Cada primer martes de mayo se conmemora el Mundial del Asma, una enfermedad crónica que se caracteriza por ataques recurrentes de disnea (dificultad para respirar) y sibilancias, que varían en severidad y frecuencia de una persona a otra.

Los síntomas pueden presentarse varias veces al día o a la semana, y en algunas personas se agravan durante la actividad física o por la noche.

Durante un ataque de asma, el revestimiento de los bronquios se inflama, lo que provoca un estrechamiento de las vías respiratorias y una disminución del flujo de aire que entra y sale de los pulmones.

Hasta el momento, se desconocen las causas de esta enfermedad, no obstante, los factores de riesgo más importantes son:

  • Productos inhalados como alérgenos en espacios cerrados (ácaros de polvo presentes en ropa de cama, alfombras, muebles tapizados, contaminación y caspa de los animales domésticos).
  • Alérgenos en espacios exteriores (como pólenes y mohos).
  • Humo de tabaco.
  • Productos químicos irritantes.
  • Otros factores desencadenantes pueden ser el aire frío, una emoción extrema de enfado o miedo, y el ejercicio físico.

En algunas personas el asma puede sobrevenir en respuesta a algunos medicamentos, como la aspirina y otros antiinflamatorios no esteroideos, o los betabloqueantes (empleados contra la hipertensión, algunos problemas cardiacos o la migraña).

El asma se puede controlar con un tratamiento adecuado, lo que mejora la calidad de vida del paciente. Para aliviar los síntomas se utilizan medicamentos a corto plazo. Los pacientes con síntomas persistentes deben tomar diariamente medicamentos a largo plazo para controlar la inflamación subyacente y prevenir los síntomas y las exacerbaciones.

El tratamiento farmacológico no es la única forma de controlar el asma. También es importante que se eviten los factores desencadenantes.

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