“Si usted cree conveniente, mi general, yo aquí me hago fuerte y usted me sostiene afuera con su gente”, le dijo el coronel Jesús María Guajardo Martínez al general Emiliano Zapata, al avistamiento de gente en la parte exterior de la hacienda de Chinameca.

Rato después el coronel mandó decirle al general que los que venían eran compañeros, por lo que lo invitó a regresar al interior y, desde allí, hacer volver a sus tropas para comer.  

“El general Zapata confiando ya en el traidor, que tantas demostraciones de adhesión le había dado, accedió a ir a la hacienda, acompañado por unos cuantos hombres; montaba el ‘As de Oros’ que un día antes le obsequiara Guajardo”, y al regresar al portón fue acribillado por ráfagas de fuego, cuenta el general Sabino Domínguez Aguirre en sus relatos ‘Cómo murió el general Emiliano Zapata’.

En 1911, con la toma de Francisco I. Madero de la presidencia de México, el ‘Caudillo del Sur’, Emiliano Zapata, no vió cumplidas sus expectativas, por lo que proclamó el Plan de Ayala, una posición radical a favor de una reforma agraria frente al periodo de la Revolución Mexicana.

De ahí una de sus frases más memorables: “la tierra es de quien la trabaja”.

Entre los puntos más destacables de dicho plan están: Zapata y su gente se convertían en movimiento nacional e iban por la autoridad federal, la devolución de tierras a los pueblos y la expropiación de aquellas consideradas como monopolizadores, y trato a los maderistas como traidores, además no habría presidente ni gobernadores provisionales hasta la toma del poder.

Su campaña perduró hasta el 10 de abril de 1919, cuando fue engañado por el coronel Guajardo, quien le hizo creer que se quería unir a él en contra del entonces presidente, Venustiano Carranza, para lo que le ofreció armamento y municiones, y así poder asesinarlo en Chinameca, Morelos.