La infancia, sobre todo la primera infancia, es crucial en el desarrollo de las personas en la edad adulta. En ese periodo, al que los expertos han definido como los primeros mil días, se desarrollan el 85% de las conexiones neuronales de los niños, y en los primeros tres años de vida se forma el 40 % de las habilidades mentales del adulto.

En este lapso el tamaño del cerebro se duplica y la cantidad de sinapsis incrementa sustancialmente, de ahí la necesidad de promover el óptimo desarrollo de las y los niños. La estimulación temprana, los juegos y la interacción con personas son las formas en las que los niños aprenden durante este periodo.

Un vínculo fuerte entre el niño y sus padres le da más probabilidad de sobrevivir, de crecer saludablemente y desarrollar al máximo su potencial intelectual, emocional y social.

Además de las implicaciones para la salud y el desarrollo de las personas, la inversión en el desarrollo infantil temprano ayuda a reducir las brechas sociales, fortalece la economía y construye mejores sociedades.

Garantizar que los niños disfruten durante sus primeros años de las mejores condiciones de vida es una de las inversiones más inteligentes para un país que piensa en su futuro y en la posibilidad de ser parte de una economía mundializada que se basa en la fortaleza de su capital humano.

De acuerdo con el Premio Nobel de Economía, James J. Heckman, por cada dólar invertido en la primera infancia, la tasa de retorno que se obtiene es de 7 dólares.