Fue jefe supremo del movimiento revolucionario del sur, que comprendía Morelos, además de parte de Guerrero, de Tlaxcala, de Puebla y del Estado de México.

Zapata, de estatura regular, moreno e introvertido, recibió solo la instrucción primaria aunque sabía leer, escribir y tenía dominio del Náhuatl. Trabajó como peón, labriego y aparcero.

A corta edad sufrió la invasión de las huertas y viviendas del barrio de Olaque, perpetrada en 1887 por el hacendado Manuel Mendoza Cortina. Ante la impotencia de su padre por el atropello, según cuenta la leyenda, Emiliano le prometió: cuando yo sea grande, haré que devuelvan esas tierras.

De acuerdo con historiadores, a Emiliano Zapata no le importaban mucho las cuestiones políticas, a no ser cuando se relacionaban directamente con el problema de la tierra.

Tras la caída de la dictadura de Porfirio Díaz, aparecieron las discrepancias entre Francisco I. Madero y Zapata. Este último mantenía su reclamo del inmediato reparto de las tierras de las haciendas entre los campesinos.

Con ese objetivo, el "Caudillo del Sur" expidió el Plan de Ayala el 25 de noviembre de 1911.

Zapata tenía un inmenso amor por su tierra, por su pueblo y también por las mujeres; destacó por ser diestro en la charrería y buen trabajador del campo.

En un acto artero, Zapata fue emboscado y asesinado el 10 de abril de 1919 en la Hacienda de Chinameca.

Las crónicas relatan que el día de su muerte, el “Atila del Sur” ensilló a su caballo alazán de nombre “As de Oros” con la montura que le regaló el coronel Jesús Guajardo, el mismo que por órdenes del carrancista Pablo González le fingió rendimiento para traicionarlo.

Una copla del “Corrido de la Muerte de Emiliano Zapata” describe al “Caudillo del Sur”:

Montado con garbo / en yegua alazana / era charro de admirar; / y en el coledero / era su mangana / la de un jinete cabal.

 

Entre sus célebres frases destacan las siguientes:

“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen”

“Mejor morir de pie que vivir toda una vida arrodillado”

“Quiero morir siendo esclavo de los principios, no de los hombres”

“La tierra volverá a quienes la trabajan con sus manos”

La insurrección del “Apóstol de la Revolución” llevó a derribar cercas de haciendas, hablar con los campesinos y a distribuir lotes, por lo que nunca se desvió del único fin que tenía: la reconquista de la tierra.