Los rebeldes tenían previsto levantarse en armas el 1 de octubre de 1810, pero el 13 de septiembre fueron descubiertos por un infiltrado, que informó al gobierno realista de los planes insurgentes.

Josefa Ortíz de Domínguez, en cuya casa se reunía el grupo conspirador, pudo advertir a Miguel Hidalgo, a través de un emisario, que el movimiento contra el virreinato de Nueva España había sido descubierto. Ello impulsó que se adelantará la insurrección.

Fue la casa de la “Corregidora” –como se le conocía a Josefa Ortíz por ser esposa del corregidor de la ciudad de Santiago de Querétaro, José Miguel Domínguez–, donde solía reunirse el grupo conspirador.

En la población de Dolores se hicieron sonar las campanas de la iglesia de la que Hidalgo era cura, para convocar a los habitantes a empuñar las armas contra el virreinato.

Hidalgo liberó a los presos de la cárcel y encarceló a los enemigos de la Independencia. Había llegado con apenas una docena de hombres y logró reunir a 300, armados sobre todo con piedras, palos, machetes y algunas escopetas.

El cura Hidalgo tomó como pendón la imagen de la Virgen de Guadalupe a la que, según algunas versiones, le puso la inscripción siguiente:

 

“Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII y muera el mal gobierno…”

 

El objetivo de la lucha, sin embargo, era la independencia total de España.

Hidalgo fue tomado prisionero en marzo de 1811 y fusilado –tras ser excomulgado- en julio del mismo año. La Independencia se consumó el 27 de septiembre de 1821, con la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México. La guerra insurgente unió a criollos con mestizos e indígenas.

Entre los precursores de la Independencia se encuentra el también cura José María Morelos y Pavón, a quien Hidalgo nombró lugarteniente y le encomendó reunir tropas en el sur del país, a fin de tomar Acapulco, el principal puerto de comercio de los españoles.