Discurso No. 020

Palabras del secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jorge Carlos Ramírez Marín, en la presentación del libro de memorias del arq. Pedro Ramírez Vázquez “Arquitectura”.

México, D.F. 25 de febrero de 2014.

Muchas gracias por la representación, pero sobre todo por la muy digna compañía de don Rafael Tovar y de Teresa.

Muchas gracias a ustedes por este rato extraordinario que nos han brindado, Arquitecto, Doña Teresa, Don Javier, un rato que seguramente será inolvidable.

Poco -y sería muy atrevido hacerlo- habría que decir sobre el Arquitecto. Pero permítanme recordar el momento en que les propuse a los señores directores de los organismos nacionales de vivienda que lleváramos a cabo… mejor dicho, en palabras realistas, lisas y llanas, que le diéramos el dinero a Porrúa para que la obra se hiciera, esa es nuestra parte en el libro.

Recuerdo que la respuesta fue inmediata, “por supuesto hagámoslo”. Los comentarios se vinieron en cascada sobre lo que representaba para cada uno de nosotros Ramírez Vázquez, lo que representaba para el director del INFONAVIT, Alejandro Murat; lo que representaba para el director de la Sociedad Hipotecaria Federal, Alberto Cano Vélez; para el vocal ejecutivo de FOVISSSTE, José Reyes Baeza; para alguien más joven que todos nosotros, el director del FONHAPO, Ángel Islava; lo que representaba para la SEDATU en general, tener la ocasión y el honor de poder hacer que este libro llegara a todas las manos posibles.

Porque la nuestra, estimados amigos, no es la apreciación del artista, del arquitecto conocedor y del experto en las líneas, los trazos, los nombres de las columnas o la trayectoria de los ángulos. La nuestra es la legítima y sincera admiración de la ignorancia, solamente lo sentimos y cada una de estas obras nos llevan de la mano y llevan de la mano una historia personal.

Seguramente nosotros recordamos -yo lo hago- la primera vez que entramos al Estado Azteca, y recordamos la primera vez que nos sentamos en la Basílica de Guadalupe. Y recordamos ahora tantos años después, la misma sensación cuando llevamos a esos mismos lugares de la mano, a carne de nuestra carne, que decía y pensaba lo mismo que nosotros en ese momento. Yo recuerdo, como si hubiera sido ayer, las palabras de mi hijo más pequeño la primera vez que entramos juntos al Estadio Azteca, un ignorante, legítimo y sincero ¡Wow, papá, esto es extraordinario!

Ese es su país y eso es lo que nos deja Ramírez Vázquez, la dimensión de un país para sentir, para apreciar. No sabremos del nombre de las curvas, pero caminando por los pasillos de la Cámara de Diputados y tocando con las manos las grecas que adornan el cuadrángulo, entendíamos e interpretábamos el abrazo que Ramírez Vázquez pretendía darnos, el abrazo con el que pretendía unir a toda la República; y caminar no se volvía interminable sino al contrario, se volvía un compás.

Esa es seguramente la expresión que a don Pedro le hubiera gustado saber, qué sentíamos los que vivíamos sus obras. Yo tuve la oportunidad de decírselo, y fue uno de mis primeros contactos con Miguel Ángel Porrúa, cuando editamos un libro conmemorativo de los 30 años de la Cámara de Diputados. Era un homenaje indispensable y para mí fue la ocasión de conocer a uno de mis más grandes ídolos, y uno de mis más grandes héroes nacionales.

El hombre que dejó -haciendo que el espacio hablara- un legado extraordinario de lo que somos los mexicanos. Y por eso yo, de todo el libro, quizá lo que más aprecio es esa afortunada frase que Miguel Ángel Porrúa tuvo a bien incluir en la contraportada del libro.

Recuerdo la primera frase del escrito que dice: “La vida me ha dado todo, me dio la oportunidad de ver -y a veces participar- en el esfuerzo cotidiano de mi familia por vencer al presente. Desde entonces aprendí que venciendo el presente no se teme al futuro”.

Algo se me habrá olvidado pero esa es la clave, aprender a vencer el presente significa dejar de temer en el futuro. Esa es la lección que me llevaré por siempre de Ramírez Vázquez, junto con una dimensión extraordinaria, alguien que pudo ser lo que creo que debemos aspirar todos los que tenemos alguna vez la oportunidad de estar en el servicio público, o en la política, o en una profesión que nos pone frente a responsabilidades: ser únicos, hacer de nuestra obra algo que se signifique; ser idénticos, no dejar de ser nunca nosotros mismos; y ser generosos.

En otras palabras, ser originales, ser auténticos y ser para los demás, esa para mí es la lección de Ramírez Vázquez, y como Secretario de la SEDATU, me siento profundamente orgulloso de haber contribuido a este extraordinario esfuerzo.

Muchas gracias.