Discurso No. 018

Palabras del secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Jorge Carlos Ramírez Marín, al inaugurar el III Intercambio Internacional de Gobernanza de la Tierra, celebrado en el edificio sede de la dependencia.

México, D.F. 24 de febrero de 2014.

Estimada subsecretaria.

Muchas gracias estimados amigos.

Quiero dar la bienvenida a nuestros amigos de Brasil, de Uruguay, de Argentina, a los representantes de gobierno, a los representantes de organizaciones sociales.

A todos, espero que tengan una fructífera visita a nuestro país y estoy seguro que por parte de nuestra Secretaría no quedará ningún esfuerzo por realizar para que ustedes obtengan el mayor provecho de esta visita a nuestro país.

Nos encomendó la señora subsecretaria que les explicáramos a ustedes cuál es el papel de la SEDATU. Me gustaría hacerlo leyendo para que no cometiera ninguna imprecisión de tiempo y ustedes pudieran aprovechar lo más posible.

Las Ciencias Sociales tienen una característica que las hace diferentes de cualquier otra disciplina, sus respuestas no son ni universales, ni definitivas. Lo que resulta útil y benéfico para un lugar, no es universal, no puede aplicarse de la misma manera a otros. Incluso lo que hoy funciona bien, puede que mañana ya no sirva y viceversa.

Si algo tenemos claro los que trabajamos en el Gobierno mexicano es la complejidad del mundo, pero justamente eso es lo que hace que nuestra labor sea un desafío permanente y justamente crea un estímulo, nunca terminamos de buscar soluciones para los problemas que tenemos que resolver. Esto hace que la búsqueda colectiva sea una de las mejores estrategias que podemos tener, así que un encuentro internacional como el que se plantea hoy, como este, sirve fundamentalmente para conocer de primera fuente las experiencias de otros lugares que pueden servirnos a nosotros. Nosotros esperamos que las experiencias mexicanas puedan servirles a ustedes.

En cuanto a políticas relativas a la tenencia y uso de la tierra, México, sin lugar a dudas es un país excepcional. Muchos intelectuales y caudillos -quizá el más conocido Emiliano Zapata- propusieron una forma de la tenencia de la tierra única: la propiedad social.

En México, además de la propiedad del Estado y además de la propiedad privada, existe otra figura jurídica: la propiedad social, llámese comunal o ejidal. Los ejidos no son la inclusión legal del principio zapatista de que la tierra es de quien la trabaja, también son el reconocimiento de que esta actividad suele ser colectiva y por lo tanto determinante no para una persona, sino para toda una comunidad.

El ejido es la porción de tierra de uso público cuyo dueño es la comunidad y que, por lo tanto, utiliza la deliberación colectiva -aquí una de sus mayores fortalezas- como método para la toma de decisiones. Cada ejidatario tiene una porción de tierra, determina su aprovechamiento, pero al mismo tiempo no puede comercializarla o destinarla a otro uso sin el consenso de los demás dueños del ejido.
Las decisiones del Gobierno sobre qué hacer con la tierra se resumen en la evolución del ejido: desde su creación, su consolidación, su apertura comercial posterior y su consolidación productiva, parte en la que sin duda estamos aún en falta.

El experimento mexicano de la propiedad comunitaria no ha tenido los efectos liberadores y de justicia social que imaginábamos idealistamente; pero tampoco ha sido un desastre, como pronosticaban los liberales radicales a ultranza que deseaban ver fragmentada en unas cuantas manos la propiedad de la mayoría de la tierra.

Actualmente buscamos un nuevo impulso, un relanzamiento de la propiedad social para adaptarlo a una realidad global, pero sobre todo para adaptarlo a una realidad nacional indispensable: la productividad que logre esta consolidación productiva del ejido y que aumente los ingresos de quienes son los propietarios de la tierra social.

El debate sobre la gobernanza de la tierra en México, además de técnico y científico, tiene diversas vertientes que intentan conciliarse entre sí, a partir de una estrategia que implique una visión integral de la compleja problemática en la que debe incidirse.

Aunque el Estado mexicano del siglo XX se ocupó de impulsar el reparto agrario, prácticamente el 52 por ciento del territorio nacional es propiedad social, y de ese 52 por ciento se ha repartido ya el 96 por ciento.

A pesar de impulsar el reparto agrario, la dinámica demográfica y la transición a la economía abierta y global, han traído consigo fenómenos que es necesario atender: la falta del relevo generacional, la desigualdad de género y fundamentalmente la baja productividad en el sector primario.

Desde el mundo rural es que los contingentes de jóvenes emigran buscando mejores oportunidades a nuestros vecinos del norte; por un lado sólo en la tercera parte de la propiedad social los jóvenes se incorporan a las actividades del ejido; por el otro el 36 por ciento de los trabajadores de campo en los Estados Unidos de Norteamérica nacieron en nuestro país. Son dos realidades muy importantes.
En la tercera parte de la propiedad social los jóvenes se incorporan a actividades del ejido, 36 por ciento de la mano de obra agraria en los Estados Unidos es mexicana.

En el marco del este fenómeno migratorio ¿quién sufre más? Las mujeres, ya que se quedan a cargo de la producción, pero paradójicamente están fuera de las decisiones comunitarias del ejido.

El financiamiento tampoco es para las mujeres, de los apoyos del gobierno, sólo uno de cada cinco de los propietarios reconocidos o ejidatarios de la tierra son mujeres, uno de cada cinco; y sólo tres de cada 100 comisariados ejidales es mujer, es decir, apenas una decena de mujeres dirigen órganos ejidales u órganos de decisiones comunitarias en nuestro país.

En agregado a estas ineficiencias han provocado que mientras que el 13.9 de las personas con un trabajo en México se dedica al sector primario, sólo aportan el 3.5 % del Producto Interno Bruto. Se trata claramente del problema del orden en el territorio, pero sobre una superficie territorial basta y diversa en cuanto a cultura, tradiciones, formas de participación social, etnias, productividad, formalidad.

Hay que agregar la gran división entre lo urbano y rural tradicional de nuestro país que son más categorías conceptuales que fenómenos separables en la realidad, ambas condiciones, rural-urbano, coexisten en la cadena productiva que va desde el surco hasta el gabinete, donde se firman las exportaciones.

Además, la complejidad aumenta por la diversidad de suelo y topografía observables en México. El aumento de los fenómenos naturales, consecuencia del cambio climático y el desordenado crecimiento con el que se expanden los fraccionamientos residenciales, sin lugar a dudas han afectado el orden de la propiedad social y sobre todo la vida de las comunidades asentadas en ellas.

Todas estas cosas consideraciones, estimados amigos, justamente responden a por qué tuvimos que crear una Secretaría, de nombre tan largo como complejo, y tan largo como efectivamente son sus objetivos: Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano. Podríamos agregarle: y de Vivienda. Lo que hace la SEDATU creada en un ambicioso programa reformista que impulsa el presidente Peña Nieto, el año pasado logramos una reforma fiscal, una reforma energética, pero también un cambio histórico sobre cómo entender la política territorial.

Sabemos que dejar al mercado las decisiones sobre el uso y la posesión de la tierra nos va a generar distorsiones que posiblemente ya no pudiéramos alcanzar corregir. Resultaría extraordinariamente costoso para la sociedad en el largo plazo; por ejemplo, mientras que en los últimos 30 años la población en la zona urbana mexicana se ha duplicado, el tamaño de las ciudades se ha multiplicado por diez.

Cualquier modificación sobre las decisiones de uso y posesión de la tierra alrededor de las ciudades, fuera de una regulación adecuada para el desarrollo urbano y de normativas adecuadas para que al mismo tiempo impulsemos y reordenemos el crecimiento del sector vivienda en nuestro país, cualquier cosa fuera de este orden sin duda traería consecuencias catastróficas en cuanto al crecimiento de las ciudades.

En esta Secretaría, por primera vez en la historia del país, se coordinan las funciones de desarrollo agrario con las de ordenamiento territorial y las de producción de vivienda; hago énfasis, la producción de vivienda no solamente en la zona rural y la vivienda comercial, sino también la vivienda de producción social, la autoproducción de vivienda y la vivienda rural.

El hilo conductor de todas nuestras tareas es el suelo y todo lo que ocurre encima de él; buscamos que las acciones de la SEDATU sean “tiros de precisión” que sirvan para reducir las asimetrías entre grupos sociales y regiones para el aprovechamiento de la tierra en todos sus usos. Por mencionar un solo ejemplo, en lo que se refiere a la zona Sur – Sureste, a la región sur sureste de nuestro país, contamos en esta región con el 80 por ciento de la captación de agua en todo nuestro territorio, más del 80% de los recursos forestales; y sin embargo en esta misma región vive más del 60% de los pobres de nuestro país, 24 millones de personas no tienen acceso a los programas de seguridad pública.

Por eso, nosotros creemos que tener reglas claras sobre la gobernanza de la tierra no es suficiente para garantizar el desarrollo productivo de esta y mucho menos una política territorial armónica, pero una cosa es segura, no tenerlos sí nos asegura sesgos, desigualdades, desorden en la repartición de los beneficios de la tierra, retraso en la llegada de oportunidades, como pueden serlo, por ejemplo, las nuevas tecnologías.

Y en esta materia el presidente de la República ha propuesto, en paralelo de la creación de esta Secretaría, una absolutamente integral reforma del campo mexicano que incluya mejor distribución del agua, mayor equidad en el uso de la tecnología y por supuesto acercar a todos en el campo mayores fuentes de financiamiento.

La SEDATU se encuentra ante el desafío de revisar, actualizar e innovar, hacer valer esas reglas del juego que incluyan y concilien todas las escenografías comunitarias y sus potencialidades sobre el territorio. Hay que actualizar la responsabilidad del Estado en el orden territorial, para lograrlo los avances que alcanzaremos durante este intercambio internacional, estimados amigos, sin duda serán benéficos.

Con este enfoque, en el Gobierno de México nos preparamos para los desafíos de la gobernanza territorial del siglo XXI: seguridad alimentaria, movilidad, sustentabilidad, generación de infraestructura y por supuesto fomento de la innovación y la creatividad. Por primera vez todos estos problemas son pensados por los científicos sociales.

Pero así como hay nuevos retos también hay nuevas herramientas para enfrentarlos. ¿Cómo? Aquí está la muestra, la voluntad, de resolverlos y una colaboración internacional permanente, cuanto más si se trata de nuestros países hermanos.

Muchas Gracias.