La costumbre de comer pan es tradicional en México. Aunque su elaboración y origen es principalmente de descendencia española y francesa, su llegada a nuestro país lo transformó en uno de los convites más accesibles y de mayor variedad, lo que hace frecuente su consumo.
El 1 y 2 de noviembre se celebra en México el Día de todos los santos y de los fieles difuntos, en donde es consumido el pan de muerto, un tipo especial de pan que está asociado a la celebración del Día de Muertos. En 2003, la UNESCO reconoció a este como una obra maestra de la humanidad y aunque algunos historiadores aseguran que su origen data desde la época prehispánica, fue en realidad hasta el virreinato cuando comenzó a elaborarse a base de trigo y azúcar.
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria Panificadora (CANAINPA), el consumo per cápita anual de pan es de 33.5 kgs, de los cuales entre el 70% y 75% corresponde a pan blanco, y el restante 30% o 25%, respectivamente, a pan dulce, galletas y pasteles. En 2016, el valor de la producción de la panificación tradicional aumentó 0.8% con respecto al año anterior. El pan blanco, pan de caja y pan dulce forman parte de la canasta alimentaria del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL). El pan blanco y pan de caja forman parte de la canasta básica del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).
Siete entidades de la República concentran poco más de la mitad de las unidades económicas dedicadas a la industria panificadora: Estado de México, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Ciudad de México, Sonora y Michoacán.
Conforme a datos de la Encuesta Mensual de la Industria Manufacturera (EMIM) del INEGI, de 2007 a 2016 la tasa de crecimiento media anual (TCMA) del valor de la producción de la panificación tradicional fue de 9.4%. En 2016, el valor de la producción aumentó 0.8% con respecto al año anterior.