Entre agaves y fauna polinizadora existe una estrecha relación, muchas veces imperceptible a los ojos y el oído humanos. Los científicos documentan que entre las 250 mil especies de plantas del planeta, entre ellos los agaves, casi 90 por ciento son polinizadas por alrededor de 400 mil variedades de fauna.

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Del universo vegetal, cerca de 200 especies son agaves o magueyes, plantas que se diferencian por sus largas y protegidas hojas llamadas pencas, de filos espinados y púa en el extremo. Propios de climas áridos y semiáridos, los agaves son polinizados por aves, insectos y murciélagos armonizados en un concierto interminable en el que flora y fauna dan y reciben.

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De día el colibrí, la diminuta ave de plumaje iridiscente, danza en el aire mientras hunde su afilado y largo pico en las corolas de dulce contenido; más allá, la abeja zumba su vuelo feliz al llevar a su reina las mejores mieles que libó de uno y otro ramillete, mientras la mariposa revolotea luciendo sus colores tras posarse galana de flor en flor. Durante la noche las releva el murciélago, menudo mamífero alado de finísimo oído que mediante sonidos de alta frecuencia ubica en la obscuridad la geografía de las flores, ávidamente paladea lo profundo de sus copas y remonta el vuelo a territorios lejanos llevando su carga de polen fecundo.

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Parte del capital natural de México lo conforma el 75 por ciento de las especies de agaves del mundo, 55 por ciento de las cuales son endémicos de nuestro país, es decir, exclusivos, al no existir en otra región del mundo. Y esa diversidad de agaves,  como el Tequilana weber, del que se obtiene el tequila, es polinizada precisamente por los murciélagos.

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La relación simbiótica flora-fauna aporta igualmente beneficios económicos a las comunidades humanas. En México, muchos magueyes han sido utilizados desde antes de la Colonia para elaborar lo mismo alimentos que forraje, materiales para construcción y fibras para el vestido, o para darle usos espirituales y recreativos.

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Sin embargo, a consecuencia de una alta demanda de mezcal corren peligro los magueyes silvestres y la diversidad de la especie, porque la elaboración del producto requiere la extracción de toda la planta antes de la floración.

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Ante tal riesgo, las autoridades del país impulsan el uso sustentable y la conservación de los agaves. Por una parte, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA) desarrolla programas de investigación, mientras la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) auspicia y financia proyectos específicos.

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En 2002 el Servicio Nacional de Inspección y Certificación de Semillas de la SAGARPA creó la Red Agavácea integrada por investigadores y académicos universitarios, orientada a realizar el diagnóstico del recurso en México y a generar un Plan Estratégico para su conservación y repoblamiento. Y en el campus Irapuato de la Universidad de Guanajuato inició la Colección Nacional de Agaves que ya cuenta con más de 500 accesiones de agaves de 26 diferentes especies provenientes de 11 estados del país. Con este acopio se pretende conservar la diversidad genética de los magueyes, lo mismo que el material de interés económico y cultural.

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Por otra parte, en el Valle de Ocotlán, Oaxaca, la CONABIO ha logrado con éxito impulsar un proyecto de integración de la biodiversidad y cuidado del medio ambiente. En esa región existen 40 de las 150 especies de agaves del país, de las cuales aproximadamente 30 por ciento son utilizadas para la producción artesanal e industrial de mezcal.

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Algunas especies que se utilizaban como materia prima se han ido recuperando gradualmente, como el agave tobalá, que en muchos lugares ya ni siquiera se veía. Además, bajo la guía de este organismo de la SEMARNAT, en varios pueblos de la región se han creado viveros con una estrategia de manejo del recurso.

Oriundo de esos lares, Felipe Palma Cruz se dedica desde hace 30 años al cultivo de los magueyes y a la producción de mezcales, entre ellos uno de los más reconocidos del mundo, el minero.

El agave, explica Felipe, sobrevive en un medio hostil, donde muchos tipos de animales e insectos conviven y se regulan entre sí, como el gusano de maguey y la hormiga aguamielera, por mencionar algunos. Refiere que el aprovechamiento de los agaves ha cambiado en el Valle de Ocotlán, porque al momento de levantar la cosecha, todo productor tiene la responsabilidad de cuidar la tierra para cultivar nuevamente un nuevo agave, con el fin de contar con una nueva cosecha al paso de unos años.

Entre los mezcales que se producen en el Valle de Ocotlán, el campesino cita el espadín y el arroqueño, ambos producto del cultivo, pero resalta el tobalá, de exquisito sabor según los catadores, destilado de un agave totalmente silvestre muy importante que está siendo rescatado mediante este proyecto de la CONABIO.

Mantener la biodiversidad en la mejor condición posible es la meta de conservación para los magueyes del Valle  Ocotlán, ya que la producción del mezcal es la segunda en importancia en la economía del estado, después del turismo.