Discurso No. 077

Palabras del titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), Jorge Carlos Ramírez Marín, en la ceremonia donde se firmó un convenio entre la SEDATU y la SEP para regularizar la tenencia de la tierra a planteles.

Tlaxcala, Tlaxcala, 14 de octubre de 2014.

Estimados amigos, estimadas amigas, jóvenes, niños, que bueno asistir a este evento, a este acto con el calor, el sabor, no solamente de tlaxcaltecas y poblanos, sino sobre todo de la comunidad educativa.

De verdad que para nosotros, para mí en lo personal, es un orgullo estar acompañado en este evento de un extraordinario gobernador como lo es el de Tlaxcala, Mariano González Zarur, a quien le agradezco su hospitalidad.

Y muy particularmente contar, es la primera gira que hago con él, y el primer evento que hago con él, contar con la presencia siempre distinguida y amable del señor secretario de Educación Pública, don Emilio Chuayffet Chemor. Muchas gracias don Emilio, un hombre que es siempre guía para todos los que estamos en la administración pública, no solamente por su sapiencia y su consideración, pero sobre todo con esa extraordinaria sensibilidad para las cosas importantes.

Y eso es lo que nos tiene aquí. Déjenme, muy rápidamente, recordar una parte de la historia que por vieja puede ser que se nos esté olvidando, pero la educación en México fue fruto, en gran medida, de una lucha sangrienta, desalmada; ya se nos olvidó, pero a principios de siglo, los niños caminaban por las calles de la Ciudad de México, de Tlaxcala, de Puebla, huérfanos, miles de huérfanos y sin la menor posibilidad de que su vida se extendiera. Eran una especie de florecillas que o el hambre, o la guerra o algo, iba a desaparecer.

Pasaron más de siete de años de que empezara la Revolución para que hubiera una Constitución, para que se tomaran en cuenta los derechos de los niños a estudiar y la necesidad del país de tener a esos niños, no en las calles, sino en escuelas.

Y entonces vino una carrera impresionante, ejemplo en todo el mundo para hacer escuelas, para llevar libros y educación a los lugares más lejanos de nuestro país. A la montaña, a la sierra de Puebla, a lo más recóndito de la Huasteca, sin importar qué actividad hacia ese pueblo, sin importar a qué se dedicaba, sin importar cuántos eran, tenía que haber una escuela. Esa prisa se continuó y ya todavía a finales del siglo XX, nuestro país sin duda es uno de los países que puede presumir el mayor número de escuelas por habitante en todo el mundo.

Pero este problema, amigos, se combina con otra cosa que logró la Revolución y es la propiedad. Si usted quiere comprar, si usted quiere tener una propiedad, un pedazo de tierra, en Francia o en Inglaterra o en Estados Unidos, sólo hay una manera de lograrlo, tiene que pagar. En México la Revolución le dio más de la mitad del territorio a quienes le pertenecía, comunidades indígenas, y creo la figura del ejido, donde el propietario no es uno, sino una Asamblea.

Esa Asamblea es la que decide. En ninguna otra parte del mundo existe un régimen de propiedad como la propiedad social de México; hay parecidos, pero en este los dueños son los ejidatarios que forman parte de la asamblea.

Y cambiar el régimen de propiedad, no requiere necesariamente de dinero. Como fue pasando a todo lo largo de esos años, la voluntad del ejido era donar un terreno para la escuela. Y primero fue para la primaria y luego para las secundarias y hoy tenemos para bachilleratos, para telesecundarias, para escuelas técnicas e incluso para universidades, para escuelas normales de educación superior. Ese es esfuerzo que los ejidatarios han hecho regalando, donando su propiedad para que la gente pueda estudiar. Y hoy estamos viendo a todos estos niños, todos estos papás, algunos seguramente miembros del ejido, o hijos de ejidatarios, tenemos estas escuelas gracias a que ellos donaron su tierra.

Pero si el país fuera una casa, imagínense la de ustedes, lo primero que hace uno es guardar la factura de lo que compra o la factura de lo que le donan y lo pone ahí muy bien conservado en el cajón más importante con los documentos importantes.

Pero en México no estábamos haciendo eso, hasta que el señor Presidente de la República nos instruyó a que la certeza, la legalidad, tiene que comenzar con el título de propiedad; y que las escuelas tienen el derecho a saber con certeza que son las propietarias de ese terreno en el que están ubicadas; y que los gobiernos estatales tienen que tener la certeza de que sus escuelas, sus clínicas, sus jardines de niños, sus prepas, son efectivamente de ellos.

Por eso estamos haciendo este programa de certificación de escuelas, y por eso es tan importante el convenio que celebramos con la Secretaría de Educación Pública, porque de esta manera estamos garantizando que ese patrimonio efectivamente le pertenezca al estado.

Esto era lo importante, como en una casa, ahora tenemos los papeles que nos dicen que efectivamente la tierra sobre la que está nuestra escuela nos pertenece; y ahora sabemos con certeza cuánto vale para el Estado.

¿Cuánto valen estos más de 500 títulos que estamos entregando el día de hoy? Valen más de mil 470 millones de pesos, representa poner en orden más de 3 millones de metros cuadrados que ahora sabemos efectivamente a quien le pertenecen.

Certeza y seguridad jurídica son también de esta gran Reforma Educativa que encabeza el Presidente Enrique Peña Nieto y ejecuta magistralmente don Emilio Chuayffet Chemor, ese es el proceso al que estamos llegando con esta certificación. De eso se trata, hoy estamos entregándoles a ustedes 217 títulos de escuelas de educación preescolar, 312 títulos de escuelas primarias, 133 de escuelas secundarias y 11 bachilleratos, como les decía, una suma superior a mil 400 millones de pesos y de más de dos millones de metros cuadrados.

Eso es lo que ustedes vinieron a atestiguar el día de hoy que como si fuera una casa el país se va poniendo en orden. Guardamos y registramos todos los títulos de nuestras escuelas, de nuestras clínicas, como antes sólo lo hacíamos para los títulos personales, sólo se ocupaba el Registro Agrario Nacional de los títulos que requerían los que compraban terrenos para construir casas, o los que compraban terrenos para luego convertirlos en propiedad privada a través del mecanismo del dominio pleno.

Hoy el Registro Agrario Nacional se ocupa de darle certeza jurídica a toda la tierra, también la tierra que pertenece al gobierno y eso es lo que ustedes vinieron a atestiguar. Me siento profundamente complacido como secretario del gran trabajo que realizan el Registro Agrario Nacional y la Procuraduría Agraria, que tiene un papel fundamental en la conciliación, en la identificación en la búsqueda de los sujetos agrarios que tienen que firmar y hacer estas asambleas donde la propiedad pasa del ejido al gobierno del estado o el Gobierno federal.

El Registro Agrario Nacional hasta hoy lleva entregados más de 250 mil títulos en 2014, el año pasado entregó más de 250 mil títulos, esperamos que este año sean más de 300 mil los títulos que se entreguen y este año, por primera vez, se incluyen títulos de escuelas y de clínicas.

Amigos, vamos caminando hacia el orden, el orden territorial que es el orden que nos permite luego contar nuestra riqueza, es el orden que nos permite tener mejores ciudades, eso es lo que estamos trabajando y haciendo, porque así nos lo ha instruido el señor Presidente de la República que hoy saluda a todos ustedes y les felicita porque ya son, real y auténticamente, los propietarios de sus escuelas y son real y auténticamente dueños de un pedazo del territorio nacional.
Sabemos que lo van a cuidar, lo van a enaltecer y nos da mucho gusto cumplir una instrucción como esa. Muchísimas gracias.