Finalmente, culminó una tarea titánica que implicó un gran esfuerzo de ingeniería y construcción. Me refiero a la conclusión de la perforación del túnel de 11.5 metros de diámetro y 5.4 km de longitud.

Este túnel, la parte más compleja de la obra, se realizó gracias a “La Tapatía”, la tuneladora que hoy emerge tras haber terminado su labor y que es una auténtica fábrica rodante que no solo perfora, sino que además coloca a su paso dovelas prefabricadas para formar los anillos que dan la solidez necesaria a la construcción y a las edificaciones que están en la zona.

La perforación realizada por “La Tapatía” podría ser calificada como quirúrgica. Operó a más de 30 metros de profundidad por debajo del centro histórico de la ciudad, incluida la zona de las icónicas Catedral de Guadalajara e Iglesia de San Francisco, sin afectación alguna. Además, el avance de la tuneladora fue silencioso, pasó desapercibido para la ciudadanía, no causó mayor molestia. Esta es una clara muestra del uso de tecnología de punta en favor del progreso con responsabilidad social.

Pero las máquinas no lo pueden todo y no pueden solas. La operación de la tuneladora estuvo vigilada en todo momento por más de un centenar de ingenieros; técnicos y trabajadores mexicanos realizaron los trabajos de abastecimiento y mantenimiento de la tuneladora, así como las obras necesarias para su avance.

A todos ellos nuestro más sentido reconocimiento por la labor realizada; ustedes son orgullo de México.