A 25 años de haber recibido el Premio Nobel de Química, Mario Molina es y será siempre recordado por ser la voz que generó conciencia sobre los efectos de los clorofluorocarbonos (CFC) a la capa de ozono, que es la principal defensa que tenemos ante los rayos ultravioleta B, dañinos para la vida en el planeta.

La historia de su investigación inicia en 1974, en la Universidad de Irvine, California, cuando junto con Sherwood Rowland publicó un artículo en la revista Nature sobre los efectos que generan los CFC a la capa de ozono y que, no obstante, eran ampliamente utilizados en la refrigeración y los aires acondicionados, lo que representaba un peligro para el futuro.

El estudio fue reforzado por los trabajos de Paul Crutzen, cuyas importantes aportaciones pusieron en evidencia el agotamiento que producían estos gases al ozono estratosférico. Así, el 11 de octubre de 1995, la Real Academia Sueca de Ciencias anunció que el Premio Nobel de Química se otorgaba a Mario Molina, Sherwood Rowland y Paul Crutzen, el cual les fue entregado el 10 de diciembre de ese mismo año.

Un Premio Nobel que despertó conciencias

Gracias a esas investigaciones, la comunidad internacional detuvo el uso de los CFC, y dio pasos en la búsqueda de una solución, hecho que impulsó a establecer el Convenio de Viena para la Protección de la Capa de Ozono.

La suscripción del acuerdo trascendió para dar lugar a la firma del Protocolo de Montreal (1987) que regula el consumo y producción de las sustancias agotadoras de la capa de ozono (SAO) y actualmente promueve también la reducción del consumo de gases utilizados como sustitutos de las SAO, las cuales no afectan la capa de ozono pero contribuyen al cambio climático.

El Protocolo de Montreal ha sido ratificado por los 197 países adheridos a las Naciones Unidas, y por sus resultados se considera el acuerdo ambiental más exitoso del mundo, gracias a los avances obtenidos en la eliminación global del uso de las SAO.

Hasta el momento se ha logrado reducir hasta el 99% del consumo mundial de las SAO, por lo que se prevé una recuperación total de la capa de ozono para el año 2060. Además, la eliminación gradual de los hidrofluorocarbonos (HFC) contribuirá a reducir el incremento de 1.5°C de la temperatura global para el año 2100.

Mario Molina

José Mario Molina Pasquel y Henríquez nació en la Ciudad de México el 19 de marzo de 1943. Realizó estudios de Ingeniería Química en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y cursó posgrados en la Universidad de Friburgo, Alemania (1967), y en la Universidad de Berkeley, California, en Estados Unidos (1972), donde recibió un doctorado en Fisicoquímica.

Fue profesor del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) entre 1989 y 2004 y profesor-investigador de la Universidad Irvine, de California, (1975-1979) y de la UNAM entre 1967 y 1968. Miembro de numerosas academias científicas del mundo se le confirieron múltiples reconocimientos y galardones, entre otros, 40 doctorados Honoris Causa.

Su lamentable fallecimiento ocurrió el pasado 7 de octubre, pero su contribución a la investigación atmosférica y el cuidado de la capa de ozono constituyen un legado para la humanidad. Hoy es recordado a 25 años del Premio Nobel de Química 1995 que dio a México.

El tesón de Mario Molina por la ciencia y la protección del medio ambiente tuvo también un exitoso resultado en la participación coordinada de científicos, gobiernos y sector privado, así como en la cooperación internacional, por lo que en este día es oportuno parafrasearlo:

“Los científicos pueden plantear los problemas que afectan al medio ambiente con base en la evidencia disponible, pero su solución no es responsabilidad de los científicos, es de toda la sociedad”.

Dr. Mario Molina

Premio Nobel de Química 1995.