Así lo establecía el llamado Plan de San Luis proclamado por Madero desde su exilio en San Antonio, Texas.

Ese manifiesto denunciaba los abusos del régimen porfirista y ofrecía, entre otros proyectos, restituir a los campesinos los terrenos que les habían sido arrebatados arbitrariamente.

La apelación al apoyo rural significó que el campesinado se sumara de manera unánime al alzamiento maderista, al igual que los indígenas y los mestizos.

A finales de mayo de 1911, los generales Pascual Orozco y Francisco Villa tomaron Ciudad Juárez, Chihuahua, lo que representó el triunfo de los rebeldes; después de las elecciones de octubre de ese año, elevó a Francisco I. Madero a la Presidencia, en lo que fue la primera etapa de la #RevoluciónMexicana.

En su libro Breve Historia de la Revolución Mexicana, el político y académico Jesús Reyes Heroles (1892-1985) subrayó que, efectivamente, la causa fundamental del gran movimiento social que transformó la organización del país en casi todos sus variados aspectos, fue la existencia de enormes haciendas en manos de unas cuantas personas con mentalidad conservadora o reaccionaria.

Al serio problema de la distribución de la tierra, se sumaba la situación de miseria de los campesinos, que estaban prácticamente sometidos al poder de los grandes terratenientes, ya que les regulaba el salario y, a través de las llamadas “tiendas de raya”, les proporcionaba el alimento y el vestido al precio que deseaba.

No solo eso, se permitía a los sectores empresariales la explotación de los obreros, con bajos salarios, largas jornadas de trabajo, nulas prestaciones, trabajo dominical y nocturno; además de la inseguridad e insalubridad de los talleres.

El movimiento revolucionario continuó los siguientes años con descontentos entre las distintas facciones que lo iniciaron. Uno de ellos fue Emiliano Zapata, quien al frente del Ejercito Libertador del Sur, reclamaba a Madero haber incumplido lo ofrecido en cuanto a la devolución de tierras a las comunidades indígenas y agrarias del estado de Morelos; en tanto en Chihuahua, al norte, Pascual Orozco acusaba al presidente de corrupción y traición al país.

Posteriormente, Madero fue víctima de la asonada militar conocida “Decena Trágica”, ocurrida a partir del 9 de febrero de 1913. En un principio, Victoriano Huerta, en su condición de general maderista, combatió ese levantamiento de oficiales del viejo régimen porfirista, aunque luego se pasó a sus filas, con la mirada puesta en ocupar la presidencia, lo que ocurrió después del asesinato de Francisco I Madero.

Venustiano Carranza y Abraham González, como gobernadores maderistas, se pronunciaron en contra del usurpador Huerta. Mientras González fue muerto Carranza, con el Plan de Guadalupe, convocó al pueblo a tomar las armas para restablecer la legalidad en el país.

Se formó el Ejército Constitucionalista, con Francisco Villa en el norte, Álvaro Obregón en el noroeste, Pablo González en el centro, y Emiliano Zapata en el sur. Carranza y “Pancho” Villa combatieron al gobierno de facto hasta la renuncia de Huerta en 1912, tras la invasión estadounidense a Veracruz.

Se considera que la promulgación de la Constitución de 1917 puso fin a la Revolución Mexicana; sin embargo, la lucha se prolongó más tiempo, antes de que el país se estabilizara.

Otros personajes relevantes de la Revolución Mexicana fueron: José María Pino Suárez, Felipe Ángeles y los hermanos Ricardo, Enrique y Jesús Flores Magón; así como Aquiles, Carmen y Máximo Serdán.