Muy buenas tardes tengan todas y todos ustedes.

Señor doctor José Ramón Narro Robles, Secretario de Salud y ex rector de esta Universidad Nacional Autónoma de México.

Señor licenciado Luis Raúl González Pérez, Presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, y ex abogado general de esta nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.

Contador Carlos Carpizo McGregor.

Doctor Domingo Alberto Vital Díaz, Coordinador de Humanidades de la Universidad Nacional.

Maestra Malena Mijares Fernández, Coordinadora de Divulgación y Publicaciones, en la Coordinación de Humanidades de la UNAM.

Licenciado Manuel Velasco Coello, Gobernador del estado de Chiapas.

Licenciado Alejandro Moreno Cárdenas, Gobernador de Campeche.

Maestra Alexandra Haas Paciuc, presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación.

Maestra Gabriela Breña Sánchez, directora del Museo de las Constituciones, muchas gracias por su anfitrionía.

Y saludo con un enorme afecto, a todos los grandes mexicanos, unos destacados en una cosa, otros destacados en otra, pero todos compartiendo el enorme cariño, respeto y admiración por un gran mexicano, un gran universitario que fue Jorge Carpizo McGregor.

A todos ustedes, a todos los que veo aquí con claridad, adjuntos, alumnos, amigos, compañeros, familiares, en distintas trincheras, muchísimas gracias porque nos hayamos podido reunir aquí el día de hoy.

Agradezco mucho la invitación de estar aquí con ustedes en este espacio universitario donde habita la memoria jurídica de lo que hoy somos como país, como República y como nación.

Señoras y señores:

Hace apenas 3 días, justo el 30 de marzo, se cumplieron 6 años, de la partida de quien fuera mi jefe y mi amigo, pero sobre todo, un gran maestro de vida.

Un gran maestro que siempre ponía mucha atención y esmero en sus alumnos, entre los cuales tuve la fortuna de contarme, elecciones que van mucho más allá de un aula, elecciones que lo marcan a uno permanentemente en la existencia.

Él era un convencido que solo mediante la educación se transforman las personas y es posible transformar la realidad y por ello la sociedad.

Por eso, no solo amaba la educación, la ejercía con profunda vocación de vida, porque enseñar, decía, es una forma de darse a los demás, de estar actualizado en los conocimientos, porque convivir con la juventud rejuvenece.

Quizá por ello siempre fue tan jovial e innovador, impulsor de la creación del espacio escultórico y el Centro Cultural Universitario, cuando fue Coordinador de Humanidades, pero también creador de instituciones, como es la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Jorge Carpizo, no fue solo un educador, investigador profuso, Rector de nuestra querida Universidad Nacional Autónoma de México, sino también supo ser un hombre de Estado, siempre fiel a los principios que fomentaba en las aulas.

Nunca, decía él, sacrifiquen los principios por conveniencia o pragmatismo. Cuando en la vida se pierde la congruencia, ésta se convierte como una nave sin rumbo ni dirección. Así lo enseñaba, así lo vivió también como profesor, erudito, investigador, funcionario universitario y como hombre de Estado.

Esa congruencia lo llevó no a imponer, sino a dialogar con la comunidad estudiantil y magisterial de la Universidad, en 1986, para impulsar una de las reformas más importantes que ha tenido nuestra Máxima Casa de Estudios, hoy considerada la mejor entre las universidades latinoamericanas, para orgullo de quienes en ella nos formamos.

Queda su herencia, por ejemplo, de la defensa de la academia, de la defensoría de los derechos universitarios y de la Ciudad de la Investigación en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Esa congruencia lo llevó a impulsar la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, como gran constitucionalista que fue, consideraba que un Estado democrático pasa necesariamente por la libertad, bienestar económico y pluralidad de la sociedad, el equilibrio de los poderes y la prevalencia del respeto irrestricto de la dignidad humana.

Si algo lo caracterizaba era, sin duda, el respeto por la dignidad de la persona, que es la columna vertebral de cualquier sistema jurídico, moral, social o económico que pueda darse una sociedad.

Esta congruencia la mantuvo de igual manera como Procurador de la República, como Secretario de Gobernación y como Embajador de México en Francia.

Además, su paso por el entonces Instituto Federal Electoral contribuyó decididamente a la edificación de nuestras instituciones electorales, puesto que él, con convicción, era un demócrata, y como tal creía en los valores y en las instituciones democráticas y en el Estado democrático de derecho.

La reflexión sería:

Sin la existencia de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sin la profunda transformación de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México y la apertura a poder dialogar para resolver los problemas y hacerlo públicamente sin temor alguno a la expresión de las mismas ideas.

Sin oponerse jamás a que prevaleciera el diálogo, y sí oponerse siempre a una medida represiva para no poder darle salida al diálogo.

Sin su paso hace 24 años por Gobernación, la consolidación de un sistema democrático de baja de topes de campaña, de ver con claridad los tiempos oficiales y los tiempos fiscales, de ciudadanizar el Instituto Federal Electoral, de darle certeza a los órganos electorales y a la sociedad con sistemas de resultados preliminares claros.

Sin la consolidación de un marco de debates regulado por ley, en síntesis, sin darle capacidad a la salida institucional frente a la violencia sin razón armada y al levantamiento de la expresión más dura de nuestro pueblo, que es la expresión indígena y sus reivindicaciones.

Sin el talento para dejar marcados 200 años de constitucionalismo mexicano, una pauta a seguir, podríamos pensar que nuestro país con sus problemas, con su complejidad, con su asimetría, con su necesidad de justicia, de democracia y ejercerla, de ideas para valorarla, podría tener oportunidad de tener salidas institucionales en una contienda democrática o social.

Y esa es una reflexión real, que habría que hacernos todos los días, más en este año en particular.

Universitario hasta el último día de su existencia. Nunca dejó de investigar, de escribir y de seguir aportando enseñanza, al debate académico, al debate político y al debate moral de una sociedad que lo necesita.

Calidad de hombre de Estado, referente también del debate público.

Hombre polémico y de polémica, pero ante todo, profundamente humano y muy congruente con sus convicciones.

Para muestra están sus 21 libros, entre ellos su estudio fundamental La Constitución Mexicana de 1917, así como sus estudios constitucionales El presidencialismo mexicano, y Concepto de democracia y sistema de gobierno en América Latina. Así como su último libro, 200 años de constitucionalismo mexicano.

Y están los 109 artículos y 550 textos que nos legó en revistas especializadas.

Sobre todo, nos legó su calidad humana siempre presente en sus clases, lo mismo que en su oficina o en su casa, en donde generosamente departía y compartía con las y los amigos de los que sin duda todos, o la gran mayoría de los aquí presentes, fuimos testigos de esa bonhomía y de esa anfitrionía.

Siempre con una sonrisa, siempre dispuesto a apoyar, a orientar, a conversar, a debatir con apertura, honestidad y respeto.

Y qué mejor homenaje en su sexto aniversario luctuoso, y hoy que festejaríamos su cumpleaños, que la sala que a partir de hoy lleva su nombre en este recinto universitario, para seguir recordándolo vivo, como vivos son su obra y su legado.

Cada Constitución que aquí se resguarda, fue minuciosamente estudiada por Jorge Carpizo hasta el último día de su existencia.

Cada estudio de su acervo fue revisado por él seguramente, como seguramente sus libros también se encuentran aquí, para la lectura, la consulta de estudiantes, profesores y especialistas, en los que Jorge Carpizo, aun después de su partida, sigue siendo referente, inspiración y guía.

Y que hoy este espacio que fuera el antiguo templo jesuita del Máximo Colegio de San Pedro y San Pablo, con 400 años de historia y donde, en 1824, como lo ha dicho el señor presidente de la Comisión de los Derechos Humanos, el Congreso Constituyente proclamara la primera Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, honrará a uno de los más importantes constitucionalistas de nuestro país, con esta sala, la Sala Jorge Carpizo McGregor.

 Enhorabuena. Por mi raza hablará el espíritu.