Discurso No. 094

Palabras del secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jorge Carlos Ramírez Marín, durante la conmemoración del 102 Aniversario de la Promulgación del Plan de Ayala.

Ayala, Morelos, 28 de noviembre de 2013.

Muchas gracias, estimados amigos y estimadas amigas.

Agradezco en primer lugar la presencia y la invitación de los representantes de los poderes del estado de Morelos, encabezados por el señor titular del Poder Ejecutivo, nuestro muy estimado amigo, don Graco Ramírez. Muchas gracias señor gobernador.

Igualmente agradezco la presencia de los señores representantes del Poder Judicial, en la representación de la Magistrada Nadia Luz María Lara Chávez; y de la Mesa Directiva del Congreso del Estado en la representación del diputado Juan Ángel Flores Bustamante, presidente de la Mesa Directiva.

Muchas gracias por su gran hospitalidad a nuestro estimado amigo, presidente municipal, José Manuel Tablas Pimentel, y agradezco la presencia de los señores representantes del Poder Legislativo estatal, del Poder Legislativo Federal, del Poder Ejecutivo estatal y del Poder Ejecutivo Federal, en la representación de los distintos funcionarios que nos hacen el favor de acompañarnos, y destaco la presencia del señor director del Registro Agrario Nacional, Manuel Ignacio Acosta, quien nos hace el honor de su presencia en este muy importante homenaje.

Agradezco también, muy particularmente la presencia de nuestro Ejército Nacional, representado por el Teniente Coronel de Arma Blindada, Manuel Ramos Barrera, y con él agradezco esta magnífica banda de guerra, y esta gran y digna escolta con que el Ejército Mexicano nos hace el honor de rendirle homenaje hoy, aquí, a Emiliano Zapata. Muchas gracias a la Secretaría de la Defensa Nacional y particularmente a sus representantes en este homenaje.

Muchas gracias también a los representantes del cabildo de este municipio que tuvo el honor y la suerte de inscribir su nombre en la historia de México, Ayala.

Zapata, estimados amigos, es un héroe que convoca tanto a la imaginación como a la mitología; es la evocación, como pasa con los héroes de las películas; es el que hace lo que tantos otros no se atrevieron a hacer. Y eso es imprescindible destacarlo el día de hoy, ya lo ha hecho con su habitual tino el señor gobernador.

Porque estábamos, hasta ese momento, ante una Revolución incompleta. Estábamos ante una Revolución que había logrado el cambio de gobierno, pero no había logrado el cambio de las estructuras sociales de nuestro país. En otras palabras, corríamos el riesgo de que hubieran cambiado los gobernantes, pero las cosas siguieran igual.

Y con toda seguridad iban a seguir igual si alguien no tenía los arrestos, el tamaño moral, la estatura con la ciudadanía de convocar a lo más imprescindible: dar la vida. Hoy nos suena fácil, cada vez que estoy en uno de estos acontecimientos históricos, siempre trato de ubicarme en lo que estaría pasando en esos momentos: ¿Cómo fue hace 102 años? ¿Por dónde entraron? ¿En qué momento decidieron convocarse? ¿Cuáles fueron los últimos toques al documento? ¿Cómo lo discutieron? ¿Sospechaban entre ellos quién iba a ser el que no tuviera la valentía de firmar? Lo que iban a firmar los iba a comprometer frente a todos y por todo, se trataba de arriesgar la vida y lo hicieron.

Y la razón fundamental era que ninguna revolución nos sirve si efectivamente no podemos ser los dueños de nuestro destino, si efectivamente no podemos ser los dueños de lo que nos pertenece. Y en ese momento no éramos dueños de nada, porque había un factor fundamental que la Revolución necesitaba injertar en su ideario y no estaba. No podía estarlo, los hombres que habían promovido el cambio político también eran parte de ese “statu quo” que hacía que la propiedad fuera fundamentalmente propiedad privada.

Y quiero decirles una cosa, en todos los demás países de América es exactamente así, la propiedad es privada; o en todos los demás países donde no lo es, la propiedad es del Estado. Sólo en nuestro país, sólo en este país, y a partir del Plan de Ayala, la propiedad pudo ser social, es decir, pudo pertenecerle al mismo tiempo a los individuos y a la comunidad. Esa es la grandeza de ese momento que se consumó aquí en este lugar, dos días después, y en realidad aquí enfrente, como me decía el gobernador, en la fecha que estamos conmemorando hoy.

Pero todo el pensamiento surgió de aquí, aquí el corazón de esa Revolución que hacía falta y que hizo que la gente tuviera propiedad.
¿De qué reclamaban la propiedad? Efectivamente, no reclamaban la propiedad prehispánica, reclamaban la propiedad de cuando ya aún presentes los españoles, ya aún bajo el yugo del rey y del virrey que lo representaba, la tierra se había repartido para dejarles a los indígenas lo que era suyo.

Y el paso del tiempo hizo que las estructuras políticas fueran quitándole esa tierra a los originales dueños y trasladándola a la propiedad privada. Intentar cambiar eso en ese momento significaba efectivamente una Revolución, al grado que quién había llegado al poder, Francisco I. Madero, se enfrentó por la vía de las armas, con el propio Zapata y su Ejército Liberador del Sur. Esta proclama, estimados amigos, escrita por Emiliano Zapata y por Otilio Montaño, se firmó el 25 de noviembre de 1911.

Para el movimiento campesino sigue teniendo vigencia. Decía un biógrafo de Zapata, John Womack: “El Plan de Ayala es en los hechos la Biblia de los campesinos mexicanos”. Sigue siendo nuestra referencia fundacional, tenemos propiedad, tenemos lo que tenemos hoy, hablamos de cultivar el campo y de hacer una revolución por un momento que ocurrió hace 102 años, por algo que pasó aquí muy cerca y que se gestó aquí hace 102 años.

La visión de Zapata alcanzó para que el Constituyente de 1917 pusiera las bases jurídicas para el establecimiento y la expansión del ejido como figura jurídica para la propiedad rural de uso colectivo. Lo escrito en el Plan de Ayala fundamentó la reestructura territorial y social que posteriormente, 20 años después, Lázaro Cárdenas concretó entregando a cada quien sus títulos de propiedad.

Y a la fecha, como reclamaba nuestro amigo aquí cerca, aún el Gobierno federal concreta dirimiendo los conflictos entre ejidos, entre ejidos y particulares, entre municipios y resolviendo la propiedad para cada una de las comunidades, o incluso para los directamente beneficiarios como campesinos del uso y la propiedad de su parcela.

El ejido fue la unidad de producción usufructuaría de la tierra, y eje de la organización social, de la identidad comunitaria durante todo el Siglo XX en México. Aún hoy seguimos aprendiendo de la dinámica organizativa de cómo toma decisiones el ejido, cómo elige a sus autoridades. Este es proceso colectivo del campo que sigue siendo un referente de las formas democráticas de las que todos, aún hoy, debemos seguir aprendiendo.

Y todo esto surgió del Plan de Ayala. Por todo esto surgieron las instituciones del Estado para el desarrollo rural, la defensa de los derechos campesinos, el financiamiento, la capacitación para la producción. Sí, nuestros tatarabuelos vieron nacer la Comisión Nacional Agraria, el primer antecedente de lo que después fue la Reforma Agraria y hoy es la SEDATU. Surgieron las instituciones financieras para dar crédito a la producción campesina y el fomento, y se crearon también tribunales agrarios para resolver controversias y resguardar los derechos del sector social. Así precisamente surgió del Plan de Ayala, una nueva disciplina, el Derecho Agrario Mexicano.

Insisto amigos, es muy importante ubicarnos en el contexto de qué pasa en otras partes del mundo. En China no hay propiedad social, toda la tierra le pertenece al Estado que dispone libremente de ella; en otros países, en los capitalistas por ejemplo, no hay tampoco propiedad social, la tierra es de cada quien, que a lo largo de los años la ha ido convirtiendo en patrimonio de su familia. Trasladar la propiedad no solamente es infinitamente caro, sino que prácticamente no sucede en los países europeos o en los Estados Unidos de Norteamérica, y si sucede, es a costo de cada una de las personas.

México es un ejemplo de cómo resolvió un problema de justicia en un marco de legalidad. No fue fácil. Hace poco más de 100 años la preocupación de Zapata era que todos los mexicanos que trabajaban en el campo tuvieran una dotación de tierra para poder labrarse un futuro. Hoy en día, ustedes lo han dicho el día de hoy, nuestros esfuerzos se dirigen a mejorar la calidad de vida de los dueños de la tierra que ya ha sido repartida.

La Reforma Agraria vive otro momento y otra lógica, 102 años después. Nuestros enemigos ya no son hacendados que acaparan tierra, pero eso no implica que no haya quienes buscan aprovecharse de las condiciones que se viven en el medio rural para, a través de mecanismos legales, comerciar con la pobreza y adueñarse de la tierra que, hace 102 años, Zapata le heredó a sus compañeros. Buscan firmar contratos leoninos, lucrar con la miseria rural en forma de explotaciones, de desarrollos inmobiliarios, de minas y de otro tipo de instrumentos de los que se sirven para que solamente ganen ellos y no ganen los auténticos dueños de la tierra.

Para que las comunidades campesinas sigan adelante con perspectivas más amplias, y su fuerza sea reconocida, necesitamos un factor indispensable, ponerle orden al territorio; necesitamos, y ese es el compromiso que ha asumido el Presidente de la República, que el orden territorial sea la condición principal para el desarrollo.

102 años después seguimos todavía cumpliendo las cuestiones sociales que Zapata señalaba como importantes. Por eso estimados amigos, decía en el numeral sexto de ese documento que “los terrenos, montes y aguas que hayan usurpado los hacendados, científicos o caciques a la sombra de la justicia venal, entrarán en posesión de esos bienes inmuebles desde luego, los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes a esas propiedades”.

En aquellos tiempos la importancia de tener certeza sobre la posesión de la tierra, era condición necesaria para que los beneficios de la Revolución pudieran llegar al campo. Hoy este orden territorial es la condición para que las oportunidades se distribuyan de manera equitativa entre el campo y la ciudad. Por primera vez en la historia, gracias a la creación de una Secretaría como la SEDATU, demostramos estar pensando que el desarrollo nacional no puede ser particular, sino que es un conjunto de acciones que se tienen que establecer como Política de Estado, y garantizar condiciones para que cada quien alcance su potencial máximo, igual en el campo que en la ciudad.

En la visión del Gobierno de la República el tema del campo retoma un lugar prioritario entre los objetivos del Estado, de ahí la convocatoria del Presidente de la República a esta nueva Revolución para el Campo basada, entre otras cosas, en tener igualdad de oportunidades para el aprovechamiento de un recurso indispensable como el agua, tener igualdad de oportunidades para otro recurso indispensable como es el conocimiento, y el tener oportunidades iguales todos para el aprovechamiento de otro recurso indispensable como lo es la tecnología.

Hoy la nueva Revolución la establecen estas condiciones principalmente: orden territorial, conocimiento, tecnología y disponibilidad justa de nuestro más preciado recurso como es el agua. Esa es la nueva visión con la que pretendemos atender la redacción del plan de Ayala, la redacción que motivó en Veracruz la promulgación de una Ley Agraria, hasta 1915, que buscaba hacer efectiva la restitución de las tierras.

Amigos, no nos sirve de mucho institucionalizar las demandas, no nos sirve de mucho institucionalizar a los héroes, lo que nos sirve es mantener vivas las revoluciones; lo que nos sirve hoy, con el ejemplo de Zapata, es hacer que el agua efectivamente les llegue a todos, que la tecnología efectivamente le llegue a todos, que el conocimiento del campo y su aprovechamiento pueda efectivamente llegarle a todos; y por eso tenemos que apostar por el bienestar de este sector, traduciéndonos en unidad y paz, conocimiento y por supuesto, estimados amigos, absoluto respeto a los derechos del campesino en la Ley Agraria.

Es así como vamos a hacer surgir un nuevo campo. Yo soy un gran admirador de Zapata y agradezco mucho estas oportunidades que me da el estado de Morelos de recorrer los sitios por donde desarrolló su carrera política, en donde fue traicionado, espero tener la oportunidad de visitar el lugar donde nació. Me lo imagino muchas veces así, como el héroe que fue siendo capaz de tomar la decisión de arriesgar la vida. Me lo imagino más así como ese héroe que inmortalizaron ya tantas imágenes, tantos cuadros, una que otra película.
Este héroe del pueblo que lo conocía a fondo, que lo sufría a fondo, fue capaz de arriesgar la vida. Hoy nosotros tenemos que arriesgar nuestra comodidad, arriesgar las cosas que hemos hecho siempre y que seguimos haciendo a pesar de que no dan resultados. Hoy tenemos que arriesgarnos a cambiar.

Y ese riesgo lo ha asumido el Presidente de la República, con tres reformas fundamentales: la Reforma a la Educación, la Reforma Financiera que muchos beneficios aportará al campo en México y la Reforma Energética, que plantea finalmente que saquemos provecho de lo nuestro sin que deje de ser nuestro, que los beneficios de la riqueza que nos ha dado la naturaleza lleguen a los hombres del campo, aunque no estén parados sobre un campo de petróleo o sobre un campo de gas.

Esas reformas había que tener el valor de plantearlas; de hacerlas llegar, no a los cafés y a los partidos, para que se haga una discusión política, sino a las Cámaras donde los mexicanos, a través de sus representantes, tomaran una decisión. Estas reformas nos permiten hoy tener un presupuesto histórico para el campo mexicano, un presupuesto que rompe todos los records de lo que habíamos invertido en el campo, ahora nos corresponde a nosotros hacerlo realidad y hacerlo con un trabajo eficiente, honrado, tal y como se hace aquí en Morelos, y desafiando lo que se haya hecho antes, para que ahora las cosas se hagan mejor.

Yo creo que este es el llamado que desde entonces nos hace Zapata, Hay ciertas dudas de que la frase hubiera efectivamente sido dicha por Zapata, pero no hay duda de que, si en alguien cabía esa frase, era alguien como Emiliano Zapata: “Prefiero morir de pie que vivir de rodillas”.

Y aquí estamos amigos de Morelos, de pie, rindiendo el homenaje al héroe y de pie viendo el futuro para salvar a la patria y para hacer del campo la realidad que Zapata soñó. Muchas gracias.