Una vez iniciada la guerra por la Independencia de México, Miguel Hidalgo y Costilla, quien había tocado las campanas aquel 16 de septiembre de 1810, proyectó entre sus planes de gobierno la instauración de un Congreso Nacional.
En Guadalajara, Hidalgo emitió el Manifiesto del 15 de diciembre de 1810, documento en el que imprimió su pensamiento y liderazgo político, y en el que se sentaría el precedente para crear a la luz del movimiento insurgente, la Suprema Junta Nacional Americana.
De ésta resultaría una serie de documentos fundacionales en los que se expresaban los ideales independentistas y la gesta de un proyecto constituyente en beneficio de una nueva nación independiente.
En dicho manifiesto Hidalgo expresa su responsabilidad al ser electo como Generalísimo de las Armas Americanas para defender los derechos de sus conciudadanos, asimismo, inicia su declaración excusando sus imputaciones de violentar la fe católica, aclarando que todas sus acciones se deben al deseo de la felicidad del pueblo.
En dicho documento expresa nuevamente su desprecio por la esclavitud, y las prácticas opresoras de quienes justifican el dominio con la religión como estandarte. Hace un llamado a la población para no caer en el engaño de los gachupines quienes no dudarán en atropellarles por el solo interés de hacerse ricos en la América.
Finalmente, hace saber que es necesaria la creación de un Congreso que se compusiera de representantes de todas las ciudades, villas y lugares del reino, que, bajo el mantenimiento de la fe religiosa, se dedicara a dictar las leyes benéficas y acomodadas a las circunstancias de cada pueblo.
La buena práctica de este Congreso, preveía que la riqueza de la nación y la hermandad entre conciudadanos desterraría la pobreza, fomentaría las artes, avivaría la industria y permitiría ejercer con toda libertad las riquezas de este territorio.