, el manejo inadecuado de los residuos sólidos y las evoluciones ambientales de ciertas localidades.

Más tarde, en Inglaterra, en 1272 el rey Eduardo I mostró preocupación por la protección del medio ambiente y la salud al prohibir en una proclama la quema de carbón en Londres porque advertía el daño que causaba el humo. Pero ese humo se tornó más denso durante la Revolución Industrial y causó la Gran Niebla de 1952 que en cinco días mató al menos a 4 mil personas.

En nuestro país, la conciencia ambiental tuvo un tiempo luminoso a mediados del siglo XV, cuando el Rey Poeta, Nezahualcóyotl, creó jardines botánicos, zoológicos y bosques, diques para prevenir que aguas saladas y dulces se mezclaran y un acueducto para dotar a la gran Tenochtitlán, entre otras grandes obras ecológicas.

La memoria reciente evoca la tragedia del 27 de septiembre de 1993 en Avellaneda, Argentina, cuando el gas cianhídrico en que se convirtieron el ácido sulfúrico y las sales de cianuro arrojados al drenaje por varios vecinos, causó la muerte a una familia entera.

La emblemática fecha se fijó tres años más tarde en el país sudamericano como Día de la Conciencia Ambiental, y hoy se replica en varios países, entre ellos México, para abogar por una conciencia responsable, un pensamiento y una actitud de respeto al medio ambiente que todos debemos tener presentes al realizar actos que puedan generar resultados fatales.

Bophal, India, vive aún las consecuencias en la salud pública del gran desastre ocurrido el 2 de diciembre de 1984, cuando medio millón de personas resultaron envenenadas al escapar isocianato de metilo de la planta de pesticidas de Union Carbide, y varios miles murieron.

Minamata, Japón, a fines de los años 50 lamentó otra tragedia cuando las aguas residuales industriales contaminadas con mercurio causaron en muchas personas efectos paralizantes, intratables y estigmatizantes. La tragedia llevó a firmar el Convenio de Minamata para proteger la salud humana y el medio ambiente de los efectos adversos del mercurio.

Recientemente, en México, ciudadanos de varias regiones del país se movilizaron en busca de auxilio para ser rescatados de los infiernos ambientales en que se han convertido diversas cuencas del país a consecuencia de la contaminación causada por los corredores industriales, la minería, la agroindustria y el cambio de uso de suelo en general. Su salud se ha perdido y sus vidas están en peligro.

Hoy en día, a nivel global la pandemia ocasionada por la ruptura del equilibrio entre la vida silvestre y urbana, así como el calentamiento global, arengan por todos los medios el despertar de la conciencia ambiental y abogan por el respeto a los ecosistemas y la biodiversidad.

Pero, ¿qué es la conciencia ambiental?

Algunos la definen como la convicción de una persona, organización, grupo o una sociedad entera, de que los recursos naturales deben protegerse y usarse racionalmente en beneficio del presente y el futuro de la humanidad. Esa convicción se funda en valores ecológicos que determinan una conducta o un comportamiento ecológico positivo.

Para otros, la conciencia ambiental es una filosofía y un movimiento social relacionado con la conservación y mejora del medio ambiente, y esa forma de pensamiento busca influir mediante el activismo y la educación con el fin de proteger los recursos naturales y los ecosistemas.

 El Alto Comisionado de Naciones Unidas para Refugiados considera la conciencia ambiental como la base de todo: un aprendizaje necesario con independencia de nuestra edad o de nuestros conocimientos, una filosofía de vida que se preocupa por el medio ambiente y lo protege con el fin de conservarlo y de garantizar su equilibrio presente y futuro.

Debemos ser conscientes, dice, de que uno de los aspectos que más deteriora la naturaleza es el hombre. La deforestación, la contaminación del aire, la contaminación del agua y el calentamiento global, por ejemplo, son consecuencia del estilo de vida que impera en nuestra sociedad.

En fin, la conciencia ambiental aborda el entorno natural y la gestión sostenible de los recursos mediante cambios en las políticas públicas y en el comportamiento individual de las personas.

La experta Eva Pasek de Pinto escribe en su ensayo Hacia una conciencia ambiental que la complejidad de la problemática ambiental necesita respuestas y soluciones; exige que las personas reaccionen y pasen de una actitud sumisa a una actitud crítica que conduzca a la “conciencia liberadora”.

Reclama una alfabetización ambiental que requiere: el conocimiento de la realidad ambiental y la identificación de sus problemas, la comprensión de los procesos sociales, históricos y ecológicos, el desarrollo de una sensibilidad ambiental y la búsqueda de soluciones y medios de acción disponibles. Afirma que la educación ambiental está llamada a fomentar una conciencia ciudadana mediante el desarrollo de una cultura de valores ambientalistas.

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Consulta Aquí los Datos Abiertos sobre destrucción de residuos biológicos