Tanto para el microscópico plancton, como para las hermosas especies de corales entre las que bulle y se recrea la vida, los vegetales marinos de dimensiones a veces kilométricas, los animales más grandes del planeta, como las ballenas, y el mismo ser humano, es ineludible el impacto del calentamiento de las aguas marinas por efecto del cambio climático.

El blanqueamiento de los corales, la acelerada acidificación de los océanos e incluso las modificaciones en el estilo de vida y en el metabolismo de los seres vivos, son consecuencias del fenómeno global.

Su efecto es ineludible para los arrecifes, construidos a lo largo de milenios por millares de pólipos --animales microscópicos— que forman colonias y que, en un proceso simbiótico, toman el 98 por ciento de su alimento de las microalgas o zooxantelas que habitan dentro de los corales, pero al morir por el calentamiento del mar cesan su  eliminación de desechos nitrogenados y su aportación de nutrientes, y los corales pierden su color.

Por estrés térmico, por ejemplo, la Gran Barrera de Coral, en Australia, se decoloró entre 1980 y 2006 y algunos sitios perdieron 90 por ciento de sus corales, con intensidad en 1998 y 2002, cuando se blanqueó el 42 y 54 por ciento de los arrecifes, respectivamente.

La muerte de los arrecifes significa la pérdida de valiosos servicios ambientales, porque constituyen uno de los ecosistemas más fértiles del planeta y son hábitat de la cuarta parte de las especies de mar, “secuestran” dióxido de carbono (CO2) equivalente a 356, 953 dólares por año y protegen las costas del oleaje, las tormentas y los huracanes.

Además, la reducción de los servicios ecosistémicos arrecifales equivale a pérdidas de hasta 500.000 millones de dólares por año, lo que afecta a las comunidades que dependen de ellos para su subsistencia, refiere la Organización de las Naciones Unidas.

El Panel Internacional de Cambio Climático indica que la captación de CO2 antropogénico desde 1750 ha dado a los océanos una composición cada vez más ácida que impactará a peces, crustáceos, moluscos y animales marinos con aletas --cetáceos, tortugas y focas,  entre otros-- a los que será cada vez más difícil aspirar el oxígeno disuelto en aguas ácidas.

También el calor impacta el metabolismo, ciclo de vida y conducta de la fauna marina que mediante la temperatura regula su reproducción, lo que afecta la supervivencia de su población y distribución. Incluso el sexo de algunas especies marinas como las tortugas y los copépodos, que son alimento de diversa fauna marina, lo determina la temperatura.

Los arrecifes de coral, de los cuales 29 son Patrimonio de la Humanidad (UNESCO), desaparecerán a finales del siglo si no se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, advierte el Acuerdo de París, basado en un estudio sobre los impactos del cambio climático en estos ecosistemas marinos, cuyo valor social, cultural y económico se estima en cerca de 1 billón de dólares.

La Gran Barrera de Coral en Australia, Papahānaumokuākea en Estados Unidos, las lagunas francesas de Nueva Caledonia, y el atolón de coral de Aldabra en las islas Exteriores en el océano Índico, son algunos de los sitios patrimoniales que dejarían de existir debido al cambio climático.

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