En 2018 los viveros forestales producirán 145 millones de árboles que se plantarán en 125 mil hectáreas del país.

La planta que ahí se produce poblará todos los ecosistemas del país como el bosque templado, tropical y las zonas semiáridas que incluyen magueyes y yucas.

Esta acción se hace con el programa de Restauración que maneja la Comisión Nacional Forestal (Conafor) que tiene como meta la restauración de un millón de hectáreas de 2013 a 2018 y que actualmente tiene un avance de 91 por ciento.

Para considerar que la reforestación fue exitosa, el principal reto es lograr que sobreviva el mayor número de plantas. Para conseguirlo, la Conafor ha puesto especial interés en producir una planta de calidad.

Una de las principales acciones fue la creación de la Norma Mexicana NMX-AA -170-SCFI-2014 denominada “Certificación de la operación de los viveros forestales”, la cual regula y mejora los procesos al momento de producir la planta.

Desde la semilla

El proceso comienza con la identificación y posterior certificación de Unidades Productoras de Germoplasma que son básicamente áreas con los mejores árboles de cierta especie.

Estos árboles poseen características superiores a los demás como altitud, grosor, tronco recto, sin plagas, cavidades o demás perturbaciones que pudieran afectar la genética de futuras generaciones. Son los llamados árboles padre.

De estos ejemplares se extraen las semillas que darán vida a plantas con mayores probabilidades de resistir las adversidades climáticas que enfrentarán una vez que sean colocadas en el campo.

En el caso de los pinos, para obtener su germoplasma se recolectan las piñas aún verdes, se ponen en sacos de fibras naturales y las trasladan al banco de germoplasma de la Conafor, donde son colocadas en camas para que les dé el sol y con las condiciones ambientales ideales las piñas se abran y expulsen las semillas.

Después se recogen y se hacen pruebas de laboratorio para ver que la semilla sea efectivamente la de mejores características genéticas.

Una vez que se tienen los resultados, si han pasado las pruebas se trasladan al vivero donde se siembran en charolas.

Durante el proceso de crecimiento los viveristas garantizan que la planta que se desarrolla tenga luz, agua, temperatura adecuada según la especie, sustrato, que es una mezcla de tierra y nutrientes. Además se les cuida de plagas o enfermedades.

Las coníferas son de lento crecimiento, por eso se comienza con su producción un año antes de empezar a plantarlas, contrario a las especies tropicales que al cabo de seis meses alcanzan la altura y grosor que se requieren para considerarse aptas para su establecimiento.

Una vez que las plantas están listas, las personas beneficiadas del programa de restauración presentan una orden de salida, proporcionada por la Conafor, ante el viverista donde se especifica la cantidad y especie de planta que le serán entregadas.

El viaje de la planta del vivero al predio en donde se realizará la reforestación es un tema igual de importante, por ello también está contemplado en la Norma Mexicana. Este proceso incluye moverla cuando sea temporada de lluvias, transportarla en vehículos supervisando que la cantidad de planta exceda límites de espacio y peso, hacer el viaje antes del mediodía o por el atardecer para evitar las horas más calientes del día, conducir a velocidad moderada para no maltratar el follaje y una vez que han llegado al terreno descargarlas en un lugar plano y colocarlas bajo la sombra.

Después de la reforestación la tarea continúa, las personas beneficiadas con el programa deben mantener su cuidado al menos un año, para lo cual la Conafor también les brinda apoyos para el cercado del predio donde se realizó la reforestación, esto evita que el ganado se coma la planta o la pise.

Con estos apoyos también se compromete a los dueños y poseedores de los terrenos forestales a proteger el terreno de incendios forestales y a monitorear y verificar que los árboles no tengan plagas o enfermedades y tratarlos en caso necesario.

Con lo anterior se ha logrado duplicar el índice de sobrevivencia en la reforestación. En 2012 por cada 10 plantas establecidas sobrevivían tres y, actualmente, por cada 10 plantas establecidas, sobreviven seis.

Consulta aquí el conjunto de datos abiertos sobre producción forestal maderable y no maderable.

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