Buenos días tengan todos ustedes.

Un privilegio poder acompañarles en este homenaje a uno de nuestros grandes médicos, a uno de nuestros grandes maestros.

Qué bueno que conocemos de parte del señor director de la Facultad de Medicina, que es solo el primero de muchos otros que se harán aquí en este hospital, y seguramente en otras unidades de atención.

Me da mucho gusto de verdad, compartir con el doctor, con el maestro Raúl Cicero Sabido, este homenaje que justamente se le rinde a él, y además hacerlo en compañía de ustedes.

Aquí en este auditorio, hay una muestra muy representativa de compañeros, de discípulos, de amigos, de familiares, del maestro Cicero.

Está aquí con nosotros, por supuesto, el señor director del Hospital o el maestro don Octavio Rivero, un extraordinario educador médico, un gran cirujano, un extraordinario director de la Facultad de Medicina, y sobresaliente rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, entre muchas otras tareas y condiciones que le han distinguido. Qué bueno maestro que nos acompaña usted el día de hoy.

Gracias señor director de la Facultad por estar con nosotros, por su mensaje, y por supuesto, les agradezco y reconozco a los doctores Meljem, Navarro y a la doctora Ocampo.

A los señores presidentes de las Academias Nacional de Medicina, y Mexicana de Cirugía que están aquí con nosotros.

A los familiares del doctor Raúl Cicero, muchas gracias por hacerse presentes, y a profesores Eméritos, ex directores de la Facultad de Medicina, servidores públicos sobresalientes de hoy y de muchos años. A médicos que han hecho hazañas en nuestra profesión y que nos acompañan el día de hoy.

Muchas gracias a todas y todos ustedes.

Pero, sobre todo, qué bueno que están aquí. Muchos de quienes hacen la vida diaria de este hospital. Qué bueno que están aquí médicos, enfermeras, trabajadoras sociales, técnicos y que particularmente estén los estudiantes de medicina.

Algunos de ellos ahorita ya descansando, por lo que puedo ver allá arriba. Tengo una capacidad yo para inducir el sueño, extraordinaria.

Pero me da mucho gusto, estoy seguro que su estado casi catatónico es por las guardias frecuentes que tienen. De verdad muchas, muchas gracias a todas y todos por estar con nosotros.

Algunos comentarios respecto a lo que dijo el maestro Cicero, antes de referirme a él. Uno para desmentirlo: no me voy a referir al artículo maestro, ya quedamos que me lo va enviar para que lo pueda leer.

Pero él no está en el archivo muerto, por supuesto que no. Él está dentro del activo de este hospital. Ahorita voy a referirme algunos de los momentos en fines de semana en donde he tenido la oportunidad de encontrarme con él.

Él sigue estando, como lo pudimos ver, extraordinariamente activo, con una enorme lucidez, con un gran sentido del humor, que solo refleja la inteligencia que tiene y él entonces está en el activo, y no está en ningún archivo.

Y la segunda es decirle, respecto de las fantasías, que qué bueno que todavía no podemos leer la mente, si no yo no sé qué estaríamos ahorita todos pensando.

Déjenme decirles del doctor Cicero algo que a mí me llena de orgullo:

Me llena de orgullo encontrármelo, por ejemplo, algunos sábados en un supermercado. Cicero y yo somos compañeros de súper. Y encontrarlo siempre con unas palabras de aliento, siempre con un argumento inteligente, siempre así sea intercambiando de carrito a carrito, sobre los temas y asuntos de la medicina, del hospital, de la salud, sobre los temas de México y sus preocupaciones.

Para mí maestro Cícero, siempre ha sido un privilegio, platicar intercambiar con usted.

Para definir al doctor Cicero no alcanzarían muchas palabras y muchos adjetivos. Él es un médico, sin dudad alguna. Él es un universitario, por supuesto, y ahorita voy a dar argumentos cuantitativos para demostrar que no es solo retórica si no que su vida lo demuestra con toda contundencia.

Él es un personaje de la segunda mitad del Siglo XX y hasta nuestros días. Él es una gente a quien le acompañan la “ses”. Déjenme decirles porqué, él se ha destacado por la calidad que le imprime a todas sus labores. Él se da destacado por el compromiso en la atención a sus pacientes y por la constancia en todas las tareas realizadas.

Ya decía yo que a él se le puede juzgar, definir, caracterizar como médico, como investigador, como directivo. Pero yo creo que el mejor de los trajes que porta es el de maestro.

Ser maestro es una condición que solo refleja una vocación, que sintetiza mucha de las mejores características, virtudes de una persona. Ser maestro implica se generoso y el doctor Cicero lo es.

Ser maestro implica interesarse en los alumnos y aprovechar cualquier espacio. Esta intervención que tuvo, que refleja su capacidad magistral, hablar con él en cualquier condición implica eso, recibir lecciones, recibir argumentos, datos, y establecer una comunicación fluida.

Como ser humano, a él también lo puede uno describir como claridoso, lo acabamos de ver; como crítico, permanentemente lo ha sido, y también como contundente.

Sin embargo, dentro de esa contundencia, siempre abierto para discutir, para analizar, para considerar y reconsiderar algunas de sus posiciones.

Por eso les digo a ustedes y le digo al doctor, al maestro don Raúl Cicero, que él es eso para todos nosotros, un verdadero y un auténtico maestro, un maestro consagrado a sus alumnos y consagrado a sus pacientes.

Los datos cuantitativos que les decía y que respaldan mis argumentos: más de 60 años en la vida universitaria como profesor de la facultad de medicina, más de 60 años, 64, de trabajo consistente, permanente dentro del hospital. Casi el 58 por ciento de la vida del Hospital General de México ha tenido presente a Raúl Cicero.

Por eso maestro felicidades y muchas gracias por las enseñanzas en todo momento.

¡Felicidades a Raúl Cicero!

111. Secretaría de Salud rinde homenaje al médico e investigador, Raúl Cicero Sabido

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