Buenas tardes a todas, a todos.   

Saludo a los integrantes del presídium.   

En particular, extiendo mi más amplio reconocimiento a Ana Güezmes, de la oficina de ONU Mujeres en México; a Lorena, presidenta del Instituto Nacional de las Mujeres, y a Alejandra, titular de la CONAVIM, por el impulso decidido a este estudio.   

Saludo también a María de la Luz Estrada, Fundadora del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio. Desde ahora le digo que no solo he tomado nota, sino que, se lo mencioné hace un momento, haré mías todas sus propuestas, como lo hacemos siempre, las impulsaremos, y desde hoy, convoco a que puedan ser evaluadas en la próxima reunión.   

Saludo por supuesto al Gobernador de Coahuila, felicidades señor Gobernador.   

Y a las presidentas de las comisiones de Igualdad de Género en ambas Cámaras.   

A las diputadas, diputados, senadoras, senadores.

  Al presidente de la CONATRIB, a funcionarios federales y locales, a integrantes de la academia y organizaciones de la sociedad civil.   

Por cierto, platicaba con Ana, es un acto histórico, diría yo, es la primera vez que se reúnen tantas organizaciones de la sociedad civil y el gobierno, con el gobierno, para emprender juntos acciones contundentes en favor del tema por el que hoy estamos aquí reunidos.   

Saludo al presidente de los tribunales de Justicia del país.   

Al director del INEGI.   

Y muy en especial, saludo a todas las aliadas, que desde el gobierno y desde la sociedad civil, han luchado por combatir y poner alto al delito del feminicidio.   

La violencia contra las mujeres es una realidad que como sociedad no podemos tolerar ni mucho menos consentir.   

Porque es un fenómeno que termina, cada año, con miles de vidas; que destruye a familias enteras y fractura el tejido social de muchas comunidades.

Insisto, no son cifras, sino realidades, y estas, solo pueden cambiar si las reconocemos, nos comprometemos y actuamos en consecuencia.   

Se trata de una situación que surge, por ejemplo, cuando los padres o familiares frenan la educación de una niña, argumentando que cuando crezca se casará y se dedicará solo al hogar.   

Cuando en la escuela, en la calle o en cualquier sitio una mujer es acosada, o peor aún abusada.   

O cuando se le considera propiedad de su marido.   

O cuando recibe menos pago que un hombre por el mismo trabajo, o se le asignan roles a partir de estereotipos en el hogar, los espacios públicos o laborales.   

O en el tema que hoy nos ocupa, el más extremo y cobarde de todos, cuando se le arrebata la vida.   

Se trata, en todos los casos, de algo inaceptable, inaceptable para México, porque quien agrede a una niña o a una mujer, nos ofende y nos agrede a todas y a todos.   

Así lo entendemos en el Gobierno de la República, y por ello cerramos filas en favor de esta causa, con niñas, adolescentes y mujeres.   

Trabajando juntos, y en todos los frentes, con Centros de Justicia para Mujeres, que brindan refugio, capacitación así como atención psicológica y jurídica gratuitas.   

Con el programa Ciudades Seguras para que las calles y espacios públicos, puedan ser recorridos con confianza por mujeres, niñas y jóvenes.   

Fortaleciendo las alertas de género para actuar de manera integral y más oportuna, ahí donde se requiera.   

Promoviendo que los marcos jurídicos no discriminen, y que sean los mismos derechos para todas las mujeres, y en todo el país, como lo ha mencionado el Gobernador.   

Impulsando acciones y campañas con medios, universidades, académicos, líderes de opinión y deportistas, entre otros, para sensibilizar a la población.   

En el caso de la campaña Nosotros por Ellas, que realizamos junto con ONU-Mujeres, dirigida particularmente a los hombres, y que me da mucho gusto informar que van miles, miles en todo el país los que se han sumado a esta campaña.

Pero no es suficiente, tenemos que ir más allá, y tenemos que hacerlo en conjunto: los Poderes, los órdenes de gobierno, y lo más importante, con la sociedad.   

Porque como personas, como madres o padres, como hermanos, hermanas, como hijas o hijos, todas y todos tenemos y debemos aportar algo.   

Todas y todos tenemos una obligación que asumir, pues todas y todos somos corresponsables.

Porque erradicar la violencia contra la mujer, exige terminar con las construcciones sociales que la normalizan o la hacen ver como algo natural.

 Se trata de un reto que exige cambiar patrones culturales y relaciones desiguales de género o de poder  

Porque los cambios que inician en lo cotidiano, pueden convertirse en grandes transformaciones sociales.   

Se trata, y hay que decirlo con todas sus letras, de acabar con la violencia machista, ya sea económica, emocional, sexual, física o feminicida.   

Actuando en todos los ámbitos, desde la pareja y la familia, hasta el trabajo, la escuela y la comunidad.   

Para ello, insisto, hemos trabajado, pero hay tres aspectos que hoy es urgente priorizar, y que debemos asumir como parte central de la alianza que aquí estamos conformando.   

Primero, las respuestas desde lo local. Porque la violencia contra las mujeres se presenta de acuerdo a las dinámicas sociales de cada lugar, y exige, por lo tanto, soluciones específicas a cada realidad.   

Por ejemplo, hay comunidades en las que está ligado el tema que hoy nos ocupa, a la trata de personas; en otras, se deriva de los usos y costumbres; también puede responder al rompimiento del tejido social y la marginación, o al abuso de drogas o el alcohol.   

De tal manera que la problemática varía y no es la misma en todos lados. Por ello, no basta con una política nacional, tenemos que ir a fondo, tenemos que ir a cada rincón y debemos tener políticas públicas para cada caso especial.   

Y por ello, también todas las autoridades municipales y estatales –y aplaudo el compromiso del señor Gobernador, a nombre de la CONAGO- deben asumir la responsabilidad y el compromiso de implementar soluciones articuladas para erradicar este fenómeno desde lo local.

Segundo, y de ahí la importancia del estudio que hoy se presenta, es la conformación de un registro confiable de delitos y de víctimas.   

Porque lo que no se puede medir, de ninguna manera se podrá mejorar, y porque emprender acciones efectivas para contrarrestar este fenómeno, requiere diagnósticos precisos sobre las diversas formas, medios y lugares en los que se presenta esta problemática.   

Para ello, a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos y con el apoyo de INMUJERES y de la ONU, estamos reconfigurado el Banco Nacional de Datos e Información sobre casos de Violencia contra la Mujer.   

Pero para que esta herramienta funcione y funcione correctamente, las entidades sin excepción, deben proporcionar información confiable y sistemática.   

Y aquí, quiero solicitar al director del INEGI, declarar información de interés nacional, toda aquella referente a la detección, atención, denuncia y sanción de la violencia feminicida.   

Señor director, lo comentábamos Ana y su servidor con Lorena, hace un momento, lo que se nos entrega cada cinco años es una foto de lo que está sucediendo.   

El registro administrativo nos da la película y nos permite tomar acciones en el momento y no cada cinco años. Muchas gracias.   

Tercero, terminar con la impunidad, lo cual requiere que todos los casos de violencia contra la mujer sean investigados, juzgados y sancionados. En suma, que siempre se haga justicia.

  Y aquí es importante que se aplique la norma 046, que ya se ha referido, y que a su vez, las procuradurías estatales hagan lo necesario para contar con personal especializado, con perspectiva de género y protocolos de actuación.   

Haciendo uso de las órdenes de protección, asegurando la reparación del daño, y sobre todo, garantizando que cuando una mujer acuda a denunciar, reciba el trato que merece y nunca sea re-victimizada.   

No podemos y no debemos perder de vista que una estrategia de prevención efectiva pasa necesariamente por sancionar cualquier, cualquier tipo, cualquier manifestación de violencia.   

Desde las instituciones, sí, pero también, desde lo que permitimos, toleramos y fomentamos incluso día a día como sociedad.   

No puede haber lugar a dudas, que las agresiones contra las mujeres son siempre responsabilidad del agresor.

Ahí están las cifras que hoy pudimos observar todos, nada qué festejar. Si al 2012 se llegó a un tope importante, hemos visto una disminución del 25 por ciento, a nadie debe de tener contentos, debemos seguir con políticas públicas firmes.   

Si hoy observamos, y para eso, este estudio, que en mucho la disminución viene del tema de la violencia que se generó a través de una guerra contra el narcotráfico, hoy tenemos que observar que la violencia contra las mujeres ahora, está en los hogares, y ahí deben de ir en su mayoría, y ahí deben de ir entonces principalmente nuestras políticas públicas.   

Tenemos que actuar viendo y observando con claridad lo que se nos ha entregado, y por supuesto hacer acciones que redunden en que no exista violencia contra las mujeres, en que no se fomente como sociedad, que no se fomente con nuestros hijos, que no se fomente ahí en el seno de nuestra comunidad.   

Tenemos que ser más fuertes como sociedad y más duros en nuestras acciones para poder tener el éxito que todas y todos queremos en este tema.

Cerrar los ojos o pretender negar la violencia contra las mujeres, es convertirse en cómplice de ello.   

Porque es visibilizando los retos, y asumiendo lo que nos toca hacer, es como se construye un México de derechos plenos para todas y para todos.   

Por eso, el Gobierno de la República celebra y se suma a cualquier expresión que condene la violencia de género.   

La instrucción del Presidente no solo es escuchar la voz y las demandas de quienes la padecen o la han padecido, sino construir, de manera conjunta, acciones contundentes para erradicarla.   

Para que una estudiante pueda preocuparse por aprender, y no por los comentarios que va a recibir de algún profesor o compañero.   

Para que una joven elija cómo vestirse de acuerdo a sus gustos, y no a la calle por la que va a caminar, o el transporte que va a tomar.   

Para que una profesionista reciba el mismo sueldo, por el mismo trabajo; o para que si alguien es víctima de acoso, hostigamiento o de una violación, pueda acudir a la justicia sin miedo y recibir el trato que merece, ni más, ni menos.   

Se trata de consolidar un México sin prejuicios ni barreras que impidan o dificulten el desarrollo pleno de las mujeres.   

La tarea no es menor, y requiere del compromiso, y sobre todo, la acción cotidiana de todas y de todos.

Partiendo del principio de que cuando las mujeres se empoderan, nos empoderamos todos como sociedad.   

No se trata de dádivas ni de ceder espacios, sino de respetar derechos, y con ello, la dignidad de todas las personas.

Discurso